La urgencia de una espiritualidad política.(III)


· Nuestra frustración ciudadana aparece como resultado de ver que las políticas gubernamentales no las reconocemos como formas eficaces para combatir el actual sistema económico neoliberal (que produce una insoportable pobreza y desigualdad) sino por el contrario como colaboración y sostenimiento del mismo. No las reconocemos como un medio de integración, de respeto a las múltiples diversidades, como defensa de los derechos humanos y de auténtica protección social, de defensa ciudadana. Necesitamos hacer posible y por tanto verificar que la política no se rige sólo por razones económicas y financieras para el beneficio de una élite, sino por la defensa del bien común de las personas, la defensa de toda vida, el cuidado de nuestra casa común. Para ello necesitamos vivir una espiritualidad que ilumina y fortalece la consciencia de nuestra identidad comunitaria y por tanto nos urge a no tolerar ya más el uso y abuso del poder para beneficios privados.

· La integración de la política y la espiritualidad conlleva cambios profundos en las definiciones y nociones de bienestar humano y de todos los seres vivos. En una política sin espiritualidad prima una noción estrictamente economicista y material del ser humano y de los procesos de gobernabilidad traducida, por ejemplo, en el PIB, asignaciones presupuestarias y nociones tradicionales de eficiencia económica y competitividad. Esta noción material no es suficiente para saber cómo estamos viviendo la población como resultado de la política actual. Son otros los índices que deben ser incorporados a la evaluación de la política como por ejemplo en nivel de satisfacción de las necesidades de la población, el nivel de felicidad, pertenencia, integración, igualdad, justicia, el “buen vivir” y otros Buscar el PIF(el producto interior de felicidad) que algunos países ya tienen integrados en su manera de medir el desarrollo de su país.

· Lo esencial es que una política con espiritualidad debe imperar sobre una política sin espiritualidad. Es imposible practicar la política auténtica sin espiritualidad. No todo es materia, ni economía. La política separada de la espiritualidad y ésta separada de la política nos mantiene en dualidad ancestral entre lo que hacemos, sabemos, y tenemos, con lo que Somos. Hoy sabemos que lo de afuera refleja mucho nuestro estado interno, y vice-versa. Un mundo tal como lo tenemos está reclamando un despertar de la ciudadanía a una nueva conciencia planetaria y a unos nuevos valores y toma de decisiones que se derivarán necesariamente de este despertar.

Sabemos que las sociedades civilizadas se construyen sobre tres pilares fundamentales: la participación (ciudadana), la cooperación societaria y el respeto a los derechos no sólo humanos, sino a todo lo que es. Juntas crean el bien común. 

Por haber sido desmantelado por la globalización competitiva, el bien común debe ser ahora reconstruido. Para esa reconstrucción es imprescindible un sentido espiritual, porque requiere partir de la lucidez de lo que Somos: relación, comunicación, comunión y eso exige dar supremacía a la cooperación y no a la competición. Sin ese cambio, difícilmente se mantendrá la comunidad humana unida y con un buen futuro.

En este momento histórico nos urge hacer verdad una política planetaria, donde no sólo los dirigentes, sino toda la ciudadanía vivamos y por ello podamos ayudar a desmontar el espejismo de la separatividad para abrirnos a vivir la unidad que somos. Sin la colaboración de cada persona no hay horizonte colectivo, no haremos verdad que somos unidad y no podremos salvar la Tierra de la depredación humana.

El problema es que tenemos un déficit de calidad humana y desarrollo espiritual de nuestras personas, de nuestra sociedad y por tanto también de muchas de las personas que acceden a la actividad política. Un desarrollo de nuestro ser espiritual nos haría posible renunciar al enriquecimiento individual, al puro bienestar personal para trabajar por el bien social, por la felicidad de las mayorías. Es decir vivir nuestro ser político, nuestra vocación política como servicio mutuo y haría verdad que quienes ejercen el rol de gobernar puedan hacerlo buscando el bien del pueblo desinteresadamente.

En la gestión de lo común hay una pregunta muy importante no sólo el para qué de esa gestión sino el desde dónde se hace.

La mirada humanista y fiel al proyecto de Jesús de Nazaret tiene una clara posición: desde los desfavorecidos, los “sobrantes,” (los llama el Papa Francisco) no se puede hablar de una espiritualidad política de espaldas al sufrimiento de las grandes mayorías, y a ka destrucción del la vida del planeta.[1]

Por eso el desde dónde y el centro de la preocupación de una espiritualidad política tiene que ser la injusticia y el sufrimiento de las grandes mayorías. Esto supone trabajar para crear condiciones que hagan posible el nacimiento de un mundo nuevo y mientras este no llega ir facilitando los cambios posibles, planificando acciones de protestas y propuestas, cambiando leyes… que busquen “anticipar” ya ahora, dentro de este sistema, un futuro nuevo.

3.3 Exigencias de una espiritualidad política.

El mundo de hoy es insostenible. Se acaba un mundo, un paradigma que se ha quedado viejo y uno nuevo quiere nacer. Pero no a va a nacer sin nuestra colaboración. Nacerá a través de nosotras las mujeres y hombres de este momento histórico. Los partos son dolorosos y no siempre estamos dispuestas a afrontar el dolor que nos pueda suponer ayudar en este alumbramiento.

Pablo hablaba a la comunidad cristiana de Roma de una creación que gime entre dolores de parto esperando poder dar a luz su verdadera identidad. (Rom. 8, 18). También nosotras como humanidad necesitamos dar a luz lo mejor de nuestro ser para poder colaborar en el parto de un mundo nuevo, una sociedad nueva que no se será posible sin nuestra colaboración.

A) La primera condición para poder vivir una espiritualidad política que haga posible un mundo nuevo es la consciencia lúcida de las causas de la situación actual.

No habrá cambio duradero si no vamos a la raíz de los problemas de nuestro mundo. ¿Qué análisis hacemos de las causas que producen el mundo que vivimos? Responder a esta pregunta es clave para saber cómo vamos a gestionar nuestro compromiso político.

Los diagnósticos de causas son muy variados según el lugar social, cultural, ideológico en el que estemos.

Hago mío el diagnóstico sociopolítico que el Papa Francisco compartió en 2015 en Bolivia, en el II encuentro de Movimientos Populares 

“Ustedes –en sus cartas y en nuestros encuentros– me han relatado las múltiples exclusiones e injusticias que sufren en cada actividad laboral, en cada barrio, en cada territorio. Son tantas y tan diversas como tantas y diversas sus formas de enfrentarlas. Hay, sin embargo, un hilo invisible que une cada una de esas exclusiones, ¿podemos reconocerlo? Porque no se trata de cuestiones aisladas. Me pregunto si somos capaces de reconocer que estas realidades destructoras responden a un sistema que se ha hecho global.

¿Reconocemos que este sistema ha impuesto la lógica de las ganancias a cualquier costo sin pensar en la exclusión social o la destrucción de la naturaleza? 

Si esto es así, insisto, digámoslo sin miedo: queremos un cambio, un cambio real, un cambio de estructuras. Este sistema ya no se aguanta, no lo aguantan los campesinos, no lo aguantan los trabajadores, no lo aguantan las comunidades, no lo aguantan los pueblos… Y tampoco lo aguanta la Tierra, la hermana madre tierra, como decía san Francisco. […]”

La consciencia de que el problema de nuestro mundo es en gran parte estructural y por tanto el descubrimiento de la dimensión política del amor. No basta el amor intra e interpersonal, comunitario, social… el amor que se hace denuncia y cuidado de lo común, que tiene una imprescindible dimensión estructural. Sin cambio de estructuras, sin salirnos de este sistema asesino y ecocida, no habrá futuro para la mayoría de la humanidad ni para la supervivencia del planeta.

Otra gran causa de la crisis global de nuestra civilización está en la ausencia de una profunda espiritualidad que nos ayude a descubrir la verdad de lo que Somos, que nos esboce una visión de futuro, que nos apunte caminos nuevos para dar un salto a un nivel superior de consciencia, que nos ayude a cultivar la razón cordial, a conectar y activar “el cerebro” del corazón y nos ofrezca comunitariamente un sentido capaz de mantenernos firmes en nuestras convicciones y utopías ante los graves problemas de nuestro momento histórico, que nos ofrezca la energía que produce la esperanza de que es posible un mundo nuevo, que es posible salir de este sistema de muerte, aunque los cambios sean lentos y quizás no lleguemos a ver los resultados. Nadie se movilizará sino confía en que es posible el cambio.

B) El descubrimiento aterrador y esperanzador de que lo personal es político.

“Lo personal es político” ha sido una de las grandes aportaciones del feminismo y de la teología feminista. En su momento para poner de relieve que el patriarcalismo, el machismo, la violencia de género no es un tema puramente privado, familiar, o personal sino un grave problema político y cultural que hay de visibilizar

Aplicado al tema que nos ocupa podría sintetizarlo en una frase: “no es posible un cambio estructural y social sin un cambio personal” La transformación de la realidad a nivel cultural, social, social y político la realizamos las personas.

Esta conquista del feminismo quiero ahora aplicar a la constatación de la dimensión política de nuestras personas. Nuestros cuerpos son lugares políticos, lugares de denuncia y de anuncio. 

Lugares de denuncia del maltrato y violencia contra nuestros cuerpos (sobre todo de nuestro cuerpo de mujeres) pero de todos los cuerpos hambrientos, violentados, violados, torturados, vendidos, controlados, manipulados por cánones de belleza machistas, comprados, enfermos, desnudos, sin casa, sin condiciones saludables de vida… y un largo etc. Hace tiempo leí que un sociólogo decía que una sociedad puede ser juzgada por como mira y trata los cuerpos de sus ciudadanos…no queda muy bien nuestra sociedad.

Lugares de anuncio de todas las implicaciones y posibilidades sociales de nuestro modo de situarnos en la realidad, que siempre es corporal. Yo llevo mucho tiempo diciendo que hasta que nuestros valores, utopías, creencias fundantes no se hagan cuerpo son sólo buenas intenciones pero no realidades.[2]

Ser consciente de la dimensión política de nuestro cuerpo supone saber respondernos a preguntas sencillas pero potentes: cómo y dónde cultivo una mente lúcida, abierta y por tanto capaz mode dialogar con lo distinto y despierta, la consciencia de qué pensamientos cultivo; qué miro cómo lo hago y de dónde aparto la mirada; cómo escucho, desde dónde, para qué, a quiénes escucho y a quienes no, cómo hago de mi boca un lugar para la denuncia y el anuncio para saber callar y hablar desde el amor y no desde la maledicencia. Descubrir si mi corazón es grande, amoroso y generoso, si mis entrañas se estremecen ante el dolor de los demás o pasan de largo, si son fecundas en vida, valores, esperanza; si mis manos son parteras de vida, que dan, levantan, ayudan, pasan por la vida echando una mano, construyendo el manto de la solidaridad, si mis pies se hacen próximos a quienes me necesitan o pasan de largo, si se dirigen en protesta y manifestación allí donde se defienden los derechos de las personas, de los animales, de la madre tierra, si vivo mi sexualidad sin dejarme atrapar por los estereotipos de género y siendo consciente de la desigualdad sexual para denunciarla y luchar contra ella, si hago de mi piel un lugar de contactos reconstructores, si renuncio al despelleje, si soy consciente que me identidad última es mucho mayor que los límites del contorno de mi piel…

Lo personal es político es también una llamada a ser conscientes de nuestra manera de situarnos en la realidad.

Nuestros valores, creencias, actitudes no son algo privado y sólo personal sino que somos nosotras las personas humanas las que construimos una cultura u otra las que apoyamos o no unas políticas determinadas. Sin nuestra colaboración activa no habrá cambios significativos sociopolíticos y económicos. 

No somos la ciudadanía aun conscientes, al menos en los países llamados democráticos, de nuestro poder para sostener (con nuestros votos y apoyos) o derogar unas políticas determinadas, unos gobiernos u otros, no hemos tomado consciencia de que ninguna conducta nuestra, incluso podríamos hoy decir ningún pensamiento, emoción, actitud es exclusivamente algo individual. 

Esa consciencia de que lo personal es político nos cuestiona nuestra vida cotidiana: preguntarnos qué talante cultivamos, qué hacemos con nuestro dinero en qué lo invertimos, dónde guardamos nuestros ahorros, que consciencia tenemos de los productos que compramos, no sólo si los necesitamos o no sino qué huella social y ecológico tienen detrás, a quienes damos nuestro voto y desde donde hacemos esa decisión, ¿desde la mirada puesta en el bien común de las mayorías excluidas, “sobrantes”, sufrientes?,. 

Se trata de ir adquiriendo hábitos de conducta nuevos, solidarios y conscientes no sólo de hechos aislados sino de sentir la urgencia de trabajar nuestra persona y comunidades en la dirección de la justicia, el amor, la paz es tarea imprescindible y que nadie puede hacer por nosotros. Trabajar en educarnos y educar en un cambio de conciencia más holística, en otra manera de pensar, vivir, relacionarnos…

Es decir descubrir que el talante con el que afrontemos la realidad es clave y nuclear para colaborar en hacer posible otra sociedad, otro mundo no solo posible sino imprescindible

La lista de tares sería inmensa y la consciencia de nuestras incoherencias también, pero al menos darnos cuenta de ellas ya es un paso.

C) El necesario silencio y tiempos de Ser para descubrir la Conexión de todo con todo.

El encuentro en mis estudios de Teología Espiritual con las personas místicas y personalmente con Antoni de Mello me introdujo en el aprendizaje del camino del silencio y la consciencia de que somos relación, unidad, red de relaciones fue también un aldabonazo en mi vida. 

Es esta una afirmación que de distinta manera nos han expresado, desde hace mucho tiempo, las personas místicas de todos los tiempos y de todas las religiones y hoy de personas que viven esta experiencia mística al margen de las religiones. Una afirmación que hoy confirman las ciencias de la naturaleza, la física cuántica, la psicología transpersonal… y que pone del revés muchas de nuestras convicciones y creencias y nos sitúa en un profundo cambio de perspectiva y de experiencia. Ya sabemos que en el universo no hay ninguna cosa aislada, desconectada o que sea simplemente accidental. Todo está conectado con todo, formando una intrincada red de relaciones que hace que todos seamos interdependientes. Desde esta experiencia en este momento histórico se está desarrollando una profunda producción literaria y una praxis creciente no sólo en torno a una espiritualidad holística [3] sino en la educación formal y no formal de la interioridad, de una nueva conciencia planetaria, del poder transformador de la pedagogía de la ternura [4] y del amor. (La educación del cerebro del corazón)

Lo mismo que no habrá cambio social sin cambio personal, no habrá cambio personal sin tiempos de silencio, meditación, contemplación que nos introduzca en el corazón de esta verdad. En nuestro caso como cristianos de contemplación de la persona de Jesús y su pasión por el Reino

Es el silencio el que conduce al fondo del Ser y el que nos posibilitará el salto personal y colectivo hacia un nivel superior de consciencia y la mística apasionada que sustente nuestra pasión por un mundo nuevo.

Uno de los peligros de la práctica meditativa y del camino del silencio en convertirlo en un espacio narcisista, intimista, sólo de búsqueda de sosiego personal, de huida de la dureza de la realidad. 

Pero cuando se vislumbra la profunda unidad que Somos con toda la humanidad, toda la realidad, con el Misterio que Jesús llamó Abba, ya no es posible vivir igual, ni pasar indiferente ante lo que le pase a los otros, ni a lo otro. La com-pasión, el estremecerse de las entrañas ante el dolor, el despertar de la entrañable ternura, el sentir indignación ante las injusticias y la violación de los derechos de las personas, de los animales, de la Tierra…el deseo de aliviar, sanar, cuidar, defender… brotan sin esfuerzo y sin mucho discurso mental. 

Es muy coherente con esta experiencia la bella mirada mística que se expresa en el texto del Génesis: “Esta es carne de mi carne y hueso de mis huesos” pone el escritor Yahvista en boca de Adán. Las malas interpretaciones que se han hecho de esa frase nos ha evitado comprender que ahí se expresa la gran verdad humana, la necesidad de reconocer que todo otro, es carne de nuestra carne y hueso de nuestros huesos y que cuando nos cerramos a los hermanos y hermanas del camino nos cerramos a nuestra propia carne” 

Las repercusiones políticas que tiene esta afirmación son evidentes.

Todo empieza por cultivar un silencio que nos hace conscientes de nuestra auténtica verdad, de nuestro ser relación. Conscientes del gran potencial de lucidez y amor que supone cultivar el “cerebro del corazón” [5] conscientes de las repercusiones de nuestros actos y forma de vivir. 

El paso siguiente, y que ciertamente yo no siempre se dar, aunque me considero en camino, es ser consecuentes con lo anterior.

Nos urge cultivar una espiritualidad política, una manera de estar en la realidad y de organizar la gestión y gobierno de la polis que desmonte el espejismo de la separatividad, que haga del bien común el centro de los esfuerzos y preocupaciones y de la protección de toda vida la pasión y la urgencia.

4- UNA ESPIRITUALIDAD POLÍTICA como camino para colaborar en “dar a luz” una sociedad nueva, un mundo nuevo. (Rom 8, 18). 

Ha llegado el momento de forzar desde nuestros espacios un cambio significativo que ya comienza a fraguarse: la exigencia de caminar hacia otra globalización, la de los derechos “desde abajo” y desde la multiculturalidad; que aboga por la mundialización de los derechos, por la creación de instancias de gobierno mundial, por la universalización del cuidado con la Tierra y con los ecosistemas y por la valoración de la dimensión espiritual del ser humano y del universo.

Termino enumerando las principales tareas de una espiritualidad política que nos concierne a todos, a la ciudadanía con sus dirigentes políticos empujando nuestro mundo hacia la construcción del bien común al menos en estas direcciones

a) En el plano estructural por el acceso justo de todas las personas a la alimentación, la salud, la vivienda, la energía, la seguridad, la cultura, la belleza, la educación y el despliegue de su ser espiritual. Es decir la satisfacción de sus necesidades convertidas en derechos humanos.

b) En el plano económico el paso de una economía de mercado a una economía centrada en la defensa de la vida en toda su amplitud, con una urgencia especial a las vidas más amenazadas, explotadas, espoliadas.

b) En el plano social por el reconocimiento y el respeto a la pluralidad, la convivencia pacífica, la formación política y espiritual de la ciudadanía para hacer verdad una participación ciudadana lúcida y regida por la ética del bien común. Una sociedad más justa, no-violenta, inclusiva y por tanto con capacidad para gestionar las diferencias. Supone aprender a establecer nuevas relaciones sin dominación, sin jerarquías valorativas, sino relaciones circulares, sororales, comunitarias en todos los ámbitos.

c) En el plano político supone radicalizar la democracia. Es decir favorecer la participación de todas las personas en la generalización de la democracia en el conjunto de las relaciones e instituciones sociales, fomentando la construcción continua de los grupos, colectivos, movimientos, mareas... y de las personas humanas como sujetos sociales a los varios niveles, incluida las relaciones humanas y la relación entre mujeres y hombres.

d) En el plano ecológico en el respeto, cuidado y defensa de toda la vida del planeta, el respeto a los ciclos de la tierra, sus recursos y su biodiversidad, que haga posible un planeta sostenible.

e) En el plano cultural hacer verdad una auténtica interculturalidad en la construcción del “Bien Común” universal. No podemos seguir identificando cultura, civilización, desarrollo con la civilización occidental. 

d) En el plano espiritual, cultivando y educando nuestra inteligencia espiritual que nos posibilite una mirada holística que nos haga conscientes de la Unidad que somos, que nos haga responsables de nuestro ser y hacer pues todo repercute en todo, que todo tiene relación con todo. Esa consciencia debe llevarnos a vivir en coherencia ética y responsabilidad no solo social sino ecológica.

Esto posibilitaría realmente una sociedad nueva, un mundo nuevo donde la organización, la distribución del poder, y las leyes permitieran a todas las personas vivir juntos sin demasiados conflictos. “Se cultivaría un conjunto de valores morales, éticos e ideales que darían sentido a la vida social y que humanizarían las relaciones siempre tensas entre las diferencias. Y, por fin, habría un horizonte de sentido mayor, que vincularía la historia a una instancia más alta y diseñaría el cuadro final del universo: la espiritualidad.”[6]

SÍNTESIS FINAL. La urgencia de una espiritualidad política.

Termino con la misma afirmación del comienzo: La espiritualidad o es “política” o tiene el peligro de convertirse en espiritualismo, y la política o es ética y defiende el bien común o es una prostitución de la misma.

Ha llegado el momento de unir ambas realidades de un modo urgente e inseparable. Dejar de considerarlas como un lugar para los profesionales para reconocerlas como una responsabilidad personal y social. Una responsabilidad que brota del sentir profundo (pathos) que nos hace escuchar el grito de la Tierra y el clamor desgarrador de millones de hambrientos de pan y de derechos.

Debemos imponernos cómo misión inexcusable llevar a cabo la gran transición desde una cultura de imposición a una cultura de conciliación, desde una economía de guerra a una economía de desarrollo global, desde una postura de súbditos a la asunción de un papel de ciudadanos plenos y participativos; de una cultura de la resignación a una cultura de la esperanza activa, de una cultura del des-cuido a una cultura del cuidado. 

Pero tenemos que asumir que, sin la contribución individual de cada uno, no hay horizonte colectivo. Estoy hablando de recuperar la vocación política. La que ha perdido sentido para muchas personas, pero, sin la cual, nos vemos abocados al abismo.

Por fin, el siglo XXI puede ser el siglo en el que todos los habitantes de la tierra sin excepción, educados y por tanto capaces de dirigir con sentido nuestra propia vida”, dejemos de ser espectadores resignados e impasibles para convertirnos en actores de la construcción, sobre los sólidos cimientos de principios universales compartidos, de genuinas democracias a escala local y planetaria. 

Vivimos un mundo en emergencia global entendida como peligro y como esperanza de lo nuevo que está emergiendo. Se acaba un tiempo y un mundo nuevo quiere nacer. Pero no va a nacer sin nuestra colaboración. Nacerá a través de nosotras las mujeres y hombres que estemos dispuestos a colaborar con el bien común, con el cuidado de toda vida y eso supone la lucha contra todos los mecanismos de muerte presentes en este momento histórico. Y esto es lo que exige de un modo inapelable vivir una espiritualidad política. 

Termino este haciendo mía esta petición del Papa Francisco: “¡Ruego al Señor que nos regale más políticos (yo añado más personas) a quienes les duela de verdad la sociedad, el pueblo, la vida de los pobres!” [7]


[1] SOBRINO, J. Fuera de los pobres no hay salvación, Trotta, 2007, 54-55 

[2] Todo lo referente al tema del cuerpo como denuncia y anuncio lo desarrollo en lo dos libros anteriormente citados: Cuando la Palabra se hace cuerpo en cuerpo de mujer y Cuerpo espiritual, ed. Narcea. 

[3] He desarrollado este punto y con amplia referencias bibliográficas en MARTINEZ OCAÑA, E., (2015) o.c. 147-174 

[4] CUSSIANOVICH, A., (2010,2ª) Aprender la condición humana. Ensayo sobre pedagogía de la ternura. Ed. IFEJANT. MATURANA, H. “Amar educa. Mensaje a los educadores”. www.eligeeducar-d/amar-educa-mensajes-humberto-maturana-los-educadores


[5] Sobre el "cerebro del corazón" recomiendo leer por un lado la entrevista a Annie Marquier realizada por Inma Sanchís en "La Contra" de la Vanguardia, 26 de marzo 2012 titulada "El corazón tiene cerebro" y su excelente libro El Maestro del Corazón ,Ed. Luciérnaga, 2010, 

[6] BOFF, a.c, 

[7] Evangelii Gaudium, 205.