Vivir esta pandemia como llamada a un nuevo modo de sentir y vivir



Yo estoy convencida de que no habrá un cambio radical estructural, ni social, ni ecológico sino hay un cambio en nuestro modo de entendernos, sentirnos y vivirnos. Un profundo cambio radical, es decir que alcance las raíces de ser. 

¿Qué caminos deberíamos seguir los humanos si queremos aprender de este posible “último aviso de la tierra”?

No soy experta en antropología, pero algo sé de humanidad y presiento que los caminos hacia la liberación pasan una vez más por un gran éxodo antropológico.

Arriesgo a enumerar algunos de esos éxodos que suponen un nuevo modo de ser persona. Éxodos que al menos en mí, veo imprescindibles: 

 De la fantasía de la inde-pendencia a la experiencia de la inter-dependencia mutua y la eco-dependencia.
 De creernos falsamente sobre la tierra a descubrirnos siendo tierra, que piensa, que ama, que crea…
 Del individualismo insolidario a sabernos personas inter-relacionadas con todo y con toda la humanidad y siendo-con todo lo que es
 De creernos dueños (de la tierra, de las cosas, de las vidas de otras personas) a convertirnos en cooperadoras y cuidadoras la vida
 Del consumismo depredador al de-crecimiento (material) solidario
 De la com-petición a la co-laboración
 De la falsa conciencia de nuestra pre-potencia a la consciencia de nuestra profunda vulnerabilidad
 De la búsqueda compulsiva de la seguridad a abrazar nuestra radical inseguridad
 De la violencia destructiva a la no-violencia activa
 Del querer con-vencer a los demás de nuestras perspectivas a la donación humilde de las mismas
 Del dominio y posesión a la des-posesión agradecida
 De la búsqueda de la rentabilidad como meta a la gratuidad como brújula
 De la a-patía indiferente a un pader-com, a sentir el estremecimiento de las entrañas que se hace compromiso y defensa apasionada de la justicia
 De la cerrazón mental y vital a la apertura dialogante, constructora de puentes 
 De una mirada sólo racionalista a la razón cordial, la empatía y la ternura
 De la superficialidad a vivir desde la hondura
 Del miedo que paraliza al amor que arriesga
 De la tacañería y avaricia que acumula a la generosidad sin alardes
 Del placer egoísta a la búsqueda de la felicidad solidaria
 Del puro materialismo a descubrir la dimensión espiritual de la vida
 De vivir inconscientes a vivir con conciencia crítica, informada, comprometida “políticamente”
 De una actitud desesperanzada, desfondada a un modo de estar en la realidad con proyecto, con sentido y con esperanza activa
 Del odio y deseo de venganza a descubrir que la vida la ganamos o la perdemos en función de la calidad de nuestro amor personal, interpersonal, social, político, ecológico
 Para quienes somos cristianos, de una religión funcional y cultica, a una experiencia de religación profunda que se hace confianza filial y compromiso fraterno al estilo de Jesús de Nazaret. 

¿Un sueño imposible? No lo creo, seguro que tú como yo conoces a personas que ya han transitado y siguen transitando muchos de estos éxodos, son testigos ya en este momento de una humanidad nueva. Personas de las que nos sentimos orgullosas y nos sirven de cerro testigo de que sí es posible “nacer de nuevo”. Pero tenemos que ser muchas más para que se pueda dar un salto cualitativo en nuestra humanidad.

¿Y si aprovechásemos esta cuarentena para confrontarnos con nuestro modo de pensarnos y vivir para poder descubrir cada persona qué éxodo necesitamos hacer con más urgencia? Aún estamos a tiempo. Como dice bellamente Pedro Casaldáliga: “es tarde, pero es nuestra hora, es tarde, pero somos nosotros esta hora tardía, es tarde, pero es madrugada si insistimos un poco”. 

Este tiempo podría entonces ser una oportunidad y no sólo una gran tragedia, que es lo que es en este momento. Quiero esperarlo activamente haciendo yo personalmente esta confrontación crítica para saber emprender caminos nuevos.

Estoy segura que no sólo haríamos un gran regalo a nuestra sociedad, a nuestro momento histórico a nuestra humanidad, sino que seríamos mucho más felices. Hace más de 20 siglos Jesús de Nazaret nos dejó un bello camino de felicidad que quizás hemos olvidado y podemos re-descubrirlo como un tesoro.

Quiero desearlo y esperarlo activamente, ¿te animas tú a hacer lo mismo?