Los caminos hacia esa nueva sociedad.
Asombrada por lo que veía y oía les pregunté cómo habían ido avanzando por este camino “espiritual” hasta llegar a ese despertar y a esa sabiduría de vivir.
Sin prisa, esta era otra característica de esa sociedad, me fueron contando que los caminos fueron múltiples y se fueron fraguando lentamente, y que además hubo una convergencia de movimientos sociales, espirituales, religiosos, éticos, de oriente y occidente, de ciencias humanas y de la tierra, física cuántica incluída.
Me lo fueron narrando así:
“A finales del siglo XX una palabra empezó a ocupar todos los espacios informativos porque expresaba una profunda realidad: crisis. Creció la consciencia de que el sistema no funcionaba, de que el paradigma cultural en el que habíamos vivido llegaba a su fin. La sensación que vivimos la expresó bien el pensador italiano Antonio Gramsci: lo viejo se resiste a morir y lo nuevo no consigue nacer. Pero como toda crisis es un tiempo de criba y de oportunidad (no sólo de sufrimiento), supimos descubrir qué necesitábamos para renacer como sociedad nueva.
Después de muchos años de dominio de un sistema económico de capitalismo salvaje que fomentaba el individualismo egocéntrico, (ajeno a las consecuencias globales de su funcionamiento)… de vivir a tope el “sálvese quien pueda”… de experimentar las consecuencias de permitir que socialmente funcionara la ley del más fuerte y la competitividad en lugar de la cooperación…sentimos el vértigo de ir hacia el abismo como humanidad. Las flagrantes injusticias y desigualdades se hicieron insoportables a las personas más lúcidas y despiertas de nuestra sociedad y algunos empezamos a escucharlas… y cada vez fuimos más y más, en círculos concéntricos, en los barrios, colegios, grupos de reflexión, tertulias de radio y televisión, publicaciones, editoriales de prensa… Entre todos fuimos dándonos cuenta de a dónde nos llevaba ese modo de vivir.
El materialismo craso de considerar real sólo lo que veían nuestros ojos y tocaban nuestras manos nos dominó durante mucho tiempo, y nuestro vivir cotidiano consistía en luchar por un mayor bienestar material individual, familiar…de la pequeña tribu. Creímos que éste bienestar no tenía límite y que en él encontraríamos la felicidad y no sólo verificamos que no éramos más felices, sino que descubrimos con horror las consecuencias de nuestro enfoque. Verificamos que la modernidad y su sistema económico estaban dejando una larga huella de injusticia, división, dolor, guerras, muerte y destrucción… … tres cuartas partes de la humanidad malvivía en una profunda desesperación, los habíamos convertido en esclavos laborales, sexuales, mercancía barata. Nuestra tierra expoliada y agostada en sus recursos naturales gritaba por los cuatro puntos cardinales…