[Publicado en Cuatro prioridades pastorales de la Iglesia de España, XX Semana de Estudios de Teología Pastoral, evd, 2009, p. 313-325].
EXPERIENCIA CRISTIANA DE DIOS.
MESA REDONDA INSTITUTO DE PASTORAL
28-I-2009
1.- De Dios sólo se puede hablar en metáforas.
2º.- ¿Qué revelan los Evangelios de la experiencia de Dios que Jesús debió de tener?
3º.- Qué rostro de Dios se muestra en Jesús?
4º Los cristianos verificamos nuestra experiencia de Dios cuando lo transparentamos, a través de nuestro cuerpo.
1.- De Dios sólo se puede hablar en metáforas.
Quiero comenzar expresando que considero muy osado por mi parte, y ante este público tan preparado y experimentado, hablar de algo tan complejo y diverso como la experiencia cristiana de Dios; yo voy a expresar muy modestamente, desde mi fe y sin pretender decir nada nuevo, , los criterios de discernimiento que yo me aplico a mí misma y con los que intento ayudar a otras personas, para verificar, de alguna manera, si la “experiencia” que decimos tener de Dios es “cristiana” o no lo es.
Dicho esto, hago otra consideración previa que aunque sabida, no quiero dejar de hacer explícita para no convertir a Dios en un ídolo que podamos abarcar con nuestra mente y menos aún definir con nuestras palabras, todo lo que podamos decir sobre Dios es una metáfora que expresa, revela no la esencia de Dios, sino nuestra experiencia de Él.
Sallie McFague al hablar de la teología metafórica dice: "La metáfora tiene siempre un carácter de <<es>> y <<no es>>: se hace una afirmación, pero más como plausibilidad que como definición. El uso de la metáfora se debe a la necesidad de distinguir las construcciones humanas de la realidad divina, la consciencia de que Dios está mas allá de todas las metáforas, pero sólo podemos hablar de Él a través de metáforas. [1]
Cada religión, incluso cada creyente cuando hablamos de Dios, y los seres humanos necesitamos palabras para comunicarnos, estamos hablando de nosotros, de nuestra experiencia, siempre situada en una cultura, en un tiempo, en un espacio, en una realidad sexuada...
Dios es misterio absoluto, a “Dios nadie lo ha visto” esta es una afirmación fundamental en la experiencia cristiana y junto a ella está también la afirmación creyente de que en Jesús se nos ha revelado, no sólo qué es ser plenamente humano, sino quién es Dios y cómo es su relación con el mundo. (Jn 1,18, 1Jn 1,1-3).
Mi aportación, como he dicho antes, más que centrarse en qué es la experiencia cristiana de Dios, quiere responder a esta pregunta: ¿dónde y cómo discernir si nuestra “experiencia” de Dios es cristiana?
Jesús es, para nosotr@s, el lugar de confrontación para discernir si lo que llamamos “experiencia” de Dios es o no “cristiana”, es decir si es fiel a la imagen de Dios que se nos revela en Jesús, reconocido como el Cristo.
Mi comunicación tiene tres pasos muy sencillos:
1º ¿Qué revelan los Evangelios de la experiencia de Dios que Jesús debió de tener?
2º ¿Qué rostro de Dios se muestra en Jesús?
3º Los cristianos verificamos nuestra experiencia de Dios cuando lo transparentamos, a través de nuestro cuerpo.
1- Qué revelan los evangelios de la experiencia de Dios que debió tener Jesús?
No tenemos acceso directo a la persona de Jesús, menos aún a sus experiencias más hondas, pero a través de las narraciones evangélicas y aplicando los métodos de análisis histórico-críticos, podemos modestamente aproximarnos a lo que pudo ser la experiencia que Jesús tuvo de Dios.
Algo sí está claro, la persona de Jesús, su vida, su predicación, sus actitudes…no son comprensibles si prescindimos de la experiencia nuclear que estructura su persona: Dios y su Reino.
Jesús no hizo grandes discursos sobre Dios, narró parábolas sobre el Reino donde se deja vislumbrar el Dios de ese Reino que él predicó, vivió y trabajó para hacerlo verdad en su entorno.
Sí oró, (los evangelistas nos dicen que pasaba noches en oración) sí tuvo una profunda experiencia de Dios. Es esa experiencia lo único que puede dar cuanta de su verdad más profunda, es en torno a ella dónde Jesús centra su vida, es la columna vertebral de su persona.
Debió ser muy discreto en la comunicación de esas experiencias fundantes, sí sabemos que invocó a Dios como ¡Abba!,[2] una palabra que ha llegado a nosotros sin traducción, que expresa muy bien, cómo se vivió él en relación a Dios, como hijo amado en quien Dios se complace, (Mc 1,10-11 y par) fundamentalmente por ser hijo.
Esta expresión habitual en su modo de orar nos adentra en el misterio último de Jesús, allí donde es más él mismo se sabe hijo amado. Una experiencia que le es regalada, no es conquista suya, es Dios mismo que se hace “sentir” así en él. Es una experiencia que es revelación. Esta revelación de Dios como Abba la vivió Jesús como certeza de que así es Dios, no sólo en él sino en toda la humanidad y en toda la creación. Una expresión que hace referencia a la gratuidad y universalidad de ese amor. Una invocación que nos habla de confianza radical y disponibilidad por su parte para hacer verdad el sueño de Dios de una familia humana y un cosmos habitable y lleno de vida. Para Jesús Dios y su Reino fueron dos realidades indisolublemente unidas.
Esta vivencia profunda, que Marcos sitúa en el comienzo de la vida pública y tras la cual Jesús se va a orar al desierto, seguramente para profundizar, saborear, interiorizar, se convertirá en la llama que le impulsa a salir a los caminos palestinos a proclamar a todas las personas que Dios era un regalo, una buena noticia y que ya estaba en medio de ellos.(Mc 1,14-15)
Otra profunda experiencia de Jesús, que pone de relieve especialmente el evangelista Juan es la de “unicidad”[3], es decir saberse, sentirse uno con Dios, consigo mismo, con toda la humanidad, con toda la creación. Es una experiencia común a todos los místicos de distintos credos religiosos.
La experiencia de sentirse uno con Dios. Jesús debió vivirla con mucha hondura por las huellas que este saberse “uno con su Padre” ha dejado en los evangelios. Juan sobre todo lo expresa de muy diversas maneras: “El Padre y yo somos uno!” (Jn 10,30; 17,21-23) “El que me ha visto a mí ha visto al Padre” (Jn 14,9). Una experiencia a la que estamos convocados tod@s: a abrir los ojos, despertar y descubrir, como dice Pablo, que <<en Dios vivimos, nos movemos, existimos>> (Hc 17,28)
Esa experiencia de unicidad se extiende a toda la humanidad, no es sorprendente que de distintas maneras los evangelistas recojan que lo <<cuanto hicisteis a uno de estos mis hermanos más pequeños a mí me los hicisteis>> (Mt 25,40). Jesús vivió como suyas las alegrías y las penas de sus contemporáneos, esa conmoción de las entrañas que tantas veces nos revelan los evangelistas, no era sólo un tema ético, era una experiencia mística. Jesús sí vivió que todo otro era carne de su carne y hueso de sus huesos,(Gn 2, 23) y que cerrarse al hermano era cerrarse a su propia carne”.(Is 58,7))
Tambien para Jesús, de alguna manera, la realidad entera, le afectaba, se sentía vinculado a toda la realidad, no sólo no pasaba indiferente sino que la contemplaba como lugar de manifestación de Dios y su Reino. Lo muestra claramente en esa presencia inagotable para él de “lugares” de manifestación del sueño de su Dios: la luz, la sal, la levadura en la masa, la semilla, los pájaros del cielo, los lirios del campo…
El Dios ¡Abba! que le ardía en las entrañas se le reveló también:
· Como un Dios de amor incondicional, que hace salir el sol sobre buenos y malos, sobre justos e injustos, (Lc 6, 35.Mt 5,45) de gracia no de méritos, de entrañable misericordia.(Lc 15, 11-32)
· Un Dios de vida, que sólo quiere que la vida se abra paso que el dolor sea paliado, que los enfermos sean curados, que los excluíos sean reintegrados…que todos tengan vida y vida abundante (Jn 10,10)
· Un Dios que gusta que se le adore en espíritu y verdad (Jn 4,23) que acoge como verdadero culto y como mandamiento principal el amor y la misericordia (Lc 10, 25-37).
· Un Dios al que se le sirve sirviendo y acogiendo al ser humano en necesidad (Tuve hambre y sed…Mt 25)
· Un Dios Madre-Padre que siempre escucha aunque no siempre recibamos de Él lo que le pedimos.( Jn 11,41;Mt 6,7-8)
· Un Dios que ES en la entraña de toda la realidad.
· Que sueña con un Reino inclusivo, con una humanidad que viva como una gran familia de hij@s y herman@s y que sigue convocando a hacer verdad ese sueño. (Mc3,34-25)
· Un Dios que tiene preferencia por el “abajo” de la historia, por quienes sufren, lloran, pasan hambre…(Lc 620-21 y par) por los sencillos y pequeños (Lc 10,21), por quienes sólo le tienen a Él. (Lc 16,19-31)
· Tambien, como a tantos creyentes, a tantos místicos, experimentó a Dios como silencio, como misterio insondable e inmanipulable al que se entregó. (Mc 14,36; 15,34)
2- ¿Qué rostro de Dios se revela en Jesús.?.
La fe cristiana afirma que Jesús es el rostro visible del Dios invisible, el Emmanuel, el Dios con nosotros. Juan lo expresa de un modo sencillo y claro:
“Lo que existía desde el principio,
lo que hemos oído,
lo que han visto nuestros ojos,
lo que hemos contemplado y palparon nuestras manos
acerca de la Palabra de vida
porque la vida se ha manifestado,
la hemos visto, damos testimonio
y os anunciamos la vida definitiva
la que se dirigía al Padre
y se ha manifestado a nosotros” (1Jn, 1,1-2).
A quien han visto con sus ojos, oído con sus oídos y tocado con sus manos fue a Jesús y esa profunda experiencia de revelación le llevará al mismo Juan a decir, en formulación magistral sintética, “Dios es amor”.(1Jn 4, 7)
“Quien me ha visto a mi ha visto al Padre”(Jn 14,9) es una fuerte frase que Juan pone en boca de Jesús en el momento culminante de su despedida.
Voy a subrayar algunos de los rasgos que para mí son más significativos del Dios que se nos revela en Jesús en su persona, en su vida, muerte y resurrección:
- Un Dios hecho “sarx”, hecho carne, ser humano, histórico, temporal.(Jn 1,14) Un dios cuya trascendencia se hace inmanencia, sin dejar de ser trascendente. Un Dios encarnado es la máxima radicalización de la suprema dignidad de la vida humana. Muestra también la imposibilidad, para la experiencia cristiana de Dios, de verlo separado de la humanidad, de la realidad, de la vida, de la historia, del cuerpo. Aquí sí que hay un matrimonio indisoluble.
- Un Dios Emmanuel, es decir un Dios en nosotros, con nosotros, como nosotros, para nosotros.
- Un Dios en el abajo de la historia, anonadado (Fil 3,5-11) que vive su amor de solidaridad padeciendo con y como nosotros.
- Un Dios que ama sin condición alguna previa a su amor porque <<el amor está no en que nosotros hayamos amado a Dios sino en que Él nos amó primero>> (1 Jn 4,10)
- Un Dios con entrañas de misericordia(Lc 15) que sana, alivia el dolor, perdona, da pan a los hambrientos, pone en pié, dona libertad.
- Un Dios que desestabiliza las expectativas, normas convencionales y concepciones religiosas dominantes. En definitiva un Dios escandaloso, una revelación de Dios que a las autoridades religiosas de su tiempo les pareció blasfema.
- Un Dios de un Reino inclusivo donde hay que romper todas las diferencias, clasificaciones, exclusiones (Mt 22,19; Lc 151-7).
- Un Dios que goza y llama a gozar de las realidades de la vida: fiestas, bodas, amistades. ( Mt 11,16-19).
- Un Dios que rompe los estereotipos de género, que no solo tiene rostro “masculino .sino que también tiene un rostro femenino. Jesús en su predicación no sólo usó imágenes masculinas para hablar de Dios sino también femeninas como la mujer que barre la casa para encontrar lo perdido, (Lc 15,8-10 imagen en paralelo con el buen pastor. El Padre bueno de la parábola es más una madre que una figura patriarcal, jerárquica, es la imagen de un Dios acogedor, igualitario que no establece relaciones de poder, solo el poder impotente del amor. Además Jesús utilizó una imagen para hablar de sí poco “masculina” como una gallina clueca recogiendo a sus poyuelos. (Lc 13, 34; Mt 23,37)
- Un Dios entregado y pasible. El Dios es amor puede también nombrarse como Dios es pasión, porque quien sabe de amor sabe de dolor. El Dios que se revela en Jesús es un Dios “que sufre” y ésta es la posibilidad de que en el Nuevo Testamento pueda verse el dolor de la historia como dolor hecho a Dios <<a mí me lo hicisteis>>; <<Saulo, Saulo por qué me persigues>>.
- Un Dios comunión, es la fe en un Dios que es, relación, comunidad de amor. Jesús se vivió identificado con su Dios que llamó Abba, el fundamento en el que todo se sustenta y al tiempo se sintió actuando por la fuerza del Espíritu <<Si por el Espíritu de Dios expulso los demonios>>(Mt 12,28) un Espíritu que reposa en él (MC 1,9-11) le conduce al desierto( MC,1,12) y el es principio de sus acciones (MC 4,14).
- Un Dios futuro absoluto de la humanidad y de la creación. El Dios de la vida se manifiesta en Jesús como Vida plena, Vida que vence la muerte. Después de la muerte y resurrección de Jesús la comunidad cristiana habla del Dios “que resucitó a Jesús de entre los muertos” (Rom 4,17) como primicia y revelación del futuro de toda la humanidad, de toda la creación. (1Cor 15,28)
3 Los cristianos verificamos nuestra experiencia de Dios cuando lo transparentamos, a través de nuestro cuerpo.
Comenzaba esta intervención queriendo, más que afirmar cómo es la experiencia cristiana de Dios, preguntarme cómo discernir si nuestra experiencia de Dios es cristiana o no lo es.
Después del recorrido hecho hasta aquí resumiría en dos las pistas de discernimiento, que al menos a mí, me sirven:
1º Si el Dios que “experimentamos” y/o decimos tener experiencia, tiene los rasgos del Dios que se nos revela en Jesús.
No quiero dar por supuesto que hay “experiencia” personal de Dios, sin duda esta es la condición primera, escuchar, acoger, y entregarse a ese Misterio insondable, estructurante de nuestro ser, y de todo lo que. Experiencia que nos lleve a decir como Job: <<Hasta ahora hablaba de ti de oídas. Ahora te “han visto” mis ojos>> (Job42,5)
Experiencia de un Dios ¡Abba!, fondo del ser, que nos llama a descubrir nuestra verdadera identidad divina, (hijos amados, barro y aliento divino, imagen suya) y a vivir en coherencia con esa profundidad unicidad con toda la humanidad y la realidad; de amor incondicional, de vida; que pide como culto el amor de servicio, un Dios encarnado en la humanidad, en la realidad, en el abajo, con preferencias por los excluidos, que ama, perdona, cura, convoca a hacer verdad en la historia su sueño de una familia sin “padres” patriarcales donde se viva la fraternidad…
Tendría que repetir todo lo que he dicho hasta aquí.
2º Si nuestra persona, como la pasó a él, se deja alcanzar por ese Dios, se deja transformar y puede así ser transparencia de Él, a través del cuerpo que somos, y en la vida cotidiana.
Estoy cada vez más convencida de que la fe o se hace cuerpo, verdad histórica o no es fe, puede ser un buen pensamiento, un buen deseo pero sólo se puede verificar a través de nuestro cuerpo.[4]
¿Cómo hacer verdad nuestra experiencia cristiana de Dios?
· Si nuestros ojos, no sólo “han visto” a Dios y han quedado prendados de su hermosura sino si han aprendido a mirar como Él mira. Es decir, saben "ver" el dolor del pueblo, "fijarse" en cómo lo tiranizan, convirtiéndolo en esclavo (Ex 3,7-9); ojos que ven la creación como obra de Sus manos y la ven "muy buena" (Gn 1,31); ojos que, como los de Jesús, lloran,(Jn 11,35;Lc19,41),miran y devuelven la dignidad(Mc 12,41-44) y la esperanza (Lc 19,4-5), perdonan (Jn2,9-11) y aman (Mc 10,21).
· Si nuestros oídos, no sólo han escuchado el propio nombre como bendición, es decir han escuchado Una Voz que les dice: "Tu eres mi hij@ amad@ en quien Dios se complace" (Mc 1,11) porque eres hij@, no porque seas buen@ y esa experiencia nos devuelve a realidad transformad@s; sino que son oídos que se hacen discípulos de la vida que no se cierran a los gritos de dolor del mundo y del cosmos y al mismo tiempo saben escuchar la brisa suave que les anuncia la presencia del misterio de Dios en la vida cotidiana, en la fiesta y el canto de la vida y el gozo a pesar de todo.
· Si nuestra boca, no sólo ha gustado el sabor del Reino, sino si también ha aprendido a hablar y callar adecuadamente como lenguaje de amor, que sabe ben-decir y cierra sus labios a la mal-dición; que denuncia y anuncia la Buena Noticia de Jesús; que canta el canto de la vida sencilla y une su canto al del pueblo; que grita de dolor y de placer; que besa y hace del beso el sacramento del amor; que ríe y relativiza sanamente con sentido del humor, para no tomarnos excesivamente en serio a nosotr@s mism@s y no dramatizar la vida.
· Si nuestras manos no sólo se han alzado para orar sino si saben , convertirse en “parteras” que ayudan a dar a luz a todo aliento de vida allí donde emerge, saben esperar el lento dilatarse del útero- entre dolores de parto- de tanta vida nueva como quiere brotar, si sabemos alentarla y no abortarla; manos que amasan en la cotidianeidad el pan de la sororidad; que dan, comparten, no acaparan para sí; manos que saben pedir, acariciar con ternura y pasión; que aguantan sostienen, levantan al caído, curan heridas, manos al fin que pasan por la vida, sencillamente, "echando una mano"
· Si nuestros pies no sólo buscan con ansia al Dios escondido y silencioso sino si se hacen peregrinos y buscadores de justicia con otr@s, sin grandes seguridades, pero con las certezas que guardan en el corazón, pies "próximos" ante quienes hoy están tirados en el camino (continentes enteros).apaleados, saqueados, mal heridos; pies que saben descalzarse ante el misterio del otro; pies que danzan la fiesta de la vida y las conquistas en el camino de la liberación; pies que, como los de María, la madre de Jesús, y las otras mujeres: ( María Magdalena, María la de Cleofás, Marta y su hermana)...se hacen seguidores de Jesús hasta el final y que cuando los tiempos son difíciles, en vez de huir, permanecen de pie junto a l@s crucificad@s de este mundo.
· Si nuestro corazón no solo “arde” al escuchar la Palabra que Dios nos dirige, que se ha dejado seducir por Jesús y su reino, sino si se ha hecho como el suyo compasivo, misericordioso, abierto a todos, con un lugar preferente para quienes más sufren, si sabe amar sin exclusiones, ni prejuicios, si puede apasionarse por la vida, si sabe vincularse profundamente sin depender, si es un corazón limpio de posesiones, capaz de contemplar la presencia de Dios en medio de la vida cotidiana.
· Si nuestras entrañas no sólo se han estremecido al percibir Su presencia, sino si han sabido descubrirla en los distintos, sin hogar, sin techo, sin tierra… es decir si se han hecho entrañas de misericordia, si se dejan fecundar por el amor; entrañas que se creen capaces de dar a luz vida nueva, aunque ya sean viejas y les hayan hecho creer que son estériles ; entrañas capaces de aguantar los propios dolores de parto con esperanza, ensanchando las fronteras del propio útero para que el/la otr@, l@s otr@s puedan nacer y ser ell@s mism@s, libres y autónomos; entrañas de misericordia, de ternura siempre renovada; entrañas que se estremecen de dolor y de gozo que son incapaces de permanecer insensibles.
· Si nuestra sexualidad la vivimos gozosamente, como don de Dios y por eso no hacemos de las diferencias sexuales lugar para la discriminación, la desigualdad, sexualidad que se vive sin dejarse atrapar por los estereotipos de género que empequeñecen al hombre y a la mujer y nos impide ser personas enteras. Sexo que se hace relación corporal amorosa y placentera, lugar del amor que se entrega y se recibe Si denunciamos toda explotación y comercio sexual que convierte al ser humano en mercancía.
· Si nuestra piel se hace lugar de contacto, de encuentros vinculantes, constructores de identidad y reconocimiento sin fusiones indiferenciadoras, ni dependencias destructivas; piel que ha renunciado al "despelleje" continuo de los otros; que ha renunciado al "ojo por ojo"; piel que sabe poner límites al despilfarro, al consumismo, a la violencia como modo de solucionar los conflictos, piel que aprende a respirar el "aire de Jesús" hasta que su Espíritu se revele en nosotr@s a "flor de piel".
Cuando todo esto acontezca, como don y como tarea, entonces nuestro cuerpo será testigo, es decir transparencia de un Amor que nos ha alcanzado y nos va poco a poco transformando a su imagen y semejanza.
Entonces haremos creíble al Dios cristiano, en el que creemos, porque habremos hecho al ser humano posible y como Jesús seremos testigos visibles del Dios invisible.
Entonces podremos decir, a través de nuestra persona, cómo es la experiencia cristiana de Dios.
[1] MACFAGUE, S. Modelos de Dios .Teología para una era ecológica y nuclear. Sal Terrae 1987. Original ingles, 1987 que ha sido galardonado por la American Academy of Religión.como el mejor libro religioso del año) , 71
[2] En los evangelios nos encontramos 170 veces la palabra Padre en boca de Jesús y no sólo Padre sino mi Padre Cf. JEREMÍAS, J., El mensaje central de Nuevo Testamento, Salamanca, Sígueme, 1966, 7-37
[3] Esta acertada expresión es de NOLAN, A., “Unicidad implica que ya somos uno y que siempre lo hemos sido, y que se trata, sencillamente de tomar conciencia de esa unicidad. Será entonces, …cuando el amor brota espontáneamente” Jesús hoy. Una espiritualidad de libertad radical, Santander, Sal Terrae, 2007,182.
[4] He expresado estas ideas en Cuando la Palabra se hace cuerpo… en cuerpo de mujer, Narcea, Madrid, 2007 y en Cuerpo espiritual, Narcea, de próxima aparición.