AMAR LA JUSTICIA MÁS QUE LA PROPIA VIDA.
Como hemos visto ayer, jueves santo, sus amigas y amigos vivieron el desgarrón de no poder despedirse del maestro, inesperadamente en la noche lo apresan, lo arrebatan de sus vidas sin poder decirle adiós. Hoy también en muchos lugares del mundo una bomba, un dron, un tiro está arrebatando la vida a miles de personas que no saben si van a seguir vivas o no ese día y si se tienen que despedir o no.
Las narraciones de los evangelios nos muestran el desconcierto, el miedo y las diversas reacciones de los amigos y amigas de Jesús cuando se van enterando de su condena a muerte.
Unos muertos de miedo, como Pedro, lo niega, o huyen a Galilea temiendo que también fueran a buscarlos a ellos para matarlos, Judas reconoce su traición y que también él había sido engañado y se desespera.
Sí sabemos que algunas mujeres como María de Magdala, María la mujer de Alfeo, madre de Santiago el Menor, y Salomé, la madre de Santiago y Juan no huyeron, sino que se quedaron en Jerusalén, buscando el modo de acercarse a Jesús, de ver si pueden ayudarle, ¿no temen arriesgar su vida? ¿No piensan que las pueden apresar y matar también a ellas?
No sabemos lo que pensaban, seguramente muertas de dolor no se preocupaban por ellas, sino que sólo buscaban cómo ayudarle, cómo aliviarle, como hacerle saber que estaban allí, como agradecerle todo lo que habían recibido de él.