El Cristo crucificado hoy tiene cuerpo de mujer



(Publicado en Catequética, vol. 41-2, n. 2, marzo-abril 2000, p. 94-99]. 



I. Ver la realidad

Estos testimonios de mujeres que tienes a continuación son algunos de los muchos recogidos, hace dos veranos, por un grupo de jóvenes en El Salvador (Centroamérica), en un curso que hicimos para conocer cómo se vivían las mujeres siendo mujeres y no varones y cómo era su trabajo cotidiano:

  1. «A mí me jubiera gustado ser varón porque Dios es hombre: porque ellos pueden dormir tranquilos… pueden salir a la calle sin miedo a que abusen de uno; porque a mis hermanitos sí les dieron estudios, a mí me pusieron a moler y a trabajar en la casa. Yo fui despreciada porque mi papá sólo quería tener varones porque dice que ellos no dan problemas».
  2. «No le dejan a una desarrollarse, ni opinar: le cierran los caminos, se siente una amarrada; la van enfermando; se siente una presa. ¿Será por desquite, por miedo a que los abandonemos cuando una se supera?... A saber…».
  3. «Me levanto a las cuatro de la mañana, le doy gracias a Dios por el nuevo día, le encomiendo a mis hijos y a mi esposo. Hago el desayno, mientras estoy haciendo el café y las tortitas muevo la comida; mientras le sirvo la comida a mi compañero friego los platos…; después que él se ha ido le sirvo el desayuno a mis hijos. Luego me voy a trabajar… Al llegar a casa, después del trabajo, tengo que hacer lo de siempre: la casa, acarear agua, la lañe…; hago la acena, se la doy a mi marido e hijos. Ellos se acuestan y yo me quedo lavando los platos, ordenando la cocina, remendando los trapos de los niños y del hombre… Una, de mujer, se viene a acostar de última y bien cansada… La verdad es que no me alcanza el día… Cuando me acuesto yo no sueño, porque no tengo tiempo para dormir. Esta es la verdad de mi vida, pues… Pero por muy duro que es mi trabajo, con él puedo ayudar para dar de comer a mis hjos y es ahí donde me encuentro con mi Dios que es el que me da fuerzas para seguir adelante».
  4. «Y dígame: ¿habrá solución a la situación de violencia contra la mujer en el hogar?».
  5. «Hablando se entiende la gente. El carácter negativo de las personas es difícil de cambiar, pero hay que darles a ellos una oportunidad. Hay que enseñar a los hombres a saber respetar a nosotras, las mujeres, para que no nos vean como una presa fácil para abusar de la hembra cuando le da la gana. Hay que luchar para que reconozcan que somos personas, humanas, hijos de Dios igual que ellos… Yo espero que las cosas van a ir cambiando».
  6. «No existe una comunidad de iguales en nuestra Iglesia, en esto yo siento que no somos fieles a lo que Jesús quería, pero tengo esperanza de que las cosas van a ir cambiando, más despacio, pues de lo que una quisiera, pero hay signos de esperanza no sólo entre las mujeres sino también entre algunos varones». 
Algunas preguntas para pensar y comentar



©       ¿Qué sientes cuando oyes estos testimonios?
©       Eso que dicen esas mujeres ¿pasa sólo en El Salvador?
©       En tu entorno familiar, y en el de tus compañeras y compañeros ¿está repartido el trabajo de la casa en igualdad de condiciones?
©       Si el hombre y la mujer trabajan fuera de casa ¿comparten después por igual el trabajo dentro de ella?
©       ¿Conoces casos de mujeres maltratadas?, ¿has conocido a alguna mujer que haya sido violada? Sies así ¿cómo se han sentido? Cómo te sentirías si te pasase a ti algo semejante. 

II. Dejarse iluminar por la Palabra de Jesús

Lee el texto de Lc 13,10-17. Es el relato del encuentro de Jesús con una mujer sin nombre, anónima. Se la conoce como «la mujer encorvada». ¿Qué sabemos de ella?

©       Que un sábado estaba en la sinagoga escuchando a Jesús
©       Lucas la describes así:

«… Una mujer a la que un espíritu tenía enferma hacía dieciocho años…»
«estaba encorvada»
«… y no podía en modo alguno enderezarse» (v. 10-11).



Vamos a detenernos en esta descripción pues puede sernos muy iluminadora para acercarnos a la realidad de la mujer hoy en el mundo.


©       Padecía esta situación desde hacía 18 años (desde hacía muchísimo tiempo: «siempre ha sido así»).
©       Enteramente encorvada, no podía sino mirar el mundo que le rodeaba desde la perspectiva que le era impuesta por ese “espíritu” (demonio( que la poseía.
©       No podía enderezarse de ningún modo, y su lugar de referencia estaba restringido al suelo.
©       Deesconocía su verdadera talla.
©       Estaba en silencio. No decía nada para ser vista (silenciosa e invisible).
©       Está en la sinagoga escuchando a Jesús.

La mujer encorvada:

©       ¿Te parece una buena imagen para expresar la situación de millones de mujeres hoy en el mundo?
©       De los datos que tienes en este artículo o de los que tú puedas conseguir, ¿cuáles te parecen que son los que tienen a las mujeres más encorvadas, sin poderse enderezar?
©       Te propongo algunos posibles «demonios» que son causa de esa situación. Señala los que te parezcan más importantes y/o añade tu otros:

o       Enconrvadas por «los demonios» del «sexismo», clasismo, racismo.
o       Los demonios de la violencia estructural e intrafamiliar.
o       Los demonios de la «trata de blancas», la prostitución forzada por el hambre y la miseria.
o       Los demonios de la desiguadad de oportunidades, la doble jornada laborar, el peso de responsabilidades familiares no compartidas, culpabilidades y angustias.
o       Los demonios de la subordinación y dependencia económica y afectiva.
o       Los demonios de la sumisión, pasividad, sentimiento de inferioridad, falta de autoestima y resignación.
o       Etc.

Cae en la cuenta que es precisamente en esta mujer-símbolo donde Jesús va a poner de manifiesto en qué consiste la verdad y la salvación del Reino.

Está ahí «silenciada». La mujer no es silenciosa, gusta de la comunicación y tiene facilidad para ella. Pero ha sido sistemáticamente silenciada por un lenguaje que las ha hecho nvisibles en la historia y en las Iglesias y les ha impedido durante siglos decirse a sí misma quiénes son. El lenguaje nombra y da identidad. Lo que no se nombra… no existe.

«En su lugar». Sin duda no en los primeros puestos, sino al final, en lugar invisible. En muchas ocasiones las mujeres hemos escuchado, como un gran elogio por parte de los varones, el hecho de «saber estar en nuestro lugar».

Por supuesto, lugar no elegido nunca por la propia mujer sino impuesto socialmente, pero justificado y sacralizado: «así son las cosas, por naturaleza o por voluntad de Dios». Esto es lo que se les comunica a las mujeres a través del varón, evidentemente, ¡como debe ser!

Lugar: dentro de la «Sinagoga», por supuesto, pero oyendo:

©       Lugar de la escucha, no de la palabra, aunque la palabra dicha nos concierna directamente, incluso nos defina.
©       Lugar de ejecución generosa y gratuita, «propia de nuestro ser de mujer», pero no lugar de participación en las decisiones que nos afectan y condicionan.
©       Lugar invisible, ya lo dice un dicho muy halagador para las mujeres: «Detrás de un gran hombre hay siempre una gran mujer». Mientras esté en su lugar, «detrás», recibirá el reconocimiento de su valía. Pero ¡que no cambie de lugar… y oculte al varón, porque habrá dejado de estar «en su lugar!».
©       Lugar del anonimato y de la no identidad, «una mujer sin nombre, enferma, y encorvada…».
©       Lugar dónde se nos indica cuál es nuestra estatura y, por tanto, adónde podemos llegar y a donde no, cuál debe ser nuestro punto de mira y nuestras aspiraciones (no demasiado altas: hay lugares que «no nos corresponden», «porque así lo quiere Dios», y lo ha dejado muy claro en la Palabra de Dios, por supuesto, revelada al varón, seleccionada e interpretada por él).
©       Lugar que nos corresponde porque así ha sido siempre (18 años… ¿18 siglos?, ¿28 siglos?).
©       No aceptar ese lugar es ir contra lo establecido ¿por Dios?

¿Y si lo que Dios quisiera fuese que las mujeres aprendiésemos a des-aprender ese lugar? La actitud de Jesús nos ofrecerá pistas para responder a nuestra pregunta.

¿Cuál es la actitud de Jesús y qué nos revela?

©       Es un sábado y está enseñando en la sinagoga, Él sí cae en la cuenta de la situación de esa mujer: «al verla Jesús»,
©       «la llamó» y, al nombrarla, la saca de su anonimato e invisibilidad, del lugar que «le correspondía» social y religiosamente para ponerla delante, a la vista, como lugar de revelación de su misericordia. En un lugar donde ella pueda reconocer su propia verdad y la verdad del lugar que Dios quiere para ella.
©       «y le dijo»: le dirigió la palabra, y la reconoce sujeto, un «tú» a quien hablar.
©       «Mujer, quedas libre de tu enfermedad». Es capaz de leer el deseo de esa mujer que aún no ha abierto al boca. Ante una mujer con larga estela de dolor, Jesús muestra su fuerza liberadora. Toma la iniciativa para liberarla del mal que la dominaba transgrediendo la ley sagrada del sábado. Le devuelve su libertad arrebatada, la libra del sometimiento, del encorvamiento a la que la tenía sujeta «el espíritu del mal».
©       «Y le impuso las manos». Entra en contacto corporal con ella, aunque es una mujer impura por su enfermedad. Volviendo de nuevo a transgredir la ley sagrada que prohibía tocar a las personas consideradas impuras.

III. Qué consecuencias tiene esa acción.

©       La mujer:
o       «Se enderezó»: recupera su verdadera talla, su propia identidad, su libertad para poder mirar de frente a lo largo y ancho de la vida, sin que nadie le imponga su perspectiva.
o       «Alabando a Dios»: recupera la palabra, y esa palabra es para reconocer agradecida lo que Dios ha hecho en ella a través de Jesús.

©       El jefe d ela sinagoga:
o       «Indignado, de que Jesús hubiese hecho una curación en sábado». Intenta justificar con leyes sagradas la permanencia de la mujer en su situación injusta, encubriendo así la verdadera causa de ella y quizá tambien queriendo encubrir la verdad de su enojo. ¿No será que lo que no acepta es que la mujer recupere su dignidad?
o       «Decía a la gente»… incapaz de dirigir su agresividad hacia Jesús y la mujer, desvía su indignación hacia la gente, buscando un chivo expiatorio que oculte la verdad de su corazón.

Una vez más nos encontramos con la dificultad de las autoridades religiosas para comprender que primero están las personas y después las leyes por muy santas que éstas sean. Una vez más la libertad de Jesús y su deseo de devolver la dignidad de hijos e hijas de Dios a todos, lo que provoca es indignación en los jefes de las sinagogas y alabanza a Dios en las mujeres, que vamos reconociendo con gozo que Dios no quiere ningún encorvamiento de sus hijas.

Después de la reprimenda indignada que el jefe de la sinagoga echa a la gente, Jesús toma la palabra para dirigirse directamente a él y en él a todos los jefes de sinagogas, iglesias para…

©       Denunciar su hipocresía personal e institucional (habla en plural): «Hipócritas, ¿no desatáis del pesebre todos vosotros en día sábado a vuestro buey o a vuestro asno para llevarlos a abrevar?» Jesús denuncia y desenmascara los intereses ocultos que hay debajo de su celo «religioso». Debajo del cuidado de los animales está un interés económico, pero no cuenta igual el interés por el bien del pueblo. ¿Dónde está la causa verdadera de su enojo y de su escándalo?
©       Proclamar la verdadera identidad de esa mujer: «Y a ésta que es hija de Abraham». Era la máxima dignidad en el pueblo judío, casi siempre puesto en género masculino. Jesús la reconoce a ella heredeera de las promesas, un miembro del pueblo en igualdad de derechos que los «hijos de Abraham». Dios no sólo tiene «hijos» sino también «hijas», con igual dignidad
©       Des-velar las verdaderas causas de esa situación «Satanás la tenía atada desde hace 18 años…». No estaba encorvada porque era así, sino porque las fuerzas del mal (de siglos y siglos) la tenían atada, esclavizada y encorvada.
©       Anunciar el verdadero sentido del día del Señor, la buena noticia de que por encima de todas las leyes, tradiciones, argumentos, «por muy sagradas que sean», están las personas, y que liberar de toda esclavitud es el verdadero culto y la auténtica fidelidad al Señor: «¿Y no se debía desatarla precisamente el día sábado?»

«Cuando decía estas cosas sus adversarios quedaban confundidos, mientras que toda la gente se alegraba con las maravillas que hacía» (v. 17).

«Al instante se enderezó»

Esta mujer se convierte para nosotros, hoy, en profecía y aliento de esperanza para seguir creyendo y esperando que la palabra salvadora de Jesús se haga cuerpo en tantos cuerpos de mujer que esperan la fuerza salvadora de Jesús y sus seguidores para ayudarlas a ponerse en pie.

¿Reconoces algunos signos en los que puedas leer que la acción de Jesús de enderezar y poner en pie a las mujeres es verdad ya en nuestro entorno y en el mundo entero? Enumera esos signos.

IV. Actuar

Después de todo lo visto hasta aquí ¿hay algo que podrías hacer tú, personalmente o con tus compañeros y compañeras, para ayudar a Jesús a enderezar a las mujeres, a bajar de la cruz a tantas que hoy padecen una auténtica crucifixión? ¿Qué podrías hacer?

¿Conoces algún grupo o colectivo que esté haciendo algo a favor de las mujeres?

Emma Martínez Ocaña