Orar con el aire




Colección “En clave de mujer” de la Editorial Desclée de Brouwer: 

(en Del Cosmos a Dios. Orar con los elementos) 



"Pero el viento, ese viento que trabaja conmigo
y que me guía...
Ese viento sopla a veces y articula unas palabras...
Todo lo que sé me lo ha enseñado el viento..."
León Felipe.



I-AIRE, ¿QUIÉN ERES TÚ?.

II-ME DIRIJO A TI COMO LA "RUAH" DE Dios.

III-CONCÉDEME UN OÍDO ATENTO Y SILENCIOSO PARA ESCUCHAR TU LENGUAJE.

·         Aliento de vida.
·         Gemidos inefables.
·         Brisa suave.
·         Aire huracanado.


IV-PON MIS PIES EN LAS HUELLAS QUE DEJA TU PASO.

V-HAZ DE MI PIEL LUGAR DONDE ME DEJO TOCAR Y ACARICIAR POR TI.

VI-DEVUÉLVEME LA MEMORIA SUB-VERSIVA DE TU ACCIÒN SALVADORA EN LA HISTORIA.

I- AIRE,¿QUIÉN ERES TU?

            ¿Quién eres tú?. Tan cantado por los poetas, tan necesario y al tiempo tan invisible, apenas perceptible y paradójicamente imprescindible para la vida. Desde antiguo eres considerado un símbolo religioso y mágico, vinculado a fuerzas misteriosas y espíritus sutiles. Temido y admirado, deseado, considerado poderoso, capaz de cambiar el rumbo normal de las cosas, de los seres, de la naturaleza.
¿Cuál es tu nombre?. ¿Cuál tu identidad?. ¿Cuáles tus funciones?. Te han asociado no sólo al fluido que forma la atmósfera, sino también, al aliento, a la brisa y al viento. Por eso tienes tantos nombres.
He oído que los griegos te llamaron "Céfiro" cuando eras un viento suave, fecundante, incitador de vida y venías del Oeste. Austro cuando soplabas desde el sur y agostabas con tus soplos calientes y tempestuosos, chorreando aguas tus alas. Bóreas cuando procedías del Norte y te mostrabas como un terrible huracán, y te simbolizaban, entonces, como un anciano con cabellos helados y cola de serpiente. Sobre todo, te han invocado como Eolo, el Dios de los vientos y la mitología azteca te denomina como Quetzalcoalt, señor de los huracanes[1]. En el hinduismo te llamaban Vayu, soplo vital, soplo cósmico.[2]
¿Eres masculino o femenino?. ¿Elemento fundante del universo o espacio para que éste pueda respirar?. Casi todo se ha dicho de ti.
El mundo grecorromano te consideraba masculino, así te representó casi siempre. Te consideraron esposo de la Luna y padre del Rocío y fuiste tú uno de los nombres de Júpiter, Juno y Minerva. Sin embargo el mundo hebreo te dio un nombre femenino: -"la ruah"- (el espíritu), es el soplo, y en primer lugar el del viento"[3]. También para ellos "ruah" era el espacio vital que rodea al hombre, la atmósfera, es decir tú, aunque después te representaron por una paloma y ya no se podía reconocer tu identidad femenina.
Para Empédocles, allá por el siglo V a/c, eras tú uno de los cuatro elementos de los que se compone el universo: agua, tierra, aire, fuego. Él afirmaba que nosotros estamos compuestos por esos cuatro elementos y que cada cosa nos es conocida por lo que tiene de semejanza con nosotros, es decir, la tierra exterior la conocemos por nuestra tierra, el aire por nuestro aire etc.. Ya los antiguos sabios habían descubierto la creciente interconexión de toda la vida entre sí.
Y un siglo antes, Anaximeno de Mileto estaba convencido de que tú eras el principio y la esencia de todas las cosas; todo procedía de ti y a ti retornaba. Y es que cuando hablaba de ti distinguía, no te identificaba sólo con la atmósfera o "aire atmosférico", como él te llamaba, sino que te reconocía también como "sustancia elemental", principio de todas las cosas, porque la respiración era para el principio de la vida.
Su discípulo, Diógenes de Apolonia, se esforzó en explicar el origen del alma como derivada de ti, porque suponía que la vida y el pensamiento los tomamos los seres humanos de ti, al respirar. Te atribuía muchas cualidades a raíz de tus múltiples posibilidades: como lo penetras todo te atribuye el origen del universo, como eres el principio de todos los seres debes ser inteligente y como eres sutil y móvil, eres el principio del movimiento.[4]
Tú eres "el medio propio de la luz, del vuelo, del perfume, del color, de las vibraciones interplanetarias,... la vía de comunicación entre la tierra y el cielo... expresión de lo sonoro, de lo diáfano, y de lo móvil" [5].
Quiero también preguntar por ti a los poetas, y esto me dice León Felipe:
¿No es el amor el Viento?.
Yo lo pregunto nada mas:
¿No es el amor el Viento disfrazado de andrajoso vagabundo?
Ahora anda loco...enamorado de la Luz
y ¡cómo la persigue siempre, desvelado, iracundo después de bañarse en el mar!
Viento...tú  eres el amor...¿verdad? El amor enamorado de la Luz.
Dímelo ya de una vez...
Dímelo a mí solo.
Ahora que me voy a la nube...descúbrete como el mar.
El mar me dijo un día: yo soy el llanto del mundo.
Y tú eres el amor ¿verdad?, ¡lágrimas también! [6]


No se para qué te digo todas estas cosas, que tú sabes muy bien, pero es que antes de empezar a orar, a través de ti o desde ti o quizá dentro de ti, necesitaba darme cuenta de que desde siempre has sido muy reconocido, valorado, incluso convertido en Dios.
Necesito escucharte, mirarte con atención, contemplarte... Sé que puedo aprender mucho de ti. Ahora me doy más cuenta que puedes ser tú "el lugar" desde el que yo haga mi oración.


II- ME DIRIJO A TI COMO LA "RUAH" DE DIOS

Yo quiero hoy reconocerte no sólo como atmósfera que respiro, ni como las grandes cosmogonías te han representado, sino como "la ruah" de mi tradición religiosa. Te busco en los libros sagrados de mi fe -en la Biblia- y me encuentro que los especialistas me dicen que "el viento, el soplo y el Espíritu (de Dios y humano) forman en la Biblia un todo orgánico" [7].
Me gusta saber que en el origen de esta vinculación está el campo semántico rwh, que da lugar a tres sustantivos: "rewah (el espacio, la distancia), reah (el espacio lleno de perfumes) y ruah (el espacio vital que rodea al hombre, la atmósfera). La energía de Dios es una ruah " [8].
Repaso las páginas bíblicas y me encuentro que muchas veces tú, como aire, brisa, aliento, evocas la naturaleza de Dios por tu trascendencia y tu misterio, por tus acciones beneficiosas: traes las nubes, la lluvia y tu paso es bendición. Viento y aliento divino se funden e identifican en el autor del Génesis 1 cuando nos dice: "El aliento de Dios (un viento divino) se cernía sobre la faz de las aguas"(Gn 1,2). Tú como aliento eres, en la Biblia, un principio vital que Dios envía, infunde o retira (Sal 104,29-30). También, tú, cuando estás enfurecido y saqueas con tu fuerza nuestra tierra, has sido cauce para intuir la indignación de Dios, su cólera.
Pero como más me gusta dirigirme a ti es como la "Ruah" de Dios, su fuerza, su energía, su Espíritu, el Espíritu Santo. Tú, como fuerza, como viento poderoso y activo, como don fecundo de Dios.
En el pueblo de Israel veían en Ti, Espíritu, la fuerza creadora de Dios. Yhavéh abriéndose al mundo por la fuerza de su Ruah, dándole vida, aliento para que todo sea lo que es.(Gen 1,1-2)
 Te invocaron igualmente, como fuerza salvadora, cuando Israel siente que ha perdido la orientación y el sentido, Yhavéh suscita, por su Ruah, a unos hombres y mujeres salvador@s que luchan por liberar al pueblo destruido o oprimido, le devuelven la esperanza y le orientan en el camino.(Jue 3,10;6,34;11,29).
El pueblo invoca para que Dios les envíe su Espíritu con el fin de que El guíe sus pasos:
"Enséñame a cumplir tu voluntad,
porque Tú eres mi Dios;
tu espíritu, que es bueno, me guíe
por una tierra llana" (Sal 143,10).

Serás Tú, el Espíritu que Dios envía, el único capaz de transformar el corazón de piedra, en un corazón de carne (Ez 11,19). Tú, les concederás, también, el don de la prudencia y la sabiduría (Sab 7,7).
Incluso, ya podemos ver un anuncio del Pentecostés neotestamentario en la profecía de Joel:
"Sucederá después que yo derramaré mi Espíritu en toda carne. Vuestros hijos e hijas profetizarán,
vuestros ancianos soñarán sueños,
y vuestros jóvenes verán visiones" (Jl 3,1).

Te reconocieron también como fuerza escatológica. Israel nunca perdió la esperanza. Confía siempre en un futuro mejor. Dios enviará su Espíritu a un descendiente de David. Estará lleno de la Ruah de Yhavéh (Is 11,2; 42,1-4; 61,1-3).
Pero sobre todo, Tú, Espíritu santo, eres el gran regalo de Jesús a la humanidad.
Cuando Jesús fue anunciado por Juan el Bautista, lo fue como el que va a bautizar con "Espíritu Santo y fuego" (Mt.3,11). Tu, simbolizado en una paloma, revelas la verdadera identidad de Jesús: ¡es el Hijo amado, el predilecto! (Mt 3,16-17).
 Toda su vida aparece guiada y orientada por Ti.
 Seguirle a Él comporta un nuevo nacimiento, obra tuya (Jn 3,5). La auténtica adoración a Dios se realiza en "Espíritu y verdad"(Jn 4,26).
Jesús, cuando ya preveía que su vida le sería arrebatada por los enemigos de la verdad y la vida que él había venido a traer, prometió a los suyos (de ese momento y de siempre) el mejor regalo: su presencia permanente a través de Ti. Les ofrece su Espíritu como don.
 Con tu envío, sobre la tierra, Jesús promete a los suyos y, en ellos, a toda la humanidad:
·        Un abogado defensor que abogue en nuestro favor. Un valedor que permanentemente intercede por nosotros (Jn 14,16-17).
·        Un Espíritu de libertad, que nos guiará a la verdad completa (Jn 16,12,14) y que nos hace capaces de testimoniarla (Jn8,31-32;2). "Donde hay Espíritu del Señor hay libertad" dirá después Pablo (Cor,3,17).
·        Un Espíritu que habita continuamente en nosotros orando, dando testimonio y haciéndonos sentir y gustar, que somos hijos, no esclavos.( 1Cor,3,16; Rom8,15-16;Gal4,6-7).
·        Un Espíritu que va imprimiendo en nosotros la imagen de Jesus y así, vamos recobrando la imagen original de Dios que Él nos imprimió desde el comienzo (2Co 3,18).
·        Un Espíritu que derrama en nosotros el amor de Dios, para poder amar con el amor con el que somos amad@s (Rom 5,5).
·        Un Espíritu que será nuestro maestro, para hacernos comprender y recordar lo que Jesús nos había enseñado "Además la unción con que El os ungió sigue con vosotros y no necesitáis otros maestros" (1Jn 2, 20.27); (Jn14,26;16,12-13).
·        Un Espíritu de discernimiento capaz de hacernos distinguir el trigo de la cizaña, capaz de poner de relieve los valores del Reino (1Co 2,14-16;Fip,2,5).
·        Espíritu profético, que trasforma a los suyos en testigos de la verdad, a pesar del precio que eso supone siempre pagar (Mt,10,19-20; Jn 15,26-27;Hch 1,8).
·        Un Espíritu que construye la comunidad en la diversidad (Hch 2,15-20).
·        Espíritu que impulsa a la comunidad al anuncio y realización de la Buena Noticia y construcción del Reino.(Jn 20,21-22; Mc 16,15).
Gracias, Señor por tu Espíritu, regalado, por este don tuyo. Concédenos la gracia de sabernos dirigir a Él, sobre todo, de dejarnos dirigir por Él.
 Señor, cuando te imagino como viento, puedo dejar espacio a mi imaginación y fantasía. Como viento hinchas las velas de los barcos, movilizas las arenas del desierto, juegas con las olas del mar suavemente y puedes levantarlas hasta hacerlas temibles y destructoras. Muestras tu capacidad para conducir o arrebatar, traer y llevar y nos llamas a dejarnos conducir por tu Espíritu como un viento.
Suenas, silbas, cantas cuando penetras una flauta. ¡Que suene Señor tu aire hecho melodía en nuestra flauta!. Haz de este mundo nuestro flauta de tu música para que, a pesar del dolor y la muerte, sepamos festejar la vida, danzar la salvación que acontece cada día en nuestra historia.
Otras veces, Señor, tu Ruah actúa en nosotros sin que nos demos cuenta, lo mismo que nos pasa cuando respiramos sin percibirnos de ello, o cuando siendo conscientes, no podemos controlar el aire, no sabemos ni de dónde nos viene ni a dónde nos puede llevar. Así lo debió de vivir Jesús, tal como nos lo narra Juan, cuando en su encuentro con Nicodemo le dice: "El viento sopla donde quiere, oyes su rumor, pero no sabes de dónde viene ni a dónde va"(Jn.3,8).
Deseo que mi oración sea acogida de tu múltiple y variada presencia en este símbolo del aire: Iré y vendré del viento al Espíritu; de la brisa y el huracán, como mensajeros tuyos (Sal 104,4; Is 15,16), al aire como tu aliento, de alguna manera como símbolo de Ti mismo, Señor. Me dirigiré a ti como fuerza, como energía, como Espíritu de Dios, como Espíritu de Jesús, Espíritu Santo. Me dirigiré a ti en singular y en plural, en mi nombre y en el de tod@s. La oración no es el lugar de la precisión teológica. Haré uso de la libertad que me concedes, para conocerte mejor.
Quiero vivir abierta a tu aire. Quiero sentirte, respirarte, escucharte, dejarme traer y llevar, configurar por Ti. ¡Hazlo Tú posible!.


III- CONCÉDEME UN OÍDO ATENTO Y SILENCIOSO PARA ESCUCHAR TU LENGUAJE.

No puedo verte cuando te respiro pero sé que estás, lo noto si te ausentas, me ahogo, me "falta el aire". Necesitamos airearnos, decimos muchas veces, y sin embargo en ti "vivimos, nos movemos y existimos", eso dice Pablo de Ti, Señor. ¿Te gusta que te identifiquemos con el aire?. ¿Nos hablas a través de su polifónico lenguaje? ¿Muestras tu rostro invisible a través de él y estás ahí esperando que te descubramos como nuestra atmósfera?.
            No nos resulta fácil. Conocemos muy bien las fórmulas químicas que componen el aire, el por qué hay vientos del norte o del sur etc. Creemos saberlo todo pero nos falta capacidad de admiración y de sorpresa.
El viento es para ti una criatura, Tú lo has creado y lo amas porque no aborreces nada que haya salido de tus manos. El viento es instrumento tuyo, ejecutor de tus sentencias, es como el obrero de tu palabra. Lleva tus mensajes y realiza tus oráculos, es tu vehículo particular, planeas y avanzas sobre las alas del viento. Así lo contempla el salmista:
"fuego y granizo, nieve y bruma,
viento tempestuoso, ejecutor de su palabra"(Sal.148, 8).

"Levantas sobre las aguas tus altas moradas;
haciendo de las nubes carro tuyo,
sobre las alas del viento te deslizas" (Sal 104,3).

            La palabra, los sonidos y silencios entran en nuestro cuerpo por el oído, sede de la comprensión y la acogida, de la escucha respetuosa, que permite a las personas ser ellas mismas o cerrazón indiferente, sordera cómplice de los ruidos alienadores y evasivos.
            Cuando tu Espíritu alcanza nuestro oído, lo convierte en oído de discípul@ de la vida; capaz de escuchar sus palabras y sus silencios, sus gritos y sus susurros; capaz de reconocer en la realidad a la gran maestra de la vida. El oído se hace tolerante, apto para escuchar la polifonía de lenguas de nuestro mundo.
            Saber escuchar, Señor, no es fácil, supone abrir el oído, exponerlo y disponerlo a una acogida incondicional, sin juicios, a una escucha desde el mundo de referencias personales y culturales de los que nos hablan: desde sus valores, creencias, emociones profundas... Supone descentramiento, silencio del yo, autenticidad. Todo ello es don tuyo y tarea nuestra.
            Saber escuchar la presencia de tu Ruah, en el rumor de la cotidianidad, es algo que nos enseña de un modo sorprendente el hombre Jesús de Nazaret.
            Concédenos, Señor, un corazón y un oído atentos para sentirte y escucharte cuando te haces aliento de vida, gemidos inefables, brisa suave, viento huracanado.
Aliento de vida

Amanece, es hora de empezar el día. Salgo de la cama, aún casi dormida, y abro la ventana con ganas de ver qué cielo nos espera hoy. Parece que anuncia luz y sol. esto es buena noticia para mí, es como si un día claro y despejado me trasmitiese energías. Me voy sintiendo despertar. Dejo que el aire de la mañana invada mi espacio y me oxigene por dentro. Respiro lentamente, profundamente y en este aire que entra en mis pulmones, te reconozco. Acojo tu presencia misteriosa, no quiero poner resistencias y entras, ventilas mi interior y exhalo el aire.
Sigo respirando pausadamente y en esta acción reconozco el secreto de la vida, de Tu vida regalada. Eres un Dios vivo que puedes y quieres soplar tu energía creadora, regeneradora. Tienes aliento de vida, energía capaz de generar vida a tu paso. Así te contempla el Yavista: cuando todo era confusión y caos, Tu Ruah, aletea sobre las aguas, las cubre y las envuelve. (Gen.1, 2). Y el salmista canta agradecido esta acción creadora de tu aliento:
"Envías tu soplo y son creados
y renuevas la faz de la tierra" (Sal, 104,30).

La creación del ser humano: hombre y mujer es una obra de arte para Ti. Como alfarero que modela con sus manos su mejor creación artística así apareces tú en la versión Yavista, creando:
"Entonces el Señor Dios formó al ser humano
con polvo del suelo,
e insufló en sus narices aliento de vida y resultó
el ser humano un ser viviente" (Gn2, 7).

!Que pocas veces, Señor, somos conscientes de la hondura de esta imagen como expresión de lo más profundo de nuestro ser: "barro y aliento divino", hechura tuya.! Así contemplaba Elihú su ser y el de su amigo Job, como una criatura tuya, como un regalo de tu aliento amoroso:
"Mira, soy como tú, no soy un Dios,
también yo de arcilla fui plasmado.
El soplo de Dios me hizo,
Me animó el aliento de Shaday" (Jb 27, 3-5)

Ese soplo de tu aliento nos configura a "tu imagen y semejanza" a tod@s de cualquier raza, lengua, sexo, clase...pero ¡no lo entendemos Señor!. Seguimos haciendo diferencias excluyentes y marginadoras que son un escándalo, una blasfemia porque atentan contra ti, destruyen la verdad de tu rostro. Aquel Adán indiferenciado, gritó tu sueño, tu verdad,  al contemplar a "Eva" (a la otra persona diferente a sí mismo): "¡esta sí que es hueso de mis huesos y carne de mi carne!" (Gn2,23). Nosotros no logramos aún después de 30 siglos enterarnos de esta verdad que tan claramente expresó, más tarde, el profeta Isaías en un lenguaje claro y sin metáforas: "no te cierres a tu propia carne"(Is 58,7).¡Cuando Señor tendremos la experiencia sentida y gustada de que al cerrarnos al herman@ nos cerramos a nuestra propia carne!. No podremos ser verdaderamente humanos mientras no comprendamos esta verdad y la pongamos en práctica. Pero ¡que lejos aun de vivir tu sueño de un mundo de hij@s y herman@s!.
Siento vergüenza, Señor, de esta desigualdad a la que yo coopero con mi comodidad y consumismo, con mi modo de vivir pactando de tantas maneras con ella, con mi falta de denuncia profética porque mi vida no es una palabra significativa y provocadora.
Quiero creer, con el salmista, que tu no dejas de seguir alentando con tu soplo de vida sobre esta realidad para recrear una humanidad nueva; no sólo una humanidad sino un planeta nuevo, un cosmos nuevo: "El señor envía su aliento y renueva la faz de la tierra."(Salm104, 30)
Hoy, al escuchar tu voz como aliento de vida, no puedo menos de pedirte que nos concedas la gracia de contemplar, como lo hizo la sabiduria de Israel, cómo sostienes con tu amor todo lo que has alentado a la vida, cómo estás presente en todo lo que existe, porque eres un Dios amigo de la vida:

"Amas a todos los seres y no aborreces nada de
lo que has hecho; si hubieras odiado alguna cosa,
no la habrías creado.
Y ¿cómo subsistirían las cosas si tú no lo hubieres llamado?
Pero a todos perdonas, porque son tuyos, Señor, amigo de la vida.
Todos llevan tu soplo incorruptible"(Sb.11,24-12,1)

            Necesitamos hoy Señor poder contemplar tu soplo de vida alentando nuestras personas, nuestro mundo. Tu soplo  en medio de tantas realidades de muerte que nos dificultan creer en ti y en nosotros. No corren tiempos de esperanza sino de des-aliento ¡No nos escondas tu aliento de vida!.


            Mientras hago esta oración de petición, recuerdo al profeta Ezequiel, él también sufría porque no veía salida a su pueblo. La ciudad y el templo habían sido saqueados, estaban desterrados, y con todas las esperanzas truncadas y al profeta Tú le concedes contemplar tu aliento. Déjanos hoy que esa profecía alimente nuestra esperanza.

El soplo de Dios infunde nueva vida en los huesos calcinados (Ez37,1- 9)

            "El espíritu del Señor me llevó, dejándome en un valle lleno de huesos... eran muchísimos y estaban calcinados" (37, 2-3).

            Esta imagen del profeta Ezequiel puede ser una buena simbolización de nuestro planeta: un valle lleno de huesos calcinados.
            El Espíritu del Señor conduce allí al profeta y no le permite cerrar los ojos ante esa realidad, sino que le hizo "pasar revista", mirar atenta y lúcidamente, constatar la magnitud de la muerte: "eran muchísimos".
             Hoy queremos, también, ser conducidos por Ti, "pasar revista" a nuestro mundo y dejarnos conmover por lo que nuestra mirada lúcida y atenta nos devuelve. Si tuviéramos que expresarlo con una sola palabra quizá la más significativa sea la de "crisis" (crisis económica, política, crisis ecológica, demográfica, de sentido, institucional, de valores, crisis del sujeto etc.). Esta palabra, Señor, Tú lo sabes, esconde muchos de nuestros "huesos calcinados".
·        Huesos calcinados por la injusticia, la desigualdad creciente, la insolidaridad. Los datos los sabemos, las imágenes nos bombardean pero no parece que nos movilicen suficientemente. Nos hablan de las víctimas por "falta de pan": el pan material, el pan de la sanidad, el pan de la cultura, etc.
·        Huesos calcinados por un comercio con la muerte: la venta de armas, drogas, prostitución, explotación del trabajo infantil.
·        Huesos calcinados por el fanatismo, el integrismo, la violencia de todo tipo. La intransigencia impositiva, las excomuniones, el miedo y la amenaza como modo de resolver los conflictos.
·        Huesos calcinados por un individualismo consumista y hedonista, por la trivialización y estetización de la vida, por el narcisismo dominante. Suicidios crecientes, depresiones, estrés generalizado, angustia flotante, soledad, sin sentido, pérdida de valores y utopías movilizadoras.
·        También, Señor, morimos por alejarnos de Ti, por no poder contemplar tu rostro verdadero, por perder la religación contigo y sustituirla por experiencias seudoreligiosas que nos evaden de la realidad o nos encierran en sectas y supersticiones.
            Concédenos Señor no pasar de largo ante la magnitud de la muerte en nuestro mundo, no cerrar los ojos a los huesos calcinados que nos rodean, danos lucidez para ver, honradez para nombrar las cosas por su nombre y fidelidad para responder a los desafíos de la realidad.
            No nos dejes caer en la desesperanza y el desaliento.
            Haciéndonos cargo de estos huesos calcinados de nuestro mundo, ¿podemos escuchar por algún lado tu palabra como aliento de vida?.

            "Hijo de Adán, ¿podrán revivir esos huesos?..."Tú lo sabes Señor"(37,3)

Esta es la gran pregunta que nos atenaza, ¿hay alguna salida para esta situación?. Los analistas no nos dan buenas perspectivas. Parece que lo razonable es la desesperanza.
            Los defensores a ultranza del Neoliberalismo nos quieren hacer creer que no hay salvación fuera del sistema y que éste es el menos malo de los posibles.
            Estamos Señor viviendo malos momentos. Han pasado los años de las grandes utopías, de los sueños de un mundo mas justo a corto plazo, de las conquistas irreversibles de los pobres, de las liberaciones al alcance de la mano. La realidad hoy nos muestra toda su crudeza, las estructuras evidencian su fuerza y su contundencia. Parece que no hay lugar para la esperanza.
            El profeta Ezequiel tampoco veía salida, pero no se queda en la inmanencia cerrada, en el resultado de lo que ven sus ojos, apela a la esperanza, a la confianza en que pueda haber una salida que él desconoce: "Tú lo sabes, Señor".
            Cuando los horizontes se cierran sólo queda aferrarse a la esperanza, no perder la capacidad de "soñar utopías" que generen la fuerza suficiente para que algún día puedan convertirse en "topías".
            ¿Cómo hacer de la esperanza camino hacia un futuro mejor?. ¿Sólo queda  esperar sin poder hacer nada?.
            De nuevo Señor necesitamos hoy escuchar tu voz:

            "Me ordenó: conjura así a esos huesos: Huesos calcinados, escuchad la palabra del Señor" (37,4).

            Hay una propuesta que parece absurda. ¿Cómo conjurar y pedir que escuchen a unos huesos calcinados?. ¿Qué eficacia podrían tener unas palabras para quien no tiene oídos para oír?.
            Sin embargo, el mandato está claro: tú conjura, haz de tu boca el lugar de la conjura, haz de tu boca el lugar de la protesta y la llamada, aunque creas que no te van a oír.
¡Cuantas veces, Señor, en la Biblia aparece esta disculpa nuestra tan comprensible!: no van a oírme, no querrán escucharme, ¿para qué hablar si no sirve de nada?. Para qué manifestarnos, hacer acampadas, movilizarnos, denunciar, enviar escritos si no hay resultados, si parece que hacemos el ridículo y se ríen de nosotros?. ¿Para qué empeñarnos en transformar la educación y la cultura y la sanidad, si las estructuras permanecen ahí inamovibles?. Para que decir la palabra de tu honradez profesional no pactando con ninguna corruptela si siempre habrá aprovechados que lo hagan?...
            Una vez más necesitamos oír esa Palabra, "tú conjura a esos huesos"(37,5), "conjura al aliento, conjura hijo de Adán, diciéndole: escuchad la Palabra del Señor". (37,9). Abre no sólo los ojos para ver, sino los oídos para escuchar su Voz. ¿Cómo escuchar tu Voz entre las voces?. ¿Dónde resuenan hoy tus palabras, una vez más, expresadas en palabras humanas ambiguas y poco claras?.
            ¡Concédenos Señor la gracia de dejarnos interpelar por el profeta a la escucha! ¡Danos un oído atento para escuchar el aliento de vida de Tu Espíritu en tantas lenguas distintas, en tantas realidades variadas y complejas, en tantas búsquedas equivocadas a veces, en tantos deseos desorientados y manipulados. Pero, ¿qué nos esta diciendo ahí Tu aliento de vida?.

            "Yo os voy a infundir espíritu para que reviváis" (37,5.6).

            El sujeto protagonista de la vida nueva para el pueblo no será el profeta y es bueno que eso el mismo profeta lo tenga claro. "Yo", dice el Señor, seré el que, una vez más, como en una nueva creación, soplaré sobre este nuevo "Adán", colectivo también como el Adán primigenio para que, donde había un pueblo destruido, un cuerpo sin espíritu, sin vida humana, aliente la vida que hace de los huesos calcinados un pueblo nuevo, del barro un ser humano.
            Hoy necesitamos con urgencia creernos estas palabras, no sólo los creyentes en Ti, Señor, sino todos los que, bajo el nombre que sea, te invocan. Necesitamos un corazón esperanzado que nos ayude a unirnos con la confianza que da saber que no luchamos solos contra las fuerzas del mal, contra los demonios de nuestro mundo que producen muerte
            Será una esperanza contagiosa que ayude a adherirse a ella a otras muchas personas que también confían en que las fuerzas del bien, que anidan en nuestro corazón humano, son más resistentes y auténticas que las del mal.
            ¡Ojalá que seamos capaces de unir nuestra esperanza activa a todas las personas esperanzadas del mundo, aunque no coincidamos en cual sea la razón última de ella!.

            "Ven aliento desde los cuatro vientos y sopla en estos cadáveres para que revivan"(37,9)

            El conjuro del profeta termina en una oración de súplica en nombre del Señor. "Así dice el Señor"..."Ven y sopla".
            En el día de hoy, Señor, quiero hacer un conjuro semejante, invocar al "aliento" que, desde "los cuatro vientos", llega hasta nosotros para permitirnos "ver", con la mirada de la profecía, que es posible que los cadáveres de nuestro planeta revivan.
            Es verdad que, antes de la visión, el profeta escucha un trueno, y padece un terremoto. Quizá sean buenas imágenes para expresar nuestro momento. Estamos ahí, pero arriesgamos a confiar que es sólo el preludio anterior al momento en que empiecen a ensamblares "hueso con hueso", que empiecen los tendones a estirarse y la carne vuelva a los huesos calcinados y la piel se tense (37,8), en espera del "aliento" de vida.

            "Penetró en ellos el aliento, revivieron y se pusieron en pie: era una muchedumbre inmensa" (37,10).

            El aliento, en la visión profética de Ezequiel, viene de los cuatro vientos, penetra en ellos y acontece lo increíble: los huesos calcinados no solo reviven sino que "se ponen en pie". Se ponen en marcha para construir el pueblo nuevo, la nueva Jerusalén arrasada por los enemigos.
            Son movimientos, apenas incipientes algunos, pero que nos permiten no sólo soñar sino poder "ver" con el profeta, cómo los huesos calcinados se van ensamblando unos con otros y va penetrando en ellos un "nuevo espíritu" que los hace revivir, ponerse en pie y ser capaces de afrontar de un modo nuevo "lo real".
            Igual que entonces a Ezequiel, también hoy a nosotros, se nos puede conceder la gracia de ver esa muchedumbre inmensa puesta en pié y de escuchar estas palabras: "Esto dice el Señor...infundiré mi Espíritu en vosotros para que reviváis, os estableceré en vuestra tierra y sabréis que Yo, el Señor, lo digo y lo hago- oráculo del Señor-" (Ez.37,14)
Ante tu Aliento de vida y de esperanza, me siento sobrecogida, Señor, y de mi corazón brota una suplica dirigida a ti: enséñanos a mirar y reconocerte, abre bien nuestros ojos para que sepamos ver en la cotidianidad de cada día, cómo, sobre nuestros huesos calcinados, tu soplo de vida ejerce su poder transformador, concédenos la gracia de saber contemplar y acoger tu aliento que se hace cuerpo en nuestro mundo. 

Gemidos inefables.

            Mientras voy y vengo, entre pasillos de metro, aulas de clase, reuniones, charlas, encuentros..., en medio de mi actividad diaria, sigo respirando tu aire, aspirando tu presencia y, sobre todo, no dejo de suspirar ese hondo deseo de saber hacer espacio, entre tantas voces diferentes, para seguir reconociendo tu lenguaje, para que siempre llegue a mi tu mensaje, sin interferencias, para que tu voz no me la acalle nada ni nadie.
            Mi propio suspiro me evoca algo y me dejo sentir. !Suspirar un deseo!, muchas veces me pasa, Señor, es como necesitar impetuosamente que algo, que me urge por dentro, salga de mi y se haga verdad para siempre. Entonces suspiro, parece que así, "empujando" ese deseo, le voy a dar vida, lo voy hacer verdad definitiva. Sueño con ello e imagino la alegría que podría llegar a sentir, pero pronto la realidad me llama, vuelvo a ella, sigo escuchando y me llegan esos otros y tantos suspiros que se abren eco a mi alrededor. Me gustaría poder "empujar" también en ellos, ofrecerles mi fuerza, porque todos, tú lo sabes, encierran igualmente grandes o pequeños deseos y algo, o mucho, de esa misma necesidad: convertir en realidad, hacer verdad, dar vida... En tu mundo Señor, hoy, suspiramos con fuerza, suspiro que llega a convertirse en grito de parto. Estamos queriendo dar a luz algo nuevo, tal vez una realidad diferente, pero esto nos cuesta, hasta nos duele, y es aquí donde, de nuevo, nos alivias: podemos recuperar aire porque Tu estas entre nosotr@s, estás y haces tuyas nuestras necesidades y deseos, nuestros esfuerzos. Lo se y me lo haces sentir..
            La palabra "ruah" expresa también el gemido de la parturienta cuando exhala ese último aliento antes de dar a luz. Así, como una mujer parturienta, has mostrado tu rostro al profeta Isaías:
"Como parturienta  grito, resollo y jadeo entrecortadamente" (Is.42, 14)

            ¡Que pocas veces te hemos contemplado así, como mujer pariendo, gritando de dolor por el lento dilatarse del útero para dar a luz! Y agradezco a Isaías que haya tenido la audacia de expresar ese rostro materno tuyo que tanto necesitamos.
También Tú hoy gritas, en medio del dolor de parto de nuestro mundo. No estás ahí "en tu cielo" impasible e insensible mientras en esta historia nuestra nos debatimos entre la vida y la muerte. Tu empujas con nosotros la vida como la parturienta empuja a la criatura que dentro de ella quiere salir, mientras nuestras manos parteras intentan ayudar a dar a luz.
¿Somos capaces de escuchar hoy tu gemido jadeante en el alumbramiento de un mundo nuevo?. ¿Podemos contemplar, como lo hizo Pablo, tu gritar, resollar y jadear debajo del grito de la creación entera que también desea dar a luz?. Es más ¿creemos que los dolores de nuestro mundo lo son de parto y no de aborto? ¿Podemos leer el dolor del mundo como el lento ensancharse del útero de la madre tierra para dar a luz una humanidad nueva, donde sepamos vivir mas reconciliados unos con otros y con toda la vida del planeta?
 "Pues sabemos que hasta el presente la creación entera sigue lanzando un gemido universal con los dolores de parto." (Rm.8, 19-20)

¿Te descubrimos a Ti, Madre parturienta, en nosotros mismos cuando gemimos anhelando la liberación de nuestro ser ?.
"Y no sólo ella; también nosotros, que poseemos el Espíritu como primicia gemimos en lo íntimo a la espera de la plena condición de hijos, del rescate de nuestro ser...
Pero, demás, precisamente el Espíritu acude en auxilio de nuestra debilidad: nosotros no sabemos a ciencia cierta lo que debemos pedir, pero el Espíritu en persona intercede por nosotros con gemidos inefables" (Rm.8, 22-24.26-27).

Cuando tu Espíritu de vida se hizo cuerpo en el seno de una mujer tuvo lugar la encarnación, pero esto, Señor, no es algo que ocurrió en el pasado, sino que de distinta manera, pero también con verdad, sigue pasando siempre que consentimos a tu Espíritu que se haga cuerpo, es decir verdad histórica en nosotros y en nuestras estructuras.
Jesús, el rostro visible del tuyo invisible, también un día sopló su aliento de vida sobre su comunidad y les dijo :"Recibid el Espíritu santo" (Jn. 20,22) y ese aliento de vida se expandió no sólo sobre las cabezas de sus discípul@s sino sobre el universo entero como promesa y realidad para todos los tiempos.
            Concédenos la gracia de contemplar como gemidos inefables de tu Espíritu las búsquedas y los esfuerzos de tantas mujeres y hombres en nuestro mundo por hacerlo más justo, más fraterno, más reconciliado.
            Permítenos leer nuestros anhelos por descubrir lo mejor de nosotros mismos como gemidos tuyos en nuestro interior para ser revestidos por tu Espíritu de vida.
¡Sí! Los que estamos en esta tienda gemimos oprimidos. No es que queramos ser desvestidos sino más bien sobrevestidos, para que lo mortal sea absorbido por la vida. Y el que nos ha destinado a eso es Dios, el cual nos ha dado en arras el Espíritu" (Cor. 5,4-5).

            Escucho tus gemidos inefables, hoy en nuestro mundo, como ese grito de la parturienta, esa "ruah" final que anuncia ya el parto. Contemplo y te descubro en muchos lugares, en muchos grupos, minoritarios pero reales, en muchos proyectos. Es tu "Ruah" que se nos revela como:
·        Ruah de justicia y solidaridad que hace crecer la conciencia ética y el convencimiento de que este mundo nuestro, interdependiente, o nos salvamos juntos o nos destruimos juntos.
·        Ruah constructora de paz y tolerancia que moviliza los pies de quienes hacen de su vida una lucha por construir una paz fruto de la justicia, cerrando el paso a quienes quieren hacer la historia desde la violencia, la intolerancia o los fanatismos.
·        Ruah de liberación que impulsa a personas y pueblos a la búsqueda de una liberación integral que nos permita vivir como seres humanos y, aún más, como hij@s y herman@s.
·        Ruah que conduce a lo más hondo del ser humano, a la búsqueda del yo profundo. Búsqueda, que apunta al desvelamiento de lo mejor de nosotros mismos "a la espera de la plena condición de hij@s" y de herman@s. Que descubre la deshumanización a la que lleva el actual desorden establecido, la insuficiencia del bienestar económico y el consumo como dador de sentido a nuestra vida.
·        Ruah contemplativa que devuelve la religación contigo, que impulsa a la verdadera experiencia mística como búsqueda de sentido. Nos conduce hacia una mística que no solo recupera el encuentro contigo, Señor, en la mas profundo de nuestro propio ser, sino que se nos va llevando a la búsqueda de una mística de "ojos abiertos", "una mística de la misericordia y la solidaridad".
·        Ruah lúcida y consciente que nos va conduciendo a despertar, despertar "del sueño de la cruel inhumanidad" [9] en la que vivimos. Ruah que nos hace comprendernos como sujetos y agentes de nuestra propia educación, desarrollo y crecimiento. Que nos conduce hacia una mayor personalización y el despertar de la consciencia como camino de crecimiento y madurez personal y social, como proceso para recuperar la salud psicológica y el cultivo de la espiritualidad.
·        Ruah profética que denuncia toda violación de los derechos humanos y, ¿hay alguno más sagrado que el derecho a vivir dignamente?. Que desenmascara la mentira, la ignorancia interesada, la justificación cínica. Que anuncia buenas noticias, alienta esperanzas, propone utopías realizables.
·        Ruah integradora que va quebrando dualismos antagónicos y seculares: natural-sobrenatural; humano-divino, cielo-tierra, sexualidad-espiritualidad, cuerpo-alma. Ruah que impulsa al diálogo ecuménico a todas las religiones.
·        Ruah de la imaginación simbólica que nos va ayudando a recuperar la realidad como epifanía y sacramento de tu misterio. Ruah que reivindica el derecho a gozar de la belleza. Invita a celebrar la vida, recuperar la fiesta, el placer de ser y encontrarse, de comunicarse sin trabas ni tabúes.

            Gracias Señor por esta ráfaga de aire limpio que supone poder contemplarte, descubrirte en medio de nosotr@s pariendo vida y pidiéndonos a tod@s que colaboremos contigo, que pasemos por nuestra historia  convirtiéndonos en parter@s de la vida allí donde alienta, allá donde nadie logra verla, descubriéndola en los lugares más insospechados, valorando toda vida por muy insignificante que parezca. 

Brisa suave.

He salido a dar un paseo. Voy caminando despacio, tranquila, relajada..., dejando que por mis poros penetre la atmósfera que me rodea y saboreando ese aire suave que acaricia mi rostro y despeja mi cabeza. Me regalo un tiempo para "ser y sentir", para mirar y ver más allá de lo que aparentemente hay. En medio de mi ritmo diario, !qué lujo y qué necesidad!, !qué distinto se ve todo, siendo lo mismo de siempre!. Es como una "bocanada de aire fresco" que ensancha mis pulmones y, de nuevo, me habla de tu presencia, me hace sentir que lo envuelves todo. Sigo caminando y las calles, los coches, la gente corriendo, los ruidos..., van quedando atrás. Ante mí, se abre un paisaje distinto: caminos de tierra, arboles, césped, flores, niños jugando, parejas que pasean, al fondo el mar. Aquí se ve mejor el cielo y parece que es más fácil respirar, respirarte , tu aire sabe y huele distinto. En este espacio amplio y verde me siento a acoger, a acogerte, sentirte, gustarte. Escucho los chopos tintineando suavemente en un sonido apenas imperceptible. Unas hojas que caen al suelo me hacen descubrir la presencia de una suave brisa.
            Me estremezco, soy consciente que una vez más ha resonado tu voz y como a Elías se expresa en la suave brisa:
"El Señor le dijo:
Sal y ponte de pie en el monte ante el Señor.
¡El Señor va a pasar!.
...Después del fuego se oyó una brisa tenue;
al sentirla Elías se tapó el rostro con el manto, salió fuera y se puso en pie a la entrada de la cueva.
Entonces oyó una voz que le decía:
¿Qué haces aquí Elías? (I Re 19,12-13)

            Sin ruidos y sin alardes, así es tu presencia. Reclamas silencio, sosiego, calma para escuchar "la brisa tenue" de tu lenguaje. Nos pides oído discreto para reconocer tu Voz.
            Así de asombrosa es la acción de tu Espíritu, donde no hay apariencia, ni se espera grandes cosas, allí se revelan, Señor, tus preferencias. Jesús, lo vivió así y lleno de la alegría de tu Espíritu, te dio gracias por ello; yo, hoy, hago  mía su oración: " Bendito seas, Padre, Señor de cielo y tierra, porque, si has ocultado estas cosas a los sabios y entendidos, se las has revelado a la gente sencilla. Sí, Padre, bendito seas, por haberte parecido eso bien." (Lc 10,21).
            Te escucho en la brisa que me desvela el valor de lo discreto, de lo que no se ve, apenas se siente, pero posibilita respirar en el ardor del verano. Te descubro en ese suave viento que, poco a poco, va empujando a los veleros a buen puerto, sin sobresaltos, sin acelerar el ritmo, sin prisa pero sin pausa y mientras observo el surco del velero en el mar, apenas perceptible, contemplo tu acción discreta en la historia. Esa de la que nos habló Jesús y no nos acabamos de enterar.
            Te esperamos en el poder, esplendor, fuerza, buena apariencia, ruido... y Jesús nos habló siempre de que Tu Reino estaba oculto en el grano de mostaza, en una pequeña medida de levadura mezclada en la harina. Comparó la vida cristiana con unos granos de sal suficientes como para sazonar las comidas o curar unas heridas, con un pequeño candil que alumbra una habitación.
            Siempre que leo estos textos del Nuevo Testamento, donde se nos revela el valor de lo discreto, la fuerza salvadora de la cotidianidad, me acuerdo de María, la mujer sencilla a la que Dios elige para hacerla Madre de su Hijo. Ella, la educadora de Jesús, es la mujer que llanamente acoge la salvación y la hace verdad desde la oscura y olvidada Nazaret.
            Al acoger el misterio de la acción de Dios en ella, descubre también las maravillas de ese mismo Dios en su pariente “vieja y estéril” y sin mediar palabra, se va presurosa para hacer verdad que es servidora de su Señor, en el servicio a los hermanos. Se va para  hacerse no solo portadora de salvación sino “partera” de la vida allí donde apunta.
            María acoge su persona de mujer sencilla de un pueblo de mala fama, como mujer agraciada por Dios, bendecida y canta sin pudor las maravillas que Dios ha hecho en ella (Lc1,46-50). Ha sido liberada para el gozo y por ello invita también a su prima a entonar un canto de alabanza y profecía a su Señor que es el Señor de Israel su pueblo.
            No le fue fácil acoger el misterio de aquel hijo que tantos desconciertos y sobresaltos le traerá en la vida. Pero no se nos presenta su persona como acogedora pasiva sino activa, interrogativa, tomando iniciativas.
Los Evangelistas ponen muy pocas veces palabras en boca de María, tres o cuatro y curiosamente dos son preguntas que piden una explicación: ¿Cómo será esto?...¿Hijo por qué has hecho esto con nosotros? (Lc 2,48). En ambos casos María acogerá la palabra del ángel y del hijo, sin entender, pero  guardándola en el corazón, acogiendo, en actitud de silencio y hondura, acontecimientos que la desbordan y desconciertan.
            Acoge las dudas y sospechas sobre su embarazo (Mt.1,19).
            Acoge un inoportuno edicto que la llevará a dar a luz a su hijo en un casi descampado a las afueras de la ciudad (Lc.2,1-6).
            Se verá envuelta en una escapada fuera de su patria, emigrando a un país extraño para salvar la vida de su hijo de los poderosos de turno que, para defender sus intereses, no les importa provocar la muerte y la huida de los pobres inocentes (Lc.2,13-18).
            Tiene que escuchar los rumores, de parientes y extraños, de que su hijo esta mal de la cabeza, es un borracho, comilón amigo de prostitutas y malas gentes, que si está endemoniado... (Mc 3,20-30; Lc 15,1-2).
            Acoge, en silencio doloroso, que uno de los motivos de escándalo y desprestigio de Jesús sea la pobreza y “no dignidad” de sus progenitores. ¿”No es este el hijo de....? (Mc.6,2-3).
            Más duro le resultaría, sin duda, acoger por parte de Jesús palabras que le retaban a desprenderse de cualquier tipo de pretensión de posesividad sobre su hijo: “¿Por qué me buscabais?. ¿No sabíais que debo ocuparme de las cosas de mi Padre?” (Lc.2,49). “¿Quienes son mi madre y mis hermanos?" (Mc.3,33-35).
            No debió entender María, tampoco, el aparente desentenderse de Jesús ante su petición para salvar de la vergüenza a una joven pareja que calcula mal la cantidad de vino para su fiesta de bodas. Pero no solo toma la iniciativa en presentarle la necesidad, sino en enviar a los criados ante Él, porque estaba segura que el Hijo haría algo (Jn2.1-5).
            La palabra empeñada en el diálogo con su Dios, se va haciendo carne de su carne y cuerpo de su cuerpo, no solo para dar a luz a su hijo, Jesús, sino para ir dejándose configurar por Él, siguiendo sus huellas, convirtiéndose por la fe en discípula suya.
            Al final, con el corazón traspasado por el dolor, acogerá, sin comprender, la muerte en cruz del hijo inocente en medio de dos ladrones y en el abandono mas total de las masas que le aclamaban, de los beneficiados por sus curaciones, de sus amigos y elegidos. Sólo unas mujeres y Juan permanecen ahí junto al crucificado (Jn.19, 25-27).
Mientras los siglos posteriores enaltecieron a María llenándola de coronas, mantos de gran valor, títulos honoríficos... la mujer de Nazaret, llamada María, peregrinó en la fe oscura muchas veces para ella.
            En ese acoger lo que la vida le traía y le quitaba en la oscura cotidianidad de Nazaret, ella realizaba la salvación en su cuerpo y en su entorno, sin ruido y sin alardes.
            Los recuerdos se me agolpan y el corazón me queda rebosando gratitud por las maravillas que tu Espíritu hizo en María.
            Mientras, todos estos recuerdos me vienen a la memoria, sigo sintiendo la brisa suave sobre mi rostro y sencillamente me quedo en silencio, con la esperanza de que ese contacto se haga verdad en mí y me vaya aficionando a lo discreto, pequeño, sencillo, en definitiva, "lo evangélico", tal como hoy, de nuevo, lo he podido contemplar en María de Nazaret. 

Aire huracanado.

El día se ha ido apagando, ya toca su fin. El silencio empieza a reclamar su espacio e invita a descansar, a desconectar, a aparcar todo lo que queda por hacer. Como mucho, cabe ese gesto confiado de "si Dios quiere, mañana será otro día". Miro a través de los cristales, fuera, se ven ya pocas luces encendidas, ¿qué habrá detrás de ellas?. Por lo demás, todo es oscuridad cerrada, parece que la luna no ha recuperado su cielo y las estrellas la han abandonado. La noche está muy desangelada y fría, empieza a llover y un fuerte viento deja oír su silbido. No puedo menos que agradecer tener el cobijo de un techo y el calor de un hogar. El viento sigue soplando cada vez más fuerte y se levanta un vendaval que, en su violencia, llega a estremecerme. Cierro los ojos y me siento protegida, segura. Pero en ese estruendo y azote, algo me llega de Ti: ruges, aúllas, gritas y me da miedo escucharte, siento como si todo el universo también gritase a tu paso. Todo el gemir del mundo se hace eco en tu furor y de esto, Señor, no puedo protegerme. En Ti resuena esta noche el aullido de muerte de tantas mujeres, hombres, niñ@s a quienes no permitimos vivir dignamente.
            Ruge el furor de la guerra en tu garganta, viento huracanado, el estruendo de las bombas y granadas.
            Así dice el Salmista:
     "Viene nuestro Dios...
     en torno a él, violenta tempestad"(Sal, 50,3)

            Quiero esconderme de ti y no puedo. Cierro los ojos y los oídos para no ver ni oír tu destrucción pero te arremolinas en torno a mí. ¡Cuánto anhelo en este momento que se pudiera hacer verdad ese deseo de León Felipe
"Viento
suéltame, déjame...¡déjame dormir!
Quiero dormir, dormir...¡dormir!.
Siembra mis sueños, entiérrame,
cúbreme ya con una frazada de tierra caliente
y déjame crecer. Quiero crecer. ¡Dormir es crecer!  Acuéstame...
¡Siembra mis sueños!
Cuando haya crecido
y sea ya un pino duro, místico y derecho en la orilla del mar
para ofrecerme como el palo mayor de la fragata
y llevar las velas más seguro que ahora,
ven a despertarme,
a arrancarme de la tierra otra vez.
tal vez entonces podremos pasear juntos entre las nubes
oscuras y rotas ya de la tormenta..,"[10]
:
            Pero los deseos son una cosa y la realidad es otra, la fuerza incontenida del viento me asusta y no puedo dejar de escucharla, silba, grita tu cólera por el dolor injusto infringido a tus hij@s ¿Cómo no vas a enfurecer ante el espectáculo de un mundo donde 1.300 millones de personas tienen que vivir con menos de $1 al día; casi 3.000 millones, con menos de $2 [11]y al tiempo los tres hombres más ricos del planeta (Bill Gates, el sultán de Brunei y Warrenn E. Buffet) superan el producto nacional bruto de los 48 países menos adelantados, y las 225 personas más ricas del mundo poseen tanto como el 47% de la humanidad?.[12]
            El profeta Nahun viene en mi ayuda para interpretar tu lenguaje en ese aire que me tambalea interiormente:
"El señor es un Dios celoso y justiciero,
el Señor sabe airarse y tomar venganza.
Camina en el huracán y la tormenta,
Las nubes son el polvo de su paso" (Na 1,3)

            No me gusta esta imagen de Ti, como Dios justiciero y vengador, pero entiendo tu cólera, tu indignación.
            También nosotros, hoy, necesitamos  recuperar la capacidad de indignarnos por la situación que hemos creado, que de modo más o menos consciente sostenemos, y hacer de esa indignación energía de denuncia, lucha y liberación. A veces pienso que confundimos la tolerancia con la apatía y la comodidad. Escondemos nuestros miedos y cobardías debajo de palabras bonitas.
            ¡Ven aire huracanado y desenmascara nuestras mentiras y ocultaciones, derriba nuestras falsas justificaciones! ¿Qué puede justificar que el año pasado hayamos gastado en Europa $105 mil millones en bebidas alcohólicas y $ 50.000 millones en cigarrillos sabiendo que el coste adicional que supondría agua y saneamiento para tod@s serían sólo $9.000 mil millones? [13].
            Si miro al planeta Señor, esa obra tuya, creada con amor, contemplo que mientras tu te empeñas en sostenerla con tu aliento, nosotros nos empeñamos en destruirla y degradarla hasta hacerla irrespirable
.           Hoy nos hablas también desde el aire contaminado. Nos desvelas la expoliación del planeta, la degradación del ecosistema, la amenaza de la biodiversidad, el agujero de la capa de ozono, la contaminación ambiental. Todo es, o puede ser, objeto de comercio y ganancia aunque nos estemos jugando el futuro del planeta.
            El profeta Ezequiel clama también en su tiempo y anuncia con una rica metáfora que el viento de Dios derribará el muro de sus falsedades, de sus esperanzas irrisorias, de sus mentiras blanqueada. Desenmascáranos, Señor, y déjanos "al aire".
"Por tanto, esto dice el Señor:
Con furia desencadenaré el vendaval,
Una lluvia torrencial mandaré con ira,
Y pedrisco, en el colmo de mi furia.
Derribaré la pared que enlucisteis, la tiraré al suelo,
Quedarán al desnudo sus cimientos" (Ez. 13,13).

            Concédenos escuchar tu grito de protesta, tu denuncia sin paliativos, desnúdanos de nuestras caretas e ignorancias interesadas, ahora te toca a Ti emitir tu juicio y una tormenta de viento que lo envuelve todo es tu lenguaje:
"En aquel tiempo dirán a este pueblo y a Jerusalén:
Un viento ardiente sopla de las dunas del desierto
Hacia la capital de mi pueblo:
No viento de aventar ni de cribar,
Si no viento huracanado a mis órdenes:
Ahora me toca a mí juzgarlos a ellos" (Jr.4, 11-12).

            Júzganos, Señor, con misericordia, aunque no la merezcamos, danos oídos al menos para reconocer el juicio que en nombre del profeta Jeremías hoy nos lanzas:
"Vuestras culpas han trastornado el orden,
vuestros pecados os dejan sin lluvia,
porque hay en  mi pueblo criminales que ponen trampas
como cazadores y cavan fosas para cazar hombres:
sus casas están llenas de fraudes
como una cesta está llena de pájaros,
así es como medran y se enriquecen, engordan y prosperan;
rebosan de malas palabras, no juzgan según derecho,
no defienden la causa del huérfano
ni sentencian a favor de los pobres.
Y de todo esto, ¿no tomaré cuentas? -oráculo del Señor-"
(Jr.5, 25-29).
"Mi pueblo es insensato, no me reconoce,
son hijos necios que no recapacitan:
son diestros para el mal, ignorantes para el bien" (Jr.4, 22).

            También, Señor, el vendaval arrampla con nuestros "aires de suficiencia", nos viene bien que nos bajes de nuestros pedestales cuando se "nos sube el aire a la cabeza", cuando "nos damos aires" de ser lo que no somos.
¡No así los impíos, no así!
Que ellos son como paja que se lleva el viento" (Sl. 1,4)

          El viento es también lenguaje de verdad cuando pone al descubierto la consistencia o inconsistencia de nuestra vida, ¿vivimos al aire que más sopla?, ¿se puede decir de nosotros que "tenemos la cabeza llena de aire"?. ¿Estaremos tan ciegos que no nos damos cuenta que corremos tras cosas que se las lleva el viento?. En estos tiempos nuestros tan posmodernos, donde con tanta facilidad vivimos desde la trivialización de la vida y el des-compromiso, pero también tiempos desmitificadores y relativizadores de falsos absolutos, nos puede venir bien leer la sabiduría escéptica y en cierto modo demoledora de Quohelet. Dice Alonso Schökel que en "él la sabiduría se apea, llega al borde del fracaso; así encuentra su límite y se salva"[14]
  "Examiné todas las acciones que se hacen bajo el sol: todo es vanidad y perseguir vientos...mi mente alcanzó sabiduría y mucho saber. Y a fuerza de trabajo comprendí que la sabiduría y el saber es también caza de viento, pues a más sabiduría más pesadumbre, y aumentando el saber se aumenta el sufrir." (Ecl.,15.17-18).
"Observé todo el esfuerzo y el éxito de las empresas: es pura rivalidad entre compañeros. También eso es vanidad y perseguir vientos..." (Ecl. 4,4.)

            Este sabio de Israel recorre todos los rincones de la realidad, todas las acciones humanas y concluye que "todo es vanidad y perseguir vientos", curiosamente en el Epílogo de su libro propone la única sabiduría que para él merece la pena,
"En conclusión y después de oírlo todo, teme a Dios
y guarda sus mandamientos, porque eso es ser hombre;
que Dios juzgará todas las acciones,
aun las ocultas, buenas y malas" (Ecl.12,13)

            Cohélet, concluye su libro adelantando de alguna manera la sabiduria que nos propuso Jesús, el reconocimiento de dónde está lo perdurable y donde lo caduco. ¡Señor, danos tu sabiduría para distinguir la verdad de nuestra vida, la solidez de la cultura que queremos construir, la hondura de nuestras convicciones y creencias!
            Jesús  nos expresó claramente dónde está la sensatez y donde la necedad y frivolidad que se lleva el viento pero no sabemos escuchar su palabra de verdad:
"Todo aquel que escucha estas palabras mías y las pone por obra se parece al hombre sensato que edificó su casa sobre roca. Cayó la lluvia, vino la riada, soplaron los vientos y arremetieron contra la casa; pero no se hundió, porque estaba cimentada en la roca.
Y todo aquel que escucha estas palabras mías y no las pone por obra se parece al necio que edificó su casa sobre arena. Cayo la lluvia, vino la riada, soplaron los vientos, embistieron contra la casa y se hundió. ¡ Y que hundimiento tan grande!"(Mt.7, 24-27)

            Hoy también sentimos nuestro planeta, nuestro mundo, nuestra Iglesia en medio de una gran tempestad, igual que en tus tiempos Jesús, la barca en la que tú estabas se veía  amenazada por un aire huracanado que parece hundirla, y tu dormías. Muchas veces me viene esta imagen cuando siento tambalearse la barca de nuestro mundo, de nuestra Iglesia, de nuestra casa y me pregunto y escucho a mi alrededor preguntas semejantes: ¿dónde estás?, ¿acaso duermes?, ¿nos has abandonado a nuestra suerte?. Y siento envidia cuando leo en el Evangelio que Jesús increpó al viento diciéndole: "¡Calla, enmudece! El viento se calmó y sobrevino una gran bonanza" (Mc.4, 39).
            Necesitamos creer en la fuerza de tu Palabra en la historia para calmar nuestras tempestades, pero sentimos flaquear nuestra fe. Quizá porque ya no tenemos una fe ingenua, ni mágica y comprendemos que tu modo de proceder en la historia no es tanto hacer "milagros", tal como ahí parecería que pasó, sino que contando contigo, somos nosotr@s l@s llamad@s a luchar contra esos vientos de muerte. Por eso escucho como dirigidas a mí, sus palabras de denuncia a tus discípulos por su poca fe, al perder la confianza asustados por la tempestad. "¿Por qué sois tan cobardes?. ¿Cómo es que no tenéis fe?" (4,40-41).
            Tu Espíritu, Señor, se muestra muchas veces en forma de viento huracanado que, como en un nuevo Pentecostés, quiere derribar nuestras puertas bien cerradas y lanzarnos, como lo hizo con la primera comunidad, a la aventura de proclamar la buena noticia a los cuatro vientos y construir tu Reino. (Hch 2,1-11.Jn 20,21-22; Mc.16, 15).
            Envía Tu Espíritu, como aire huracanado, sobre nosotros, sobre nuestras estructuras viejas, sobre nuestros inmovilismos y haznos instrumentos dóciles a su acción.
            Termino mi oración recitando este bello poema de Percy Bysshe Shelley que evoca la fuerza cósmica del viento que arrasa y renueva la naturaleza:

"Oh salvaje viento del Oeste
...encantador de los espectros,
Espíritu salvaje, que te estás moviendo por doquier,
Destructor y salvador; escucha, ¡oh, escucha!
...¡Oh controlable!
...indómito, pronto, orgulloso
...Sé tu, espíritu fiero
¡Mi espíritu! ¡sé tú yo, el impetuoso!
¡Conduce mis muertos pensamientos por encima del
universo.
Como hojas resecas para apresurar un nuevo
nacimiento!
Y, por la incantación de este verso,
¡esparce, como de un inextinguido hogar
cenizas y chispas, mis palabras entre la humanidad!.
¡Sé a través de mis labios, para la tierra no aún
despierta
la trompeta de una profecía!. Oh viento,
si el invierno viene, ¿puede la primavera estar muy
atrás?[15].


IV- PON MIS PIES EN LAS HUELLAS QUE DEJA TU PASO.

           En este otoño, soleado y frío, que colorea nuestro paisaje, nuestros parques, nuestras calles, a menudo me regalo la vista observando esa gran lluvia de hojas que deciden abandonar su árbol y abandonarse al aire; se dejan llevar y traer, no ponen resistencias, mansamente son trasladadas de un lugar a otro.
           Me veo a mí misma caminando con prisa, pisando segura, sé a donde voy. Otras personas a mi alrededor van y vienen en un bullir interminable. Vuelvo a mirar las hojas dóciles al viento y me brota poner atención a lo que éste me dice. Tímidamente, se dirige a mis pies y les susurra: ¿quién os conduce?, ¿qué dirección y orientación lleváis?, ¿por qué vais a éste o aquel lugar? .
           Me quedo en silencio, quieta, atenta. Me doy cuenta que los pies son mis órganos de movilidad. Me posibilitan caminar en una u otra dirección y también permanecer en pie. Estar sin más. En marcha o parada, de pie o tumbada. Son símbolo de la dirección y orientación de mi vida...
           Soy consciente, Señor, que una palabra significativa e importante me diriges en este momento y no quiero dejarla pasar. El viento sigue removiendo todo lo que encuentra a su paso, yo sólo miro atentamente y me dejo impactar.
           En ese ir y venir de las hojas removidas, escucho que me dices: "Te invito a un diálogo sencillo y hondo con tus pies. Arriésgate a hacerlo puede ser un buen lugar de lucidez y autoconocimiento, míralos, pregúntales y déjalos hablar; escucha sus respuesta, puedes quedarte sorprendida de su sabiduría". Acojo tu reto y les pregunto:
:                      * qué tipo de persona llevan encima, con qué talante la sienten caminando por la vida; cómo se sienten con ella;
                        * qué caminos han caminado, qué registros han quedado grabados en los surcos de sus plantas, de qué hablan esos surcos, de qué experiencias, personas, realidades, pueblos, países; qué consciencia tienen de las huellas que han dejado a su paso;
                        * si caminan solos o acompañados; junto a quién han caminado, a quién han dejado a un lado; ante qué o quiénes han dado rodeos; ante qué “heridos tirados en el camino” han sabido detenerse y si han dejado que esos encuentros vayan modificando la dirección y el ritmo de sus pasos;
                        * si saben danzar la danza de la vida; disfrutar de los amigos y amigas, de las realidades sencillas y cotidianas que hacen la existencia más humana y gozosa; alegrarse y compartir  la lucha por la vida y la solidaridad
                        * si saben descalzarse asombrados ante el misterio de la vida, de toda vida, por muy insignificante que parezca.
            Tantas preguntas me dejan desconcertada, aturdida, necesito darme tiempo para contestar sin prisa. El aire sopla cada vez más fuerte, temo que me arrastre... ¡Eso es lo que me pasa.! Temo dejarme llevar y traer al "aire de tu Espíritu", Señor. Quiero ser yo quien controle cada paso de mi vida. No soy de las que cedo fácilmente el control de mi persona, pero sé hacerlo cuando el amor se hace verdad en mí, cuando sé que me puedo fiar, cuando me siento acogida incondicionalmente.
            Tu Espíritu, a través del aire que me envuelve, me invita a dejarme movilizar por Él, a abandonar el control de la dirección de mis pasos, para poder ser conducida tras las huellas que Jesús dejó, en la historia.
            Espíritu de Jesús, ¡ven!, recuérdanos cuáles son esas huellas, muéstranos cómo caminaban sus pies por los caminos polvorientos de Judea, Samaría, Sidón, Tiro.
            Poco a poco, van viniendo a mi memoria pasajes del Evangelio y Tú vas revelándome, de un modo nuevo, las huellas de Jesús tras las que quieres invitarnos a caminar. Miro y contemplo:
·        Sus pies que caminan gestando vida junto a las vidas perdidas y descarriadas, los excluidos, hombres y mujeres de mala fama. Esos "malos pasos" terminarán proyectando sospechas sobre su propia persona (Lc.15,1-2).
·        Que son los suyos, pies samaritanos, que no pasan de largo y van haciendo de todo otro tirado en el camino, alguien "próximo" (Lc.10,36-37).
·        Pies que saben, también, reponer fuerzas, descansar del desgaste de la vida, invitando a sus amig@s al reposo, al disfrute del encuentro y la amistad (Mc.6,31).
·        Son pies que se dejan besar, acariciar y ungir por una mujer pecadora a la que devuelve su dignidad y convierte en discípula (Lc.7,36-50).
·        Que traspasan fronteras rompiendo el cerco del nacionalismo excluyente (Mc.6,53).
·        Pies que descubren vida en caminos desolados, en situaciones de muerte, por eso caminan decididos a "subir a Jerusalén"(Mc.10,32) sin huir del conflicto, y al tiempo, buscan el apoyo y compañía de sus amigos, porque se sienten sin fuerzas para estar en pie (Mc.14,34 -35).
·        Pies que, mientras caen abatidos de rodillas ante el miedo a morir, sabrán sostenerse firmes para no claudicar en su misión de dar vida a este mundo, aunque él la pierda en el empeño (Mc.14,36.42).
·        Que se hacen compañeros de camino para alentar pasos desesperanzados y convertirlos en pies que corren para anunciar a l@s otr@s la Resurrección (Lc.24,13-35).

Permanezco en silencio saboreando esas imágenes y recuerdos para terminar con una oración de súplica:
            Señor, necesito dirigirme a ti en mi nombre y en el de todos los que creemos en Jesús, como el Señor: concédenos la gracia de dejarnos configurar por su Espíritu, consentir en ser traíd@s y llevad@s por Él, poner los pies en las huellas que deja su paso. Para que eso sea verdad, necesitamos que nuestros pies vuelvan a encontrarse con Jesús, el Señor de la vida, y queden seducidos por la atracción de su persona y proyecto. Esa experiencia no podrá ser olvidada.
Nuestros pies percibirán el amor con que son mirados y sin duda, cada un@ de nosotr@s  escuchará de nuevo unas palabras firmes en su respetuosa invitación: ”Si quieres, ven y sígueme. Acompáñanos, únete a este puñado de hombres y mujeres que quieren  proclamar con sus vidas la buena noticia del Reino de Dios. Si quieres ven y ayúdanos a expulsar “demonios”, a luchar por los derechos humanos como derechos divinos, para hacer posible y por eso creíble que somos hermanos, hijos de un mismo Padre.
            Tu Ruah, Señor, irá poniendo nuestros pies tras sus huellas, sin ofrecer resistencia; les enseñará a caminar sus caminos de vida para hacerlos propios; no perderán la dirección adecuada, y por tanto no darán rodeos, sino que descubrirán el arte de hacerse “próximos” a toda persona, mujer u hombre, tirada en el camino. Sabrán permanecer en pie ante los crucificados de la historia, caminar allá donde “alguna parienta” esté a punto de dar a luz  vida, proyectos, esperanza.
            También, nuestros pies sabrán ir despacio disfrutando del camino, aprendiendo a caminar al paso del amigo y del extraño; hacerse encontradizos y aparentar pasar de largo, sus pasos dejaran el corazón "ardiendo" del amor de su Señor.
           Nos regalaras la gracia de convertir nuestros pies en “artesanos” cotidianos de la justicia de nuestro Dios que vino a poner vida donde hay muerte y más vida donde hay mas muerte.
            Entonces serán de verdad pies que caminan en y para la vida, que se hace eterna, porque dejan el rastro de lo indestructible: una vida vivida en y desde el amor, que es lo único que permanecerá cuando la presencia "cara a cara" contigo, Dios de la vida, nos haga ya innecesaria la fe y la esperanza.


V- HAZ DE MI PIEL EL LUGAR DONDE ME DEJO TOCAR ACARICIAR, CONFIGURAR POR TI.

            Estoy en la playa dejándome acariciar el cuerpo por la brisa suave del mar. El sol luce espléndido pero no me quema gracias al frescor del aire. Cierro los ojos y me dejo sentir, sin prisa, toda mi piel. Respiro, inspiro dejando entrar el aire hasta el fondo. Respiro tu presencia Señor, invisible pero real, no quiero poner resistencias, me dejo llenar el tórax, el abdomen. Expiro y me abandono a tu presencia, !aquí estoy!, te digo, "hágase en mi, según Tu Palabra", es mi "mantra" oracional.
            En medio del bullicio de la playa, el silencio, dentro de mí, se va haciendo cada vez más profundo y denso. Silencio del cuerpo, relajado, abandonado, silencio de la mente, no hay pensamientos, imágenes..., silencio de las emociones... y se me regala un silencio "fértil", de "música callada" o de "soledad sonora", como diría San Juan de la Cruz. Solo tu lenguaje hecho silencio.
            Me siento envuelta en tu presencia amorosa y refrescante. Repito el gesto de Elias, ante el paso de la brisa suave, que anuncia tu presencia, yo también me tapo el rostro, y escucho tu palabra "¿Qué haces aquí?". (I.Rey. 19,12). Dejarme hacer por tí, te digo, acogerte, escucharte, sentirte a través de mi piel, tan necesitada de contactos constructores, de contactos que me devuelven mi verdadera identidad, de caricias que me ayuden a restaurar heridas, a sanar mi cuerpo y mi espíritu.
            Sigo contemplando la brisa acariciando las olas que rompen mansamente en la arena y, una y otra vez, algo susurran... escucho: "eres el mar" y sorprendida por esa noticia, sigo escuchando y una y otra vez dicen lo mismo, "eres el mar"...Entonces me brota del corazón una palabra Tuya, Señor, revelada desde antiguo y recogida en el Génesis, "imagen y semejanza", "barro y aliento divino"... Ya he oído esas palabras muchas veces pero hoy me suenan como nuevas... Se hace el silencio.
            Permanezco así, sintiendo de nuevo la brisa en el rostro, vuelvo a mirar al mar, que majestuoso ante mí ,parece inamovible, pero la brisa sigue jugando con las olas que, mansa y tercamente, repiten a tod@s l@s que pasean por la orilla: "eres el mar". No sé si, distraíd@s y o hablador@s en el bullicio veraniego, logran escuchar esa buena noticia .
            Continúo en silencio pidiendo un oído atento, unos ojos contemplativos, un corazón capaz de saltar de gozo, mientras sigo contemplando el juego del aíre en las olas. Unas rompen en espuma blanca altivas y ruidosas, otras apenas se atreven a levantarse del suelo decaídas y tristes y también a ellas el aire les susurra el mismo mensaje "eres el mar". No te equivoques creyéndote, no solo una ola única, sino aislada, independiente, desligada. No es lo importante que seas ola grande o pequeña, espumosa o mansa, lo realmente importante, lo que expresa la identidad verdadera de tu ser es que "eres el mar"...Yo también escucho esas palabras, Señor, que me evocan nuestra verdad más profunda: somos un solo cuerpo, somos tu cuerpo. Hoy, me lo haces sentir en esta brisa suave que arrulla el mar, sólo sé permanecer en silencio y pedir perdón.
            Vuelvo de nuevo a darme cuenta de tu caricia, en mi piel, a través de la brisa marina. ¡Cuánto te agradezco que nos hayas dado un cuerpo para sentir, tocar y ser tocad@s, para experimentar el placer del encuentro hecho ternura, abrazo, beso...
            Concédenos, Señor, consciencia y experiencia de la caricia como sacramento del amor, de Tu amor, descúbrenosla como uno de los gestos más integrales y completos que tenemos los seres humanos para comunicar y expresar nuestros sentimientos amorosos. La caricia alcanza una parte del otro pero presencializa la totalidad de su ser. Por eso, cuando ésta se hace lenguaje de pareja, lenguaje del amor enamorado, llega a convertir la sexualidad en erotismo, es decir en sensualidad humanizada por el cariño. Todos los sentidos entran en esta obra de arte que es acariciar. Cada vez estamos descubriendo mas que el lenguaje erótico no niega la espiritualidad sino que la cultiva, no niega el amor sino que lo expresa. lo ahonda, lo hace intimidad compartida. Nos permite convivir y disfrutar el encuentro interpersonal
            El contacto de la epidermis es mucho más que excitarse, es deponer armas y abrazarse. La caricia llega hasta la raíz del mismo yo, que emerge y aflora en ella mientras se expande y se sosiega en esa experiencia indescriptible que es saberse querido a través del lenguaje del cuerpo.         
            Mientras me fluyen todos estos pensamientos Señor, siento rabia y rebeldía por la mala ¿educación? recibida en este campo de la sexualidad. ¡Cómo nos han asustado con ella!. Todo lo referente al sexo era pecado sucio, malo. ¡Cuanta culpa, miedo, represión!. ¡Cuanta obsesión en torno al tema¡. ¿Podrá ser, en parte, fruto de una moral sexual, elaborada e impuesta por célibes un tanto miedosos y asustadizos?. No lo sé, Señor, pero que poco le preocupó a Jesús este tema; con qué libertad se le percibe relacionándose con las mujeres, con qué espontaneidad abraza y besa a  los niñ@s, cómo desconcierta a tod@s dejándose besar y acariciar los pies por una mujer pecadora, ungir su  cabeza por otra mujer con perfumes carísimos; que crítico fue frente a la institución familiar patriarcal de su tiempo.
                Yo siento que necesitamos, hoy,  seguir recuperando el lenguaje corporal con toda su densidad afectiva, con toda la fuerza simbólica de los gestos, humanizar la sensualidad en el cariño y la ternura. Y sobre todo distinguir el erotismo de la pornografía, que es la degradación del amor y la ternura, el mal gusto. La falta de arte, la vulgaridad convertida en espectáculo. El desnudo no es en sí pornográfico lo es cuando incita al mal gusto, y a la comercialización del cuerpo humano convertido en objeto de consumo.
            Nos resulta difícil , Señor, vivir el erotismo como lugar de tu Espíritu; de la ternura como lenguaje; de la caricia el abrazo y el beso como sacramentos de Tu Amor; como lugar de la comunicación profunda, humanizadora, capaz de liberar del sentimiento de soledad y de abandono.
            Me gusta, Señor, recordar la hermosa expresión bíblica con la que se expresa el amor de pareja: unirse y hacerse una sola carne. No es fácil hacerlo verdad. No siempre sabemos reconocer la hondura y el valor simbólico de ese gesto. En el coito de alguna manera se rompen los límites corporales. El cuerpo trata así de expresar la com-penetración máxima con la persona amada. Se dan y se acogen el uno al otro. Es el gesto simbólico que mejor expresa en esa comunicación íntima que ya "no son dos sino una sola carne", sin disolverse, ni perderse pero sí entregándose. Su finalidad es la entrega mutua, el conocimiento del otro, la comunicación mutua de su amor. Dar y recibir de dos personas distintas con ritmos y psicologías distintas.
            Pienso que la entrega y presentación del cuerpo desnudo expresan la verdad y la indefensión con la que uno se muestra ante el otro tal como es. El desnudarse es símbolo de ofrecimiento sin reservas, del descubrimiento de uno mismo en la mas total intimidad del propio ser
            Si es un lenguaje de amor, requiere saber dar y recibir, acoger y entregarse. Exige madurez, reclama no solo deseo sino amor que se entrega porque se auto-posee, pide libertad, honradez y no-simulación, respeto a sí mismo y al otro. Por la densidad de esa relación y sus implicaciones reclama fidelidad para ser congruente.
            Me gusta estar recordando todo esto ante Ti, Señor, en esta mañana soleada y fresca de verano, mientras muchas parejas a  mi alrededor se abrazan y besan, pasean junt@s con las manos entrelazadas, ¿qué pensarán de esto que te estoy diciendo?, ¿coincidirán con estos planteamientos?, ¿les parecerá todo esto música celestial?. A veces en los cursos o encuentros que tengo, con jóvenes y no tan jóvenes, les digo todo esto y les sorprende pero les gusta, muchos lo comparten, al menos les gusta soñarlo como utopía que merece la pena.
            En este momento, Señor, quiero también expresarte, en este monólogo con el que hoy estoy haciendo mi oración, mi protesta por la alergia del cristianismo al placer, siempre visto como algo parasitario, sólo bueno en función de su fin. Han sido incapaces de trasmitirnos una visión positiva de éste. Claro, después ¿qué nos ha pasado?, que cuando hemos descubierto que el placer no solo es bueno en si, sino un derecho humano, lo hemos convertido en ídolo y como pasa con toda idolatría, hemos sacrificado víctimas.
            Pero hoy quiero reivindicar la bondad del placer en toda la gama de posibilidades en el que éste puede ser sentido y gozado, siempre que no degrade, que no se haga comercio, que no sea a costa de utilizar, manipular. Recuerdo que nos decían que el placer sexual sólo se justificaba porque a través de él se hacía posible la concepción. ¡Que pena y que rabia!
Recuerdo unas páginas hermosísimas de María Catarina Jacobelli en su libro sobre  el placer sexual
                "El placer sexual en su verdad, es de hecho el único de los placeres de los que disfruta el ser humano que para existir, le impone salir de sí mismo. Solo el hombre hace el amor los animales se acoplan; la diferencia de términos indica que no existe gozo pleno y verdadero si todo el ser no se dona, se da, se trasvasa en el otro, en un júbilo que es antes que nada comunicación entre personas. Cuando un  hombre y una mujer se unen en el amor, el cuerpo se transforma en instrumento, en expresión, en lenguaje de dos personas que se comunican la profundidad de su propio ser; a medida que el acto transcurre y se amplía hasta alcanzar su punto culminante, es todo el ser quien habla, quien dice quién es, entrando en una comunicación total en la que las palabras enmudecen para dar cabida a la trasparencia más completa; el orgasmo es un grito mutuo de vaciamiento total: "te lo he dicho todo". Y el hombre sabe que adquiere su plenitud en ese segundo en el que parece anularse, en ese decirse que transciende infinitamente el darse, del que es la sustancia".[16]..
                Siempre he oído decir que el placer tiende a encerrar a las personas en sí mismas haciéndolas incapaces de abrirse a los demás. No creo que eso sea el fruto del placer en sí sino del modo en que éste puede ser vivido. Al revés, con frecuencia, por mi propia experiencia y  la de otros, compruebo que cuando se es feliz lo que se experimenta es la necesidad de devolver a los demás algo de la plenitud recibida. Esta experiencia de gratuidad, del placer así acogido, se transforma, muchas veces, en fuerza profunda que empuja ulteriormente a salir de uno mismo, hacia el otro, hacia todos los demás, hacia todo el mundo.
            Con todas estas reflexiones, se me ha hecho tarde y quiero, por ahora, terminar esta oración, que me ha brotado del placer de sentir en mi cuerpo la caricia de la brisa, vuelvo de nuevo a hacer silencio para escuchar alguna palabra tuya, después de que yo te he dicho tantas mías...
            El aire, me cubre y me susurra; "Te estrecho detrás y delante, te cubro con mi palma"
(Sal, 139,5) Y yo...
"Respiro,
y el aire en mis pulmones
ya es saber, ya es amor, ya es alegría...
Vivir, vivir, raptar- de vida a ritmo-
todo este mundo que me exhibe el aire...
Respiro instante a instante,
en contacto acertado
con esa realidad que me sostiene,
me encumbra.
                                               Y a través de estupendos equilibrios
me supera, me asombra, se me impone"
Jorge Guillen.[17]
VI- DEVUÉLVEME LA MEMORIA SUB-VERSIVA DE TU ACCIÓN SALVADORA EN LA HISTORIA.

            El aire sopla fuerte, tira lo que encuentra a su paso y le ofrece resistencias, todo se mueve y bambolea, silba entre las calles estrechas, También en ese silbido puedo escuchar tu voz. El viento fuerte no sólo me grita tu indignación y tu cólera sino que también es instrumento tuyo que habla de libertad y nos empuja hacia ella. El viento moviliza, nos trae y nos lleva, libera, no en vano decimos que nos sentimos "libres como el viento"; también derriba y levanta.
Esas acciones me traen a la memoria el cántico de María:
 "Proclama mi alma la grandeza del Señor,
se alegra mi espíritu en Dios mi Salvador,
porque se ha fijado en su humilde esclava...
Su brazo interviene con fuerza,
desbarata los planes de los arrogantes,
derriba del trono a los poderosos
y  exalta a los humildes"(Lc 1,46.51-52)

            Fue ella la mujer sencilla de Nazaret, una ciudad desprestigiada, la que arriesga a proclamar a los cuatro vientos la acción de tu Espíritu¡. Devuélvenos, Señor, la memoria de tus acciones subversivas en la historia de salvación.! ¡Concédenos la capacidad de romper los esquemas con los que juzgamos quién está encima y quién debajo, quiénes son los primeros y quiénes los últimos, quién es importante y quién no, quién pecador y quién justo, qué es lo valioso y qué lo inútil!.
            Mientras observo el derrumbe de un árbol, grueso y aparentemente bien asentado, por el fuerte vendaval, recuerdo que también así de fuerte fue la acción de tu Espíritu en Pentecostés, capaz de derribar los muros defensivos de l@s discípul@s, deshacer sus miedos y soltarles la lengua para trasformarl@s en tus testigos.
            Son muchas las manifestaciones de tus extrañas preferencias, de la subversión de valores que supone entrar en la dinámica de tu Reino. Por eso, Jesús escandalizó tanto y le fue tan mal. Intento dejarme descolocar por tu Espíritu, como el viento descoloca lo que encuentra a su paso y quiero, desde ahí, volver a leer el Evangelio con ojos nuevos para captar su profunda novedad.
            No deja de ser sorprendente el comienzo del Evangelio de Mateo. En una larga enumeración, simbólica, de 72 generaciones desde Abrahán hasta el Mesías, en la que siempre aparece un varón junto al verbo "engendró a", hay de vez en cuando una ruptura del ritmo, cuatro veces dice "engendró de" y a continuación, cuatro mujeres: Tamar, Rajab, Rut, mujer de Urías. Y al final, después de tanto varón engendrando ", María, de la que nació Jesús, llamado el Mesías" (Mt.1,1-16.16).
            Lo primero que desconcierta es la presencia de esas cuatro mujeres ahí: Rajab una prostituta; Tamar se disfraza de tal y con ello, después de engañar a su suegro, logra que éste le haga justicia; Rut una moabita pagana; la mujer de Urías con la que se acuesta David cometiendo adulterio. Esas son las únicas "abuelas" de Jesús nombradas en la genealogía. Un poco escandaloso ¿no te parece?, ¿qué nos quieres decir con ello?, ¿adónde intentas dejarnos conducir por tu Espíritu?
            Para contemplar tu acción subversiva en la historia de salvación, voy a fijarme en algunas mujeres de las que nos habla la Biblia. En una sociedad, tan misógina como la judía, resulta desconcertante descubrir a tu Espíritu actuando en pobres y sencillas mujeres apenas conocidas, pero que no han podido ser borradas por las manos de los varones que han escrito esos textos.
Quiero solo recordar algunas de ellas:
·        Sifra y Pua, las dos parteras egipcias, que fueron capaces de desobedecer las órdenes del gran faraón. Con su gesto sencillo y valiente, con su astucia dijeron no a la muerte y sí a la vida. Supieron arriesgar sus vidas para favorecer a unas mujeres esclavas (Ex.115-19).
·        Mirian la hermana de Moisés, primero, junto a su madre logra salvar la vida de su hermano, y después la encontramos protagonizando la danza de la liberación e invitando a danzarla a todas las mujeres del pueblo (Ex.15,21).
·        Sara la estéril, se convierte en la madre de las naciones (Gén.17,15-22).
·        Agar la esclava, hace fecundo a Abraham (Gén.16,1-16).
·        Débora, llega a ser profetisa y juez, reanima y organiza al pueblo para que se defienda (Jue 4 y 5).
·        Judit, muestra la sabiduria israelítica capaz de competir con la babilónica y griega. Muestra paradójicamente el poder de Dios en la debilidad (Jud. 1,ss).
·        Ester, símbolo de la resistencia activa ante la injusticia, muestra la solidaridad, la capacidad de compromiso arriesgado `por su pueblo (Est 1ss).
·        Rut la moabita, que supo fiarse de la fuerza del amor (Rut,1ss).
·        La madre de los Macabeos, que sufre el martirio de sus hijos, viéndolos morir en nombre de una causa que ella misma sembró en ellos (2 Mac.7,1,42).
·        La mujer cananea, que tiene la osadía de dirigirse a Jesús para contradecir sus palabras, llegando a ser para El lugar de revelación de que las fronteras del Reino no se acaban en los hijos de Israel. (Mt.15,21-28).
·        María, que a pesar de las reticencias y reproches de su hermana Marta, elige hacerse discípula de Jesus, arrancando de labios del Maestro la aprobación de su conducta (Lc 10,38-41).
·        La hemorroísa que, saltándose todas las leyes vigentes, arriesga a tocar a Jesús con la fe de que ese contacto la sanará y, no sólo queda curada de su larga enfermedad, e injusta marginación, sino que escucha de  labios del mismo Jesús que lo que le ha salvado ha sido su fe audaz capaz de transgredir todas las santas tradiciones (Mc.5,21-43).
·        La mujer encorvada a quien Jesús cura en sábado, mientras los letrados y entendidos religiosos se escandalizan y critican a Jesús, esta mujer rompe en una oración de alabanza a Dios (Lc.13,10-17).
·        La mujer sorprendida en adulterio, por los varones "puros", es perdonada, mientras éstos son desenmascarados de su hipocresía y pureza asesina (Jn 8,2-11).
·        La mujer pecadora pública es ensalzada por Jesús a causa de su gran amor, y el fariseo cumplidor reprochado por su falta de delicadeza y sus juicios condenatorios (Lc 7,36-50).
·        La pobre viuda, que echa unas monedillas en el templo y sólo Jesús es capaz de descubrir la grandeza heroica de su gesto, mientras la admira, intenta educar la visión de sus discípulos (Mc.1,41-42).
·        Ya al final de la vida de Jesús, cuando los discípulos atemorizados huyen o reniegan de El, son las mujeres las que le siguen hasta el final y le acompañan en la hora de su muerte (Lc 23,48-49).
·        María Magdalena testigo privilegiado, ella que en su sociedad está inhabilitada para testificar, es elegida por el Resucitado para ser la primera testigo de la resurrección y enviada como primera apóstol de la novedad de la Pascua (Jn 20,11-18).

Después de este breve y selectivo recorrido, veo más claro que tus caminos, Señor, no son los nuestros, que tus gustos no los compartimos, que la revolución que tu Hijo Jesús vino a traernos no la hemos asimilado.
Pero tu Espíritu sigue vivo y presente en la historia, no se cansa de gritarnos en nuestro interior tus valores, de abrirnos los ojos para que logremos descubrirte en los lugares oscuros, pobres, sencillos de nuestro mundo.
Quiero terminar mi oración volviendo, una vez más, mis ojos a María, la Madre de Jesús, nuestra madre. Ella sí se dejó poseer por tu Espíritu, ella si consintió a su acción, ella no sólo cantó tu acción subversiva en la historia sino que la hizo carne de su carne y sangre de su sangre. Ella fue la mujer que no sólo acogió sino que realizo contigo la salvación.
Dejo volar mi memoria y recuerdo que todo comenzó, como dice Mercedes Navarro, con un "diálogo de consentimiento".[18] (Lc 1, 26-38). María comprende que se le está pidiendo su consentimiento, nada se hará sin contar con su libertad, por eso pregunta allí donde encuentra dificultades: “Como será...pues yo no conozco varón”. Recibe, entonces, la garantía que el Hijo que se la anuncia no es fruto de la carne ni de la sangre, sino puro don del Padre a ella, a través del Espíritu. Sabiendo que Dios espera su respuesta, compromete su libertad, da su Fíat a la Palabra que la fecundará y trastocará para siempre. ¡Aquí estoy!, que se haga en mi según tu Palabra, dice en un acto de libertad y autonomía. Nada tiene que consultar con José su prometido, es a ella, a una mujer sencilla de pueblo, a la que Dios ha consultado para hacerla “lugar” de salvación, templo vivo, tierra buena que dará el mejor fruto: Jesús.
            * Dice si y comienza en su cuerpo el misterio de un Dios con-nosotros y como nosotros (Lc1,26-38).
            * Se acerca a Isabel y la criatura que lleva en su seno salta de alegría (Lc1,44).
            * Se acerca a José y este acoge, respetuoso y desconcertado, a una mujer con un misterio en su seno que le desborda y del que él no es dueño ni protagonista (Mt 1,18-25).
            * Se acerca a Simeón y este canta gozoso la llegada de su Señor tantos siglos esperado (Lc.2,32-35).
* Convive largamente con Jesús y le hace comprender, desde su experiencia, la preferencia de Dios por los pobres, sencillos, olvidados. En su modo de ser con su hijo lo prepara para que pueda descubrir después y experimentar a Dios como ¡Abba!, Dios Madre-Padre. María lo va educando en el valor de lo cotidiano, de la pequeño, como lugar del encuentro con Dios, como lugar de Salvación. Con ella entenderá Jesús que el Reino de los cielos se parece al grano de mostaza, al grano de trigo, a la levadura en la masa, que no se puede poner un remiendo nuevo en paños viejos, que eso del Reino tiene que ver con la sal, y el candil.
* De María, mujer de Nazaret, pueblo de gente indomable ante la injusticia y “revoltosa”, aprendería Jesús que lo de Dios tiene que ver con la defensa de los pobres, de sus derechos y necesidades. En Nazaret, junto a su madre, cultiva su pasión por la justicia.
            * También María sabe de la alegría del Reino y quiere que otros lo saboreen, por eso la vemos en unas bodas, celebrando la fiesta del amor y de la vida y su apertura descentrada le hace darse cuenta de la necesidad ajena. Confiada y decidida expone la necesidad: no tienen vino y espera confiada la acción del Hijo en favor de la fiesta (Jn.2,1-12).
            * Sigue a Jesús de cerca con otras mujeres, es convertida en discípula, y proclamada bienaventurada, por su acogida de la Palabra de Dios y su fidelidad a ella (Lc 8,19-21; 11,27-28).
            * Se acerca a la cruz del hijo para acompañarlo y es constituida madre de todos en la figura de Juan (Jn.19,25-27).
·        Permanece junto a los discípulos después de la muerte de su hijo y junto a ellos es alcanzada, de nuevo, por el Espíritu Santo que la transformará en Madre de la Iglesia naciente y apóstol de la Buena Nueva del Reino (Hech 1,13-14).

Espíritu subversivo, ven a nosotr@s derriba nuestras "casas edificadas sobre arena", trastoca nuestras escalas de valores, concédenos  la "locura" suficiente como para hacer de nuestras personas "lugares ecológicos" donde se respire el aire del Reino, donde se saboree la felicidad evangélica.

            Comenzaba mi oración preguntándote aire ¿tú quien eres?, ahora después de esta larga travesía juntos, después de hacer de ti lugar de mi oración, de acogerte como brisa, aire huracanado, gemidos inefables, aliento de vida, Ruah de Dios, Espíritu de Jesús , Espíritu  Santo...sólo me queda respirarte de nuevo con gratitud y sosiego y soñar, soñar con el poeta:

"¡Hace tanto tiempo que no sueño!
Soñé que iba una vez -cuando era niño todavía,
al comienzo del Mundo-
en un caballo desbocado por el viento...
que era yo mismo el viento...
Señor, hazme otra vez soñar que soy el viento.
el viento bajo la Luz,
el viento traspasado por la Luz,
el viento deshecho por la Luz,
el viento fundido con la Luz,
el viento...hecho Luz...
Señor, hazme soñar que soy la Luz...
que soy Tú mismo, parte de ti mismo...
y guárdame, guárdame dormido,
soñando, eternamente soñando
que soy un rayito de Luz de Tu costado".[19]
                        
                                 León Felipe

·         




[1] BONILLA, L. Los mitos de la humanidad, Prensa Española, Madrid, 1971,174-176. AA.VV. Los dioses y los héroes. Madrid, 1912,259-263.
[2] CHEVALIER, J. Diccionario de los símbolos,Herder,1986,67.
[3] LEON-DUFOUR, X. Vocabulario de Teología Bíblica, Herder, 1980,295.
[4] Enciclopedia Universal Ilustrada, Espasa-Calpe,T.III, 1929,765-769.
[5] CHEVALIER, J. o.c. 67.
[6] LEON FELIPE, Ganarás la luz, Cátedra,1982,95
[7] COCAGNAG, J. Los símbolos bíblicos, Desclée de Brouwer,1994,69.
[8] Ibd,69.
[9] SOBRINO, J. El principio misericordia, Uca, 1993,11-18
[10] LEON FELIPE, Ibidem. 265-266
[11] INFORME SOBRE EL DESARROLLO HUMANO 1988 (PNUD). Mundi- Prensa, 1998,51
[12] Ibd, 30
[13] Ibd.37
[14] ALONSO SCHÖKEL,L-MATEOS, Nueva Biblia Española. Cristiandad, 1975, 1372
[15] SHELLEY,P.B. Ode to the West Wind. Citado por CHEVALIER, J. Diccionario de los símbolos, Herder, 1986, (v. Viento)
[16] JACOBELLI, M.C. Risus Paschalis. El fundamento teológico del placer sexual, Planeta 1991,108-109.
[17] GUILLEN, J  Primer Poema de Cántico.
[18] NAVARRO, M. Conceptos Fundamentales del Cristianismo. Trotta, 1993, ( v  María)
[19] LEON FELIPE, Obra poética escogida, Espasa Calpe,1985,168