Primer encuentro del círculo de espiritualidad Podemos, 11 Abril 2015.
Parroquia Sto. Tomás de Villanueva.
Vallecas (Madrid) .
Ponencia Emma Martinez Ocaña.
¿Qué aporta la espiritualidad? Mucho, pero quizá esa aportación no sea tan clara por el contenido que le damos a esa palabra. Me parece que aún es un término que sigue degradado, contaminado y empobrecido. Contaminado por el dualismo imperante en nuestra cultura occidental, que durante siglos ha contrapuesto espiritualidad a corporalidad, materialidad, temporalidad, vida cotidiana, placer, gozo y felicidad. Y empobrecido al reducirlo a la religión e incluso dentro de ella a lo referente a la oración, sacramentos, celebraciones, ritos...
Por todo ello aún hoy provoca rechazo, alejamiento y desconfianza, o resuena como algo o religioso o superfluo en el ser humano, perteneciente a otro tiempo, a algo pasado y caduco. Y por eso me alegro tanto de este Primer Encuentro de Espiritualidad, para que podamos colaborar en recuperarla, o mejor aún, re-codificarla.
Espiritual, espiritualidad, viene de espíritu, que hace alusión al aliento vital presente en el origen de todo lo que es, que sustenta y vincula la realidad, que constituye la trama de la vida. Una sociedad o persona espiritual sería por tanto la que va descubriendo la verdad más profunda de la realidad, de su ser, de su verdadera identidad que es relación… y que trata de vivir coherentemente con ella.
La espiritualidad es una realidad profundamente humana, tiene que ver con el desarrollo de nuestra inteligencia espiritual, de nuestro ser ético, estético, trascendente, utópico.
¿Qué pasaría si nuestras personas, círculos, grupos, familias, partidos políticos, sociedad viviéramos espiritualmente”? ¿Qué sociedad nacería de esa opción?
Uno de estos días me acosté con estas preguntas y tuve un sueño hermoso que me dio la respuesta y ahora comparto con vosotros. Después me diréis si es un puro sueño, y los sueños sueños son, o fue premonitor porque anuncia ya lo que está amaneciendo.
¿Qué fue lo que vi en el sueño?
Me encontré con una sociedad nueva, profundamente espiritual. ¿Qué manifestaciones eran notables de su espiritualidad?
1- Percibí que las personas, colectivos, grupos habían desarrollado una gran lucidez. Una gran capacidad para analizar la realidad en profundidad capaces de ver la realidad sin dejarse manipular ni adormececer, desentrañar las causas de lo que pasa, poner de relieve las consecuencias y sobre todo tenían la capacidad de hacer de las crisis lugares para detectar como real lo que está en potencia en esperanza y desde ahí colaborar con el nacer de una nueva sociedad. Sin duda habían adquirido un nuevo estadio de conciencia y un nuevo modo de conocer.
2- Su capacidad para sentir en sus entrañas la com-pasión, el dolor de los otros, tanto cercanos como lejanos. Una com-pasión que se hacía compromiso operativo y colectivo para mejorar su barrio, su ciudad, su país, el mundo. Una compasión que se hacía verdad en el compromiso no sólo por aliviar el dolor personal y social sino por cambiar las estructuras injustas.
Verificaban con sus vidas que habían descubierto la verdad profunda del ser: que somos unidad, relación y en sus modos de relacionarse y vivirse se traslucían no relaciones competitivas sino cooperativas, no la lucha de poder sino de cuidado mutuo, de cuidado de toda la vida. Y ese modo de vivir les hacía profundamente felices.
3- La conciencia ética era notable, personal y socialmente había aumentado profundamente la no tolerancia a la corrupción, a las grandes y a las pequeñas corruptelas del día a día. La defensa de los derechos humanos, de los animales y de la Tierra era su guía de acción.
En mi sueño, queriendo comprender qué les había pasado y cómo habían llegado ahí, les pregunté cómo habían ido avanzando por este camino “espiritual” hasta llegar a ese despertar y a esa sabiduría de vivir. Fui hablando con diversos grupos, colectivos, entrevisté a distintas personas y creo que algo comprendí de lo que me dijeron.
Sin prisa, esta era otra característica de esa sociedad, me fueron contando que los caminos fueron múltiples y se fueron fraguando lentamente.
Me lo fueron narrando así:
“A finales del siglo XX y comienzos del XXI una palabra empezó a ocupar todos los espacios informativos porque expresaba una profunda realidad: crisis. Creció la consciencia de que el sistema no funcionaba, de que el paradigma en el que habíamos vivido llegaba a su fin. La sensación que vivimos la expresó bien el pensador italiano Antonio Gramsci: “lo viejo se resiste a morir y lo nuevo no consigue nacer”.
Pero como toda crisis es un tiempo de criba y de oportunidad, de muerte y de vida nueva supimos descubrir cómo afrontarla y qué necesitábamos para salir de esa crisis renaciendo como sociedad nueva.
Nos organizamos en grupos de estudio, tertulias, círculos de reflexión para profundizar en nuestro momento histórico para estudiarlo, analizarlo queriendo comprenderlo en toda su hondura, y sobre todo buscando los caminos para convertirlo en oportunidad para el cambio.
Nombramos lo que estaba pasando en nuestro mundo cercano y lejano a través de 6 imágenes simbólicas que nos posibilitasen no sólo comprenderla sino también hacer una buena pedagogía, darla a conocer adecuadamente. Los símbolos que escogimos para expresar la crisis como peligro, negatividad fueron: noche, tormenta, muros; para expresarla como oportunidad y esperanza: amanecer, arco iris, y redes.[1]
Fueron lentamente desgranando cada uno de estos símbolos, expresando lo que habían aprendido, las decisiones que habían tomado, el tiempo y la paciencia histórica y su capacidad para resistir las calumnias, envites con los que los poderes del sistema trataron de destruirlos y/o paralizarlos, pero fueron capaces de ir pasando a construir una sociedad nueva, porque también fueron como personas renaciendo de nuevo.
El sueño duró toda la noche, pero como aquí sólo tengo 15´ voy a intentar sintetizar, no tanto el análisis que hicieron de la crisis, sino algunos de los caminos que fueron transitando para ir convirtiendo la crisis en un lugar de esperanza y de transformación de sus personas, colectivos, grupos y alumbrar así una sociedad mucho más espiritual.
“Descubrimos, me dijeron, la profunda noche en la que estábamos inmersos: Era noche de una crisis global: económica financiera, ecológica, climática, energética, alimentaria, de población, ética, religiosa…
La profundidad de la noche nos produjo miedo. Pero no nos quedamos paralizados ante ese diagnóstico sino que decidimos convertir nuestras personas, grupos, círculos, familias…en estrellas que iluminasen el cielo en medio de la noche.
La estrella de la consciencia lúcida, del darse cuenta, que es aprender a percibir la realidad propia y la de lo que nos rodea tal como es. Eso reclamó de nosotr@s cultivar una espiritualidad de ojos abiertos, lúcidos, de honradez con la realidad fáctica y con lo real que aún está en esperanza. Practicamos el discernimiento para descubrir los mecanismos de alienación, de presión, de intimidación, de control de todos los poderes fácticos, que pretenden alienar, adormecer, domesticar y acallar las voces críticas. Un discernimiento que nos ayudó a buscar caminos nuevos que era necesario inventar, pues los viejos estaban ya caducos.
Esa consciencia lúcida nos hizo más conscientes de que no podíamos caminar solos y aislados sino que más que nunca necesitábamos unir nuestras fuerzas, descubrir grupos, movimientos de resistencia, colectivos que trabajaban por el cambio de un sistema injusto que nos destruía a todos
Encendimos también la estrella de la pasión por la vida, por toda vida por insignificante que parezca, especialmente por las vidas más amenazadas. Quizás como nunca tomamos más consciencia de que era todo el ecosistema y la biodiversidad lo que está en peligro y éste era el desafío más urgente de nuestro tiempo y no podíamos hablar de "espiritualidad" al margen de este reto.
Esta estrella nos habló de la urgente necesidad de inaugurar una nueva sociedad la sociedad de sustentación de toda vida. Nos urgimos para comprometernos con un modo de vivir sostenible en todos los niveles. Esta pasión por la vida reclamó también de nosotr@s un éxodo de una espiritualidad demasiado antropocéntrica a una espiritualidad biocéntrica.
Me confesaron que habían decido también encender la estrella del silencio, la meditación, la contemplación con el deseo de conectar con su verdadero Ser. Le ponían distintos nombres, pero todas las palabras que decían apuntaban a la misma realidad: Somos Unidad, Relación, Ser, Familia… Habían descubierto experiencialmente que todas las personas estaban relacionadas con todas y con todo, aún más, que todo repercutía en todo. Que la realidad era un nudo permanente de relaciones en todas las direcciones. “Cuando se despierta a esa realidad, me decían, ya no es posible vivir desde el puro yo egocéntrico y separado, sino en la experiencia de la interconexión con la unidad que todos formamos, no sólo como comunidad humana, sino con todo el entramado de la vida.”[2]
Y por eso se convirtieron también en estrellas compasivas, ya no podían pasar indiferentes ante el dolor de l@s otr@s: lo sentían como propio, y en consecuencia se unían para transformar y cambiar todo lo que estaba en sus manos con el fin de mejorar la calidad de vida, sobre todo de los países menos desarrollados, de los colectivos más desfavorecidos y de todo el entramado de la vida. Cuidaban de los animales, las plantas, la tierra como casa común: Madre Tierra habían vuelto a llamarla. Velaban por su biodiversidad como un gran regalo de la vida.
Por último también encendieron la estrella de la búsqueda compartida. En la noche, me decían, no se ve claro, los caminos no se distinguen con precisión, el miedo puede paralizar nuestros pies y hay que aprender a caminar con poca luz, convirtiendo nuestros pies en buscadores con otros, peregrinos en búsqueda de caminos que vayan roturando otro mundo, otra sociedad… no sólo posible sino imprescindible…
Pero en medio de la noche percibimos el amanecer de una nueva ciudadanía que exigía una democracia real que defienda lo común; una nueva conciencia planetaria; una nueva percepción de la realidad; amanecía también una nueva espiritualidad que vinculaba silencio y compromiso; un nuevo protagonismo de las mujeres… y la ciudanía más lucida y comprometida con el cambio nos pusimos a colaborar con esa novedad que emergía, empujados sobre todo por el dolor de los que peor lo estaban pasando. Hicimos nuestras las bellas palabras atribuidas a Ernest Block, “las utopías son apenas verdades prematuras o verdades de mañana”.
La tormenta en la que estábamos envueltos era muy intensa. Muchas personas sentían que les faltaba el suelo sobre el que apoyarse, se sentían des-oladas.
Esta enorme tormenta nos puso de relieve nuestros miedos, el peligro de convertirnos en asustadizos navegantes buscando cada uno puertos seguros. Pero fuimos capaces de reaccionar y junt@s también aprendimos a permanecer en los compromisos adquiridos, en la defensa de los derechos no solo humanos sino de toda vida, permanecer en luchar por la utopía de que otro mundo es posible.
La tormenta también nos invitaba a soltar amarras, ¡tantas! (las de la riqueza sobrante, nuestros egoísmos, individualismo, machismos, prepotencias, violencias, intransigencias…) y a izar velas. Permitir a nuestras barcas surcar caminos nuevos inciertos, dejarlas mover por el aire del espíritu de justicia, solidaridad, inculturación...
En plena tormenta divisamos el amanecer del arco iris de la paz, del arco iris que nos invitaba a unir, vincular, a hacer de la pluralidad riqueza, armonía de colores complementarios.
También, me seguía diciendo, descubrimos que la situación de crisis que vivíamos nos producía una profunda inseguridad y que nuestro pobre manera de afrontarla era cerrar fronteras, levantar muros. Decidimos ayudarnos para poder demoler tantos muros como descubrimos, tanto los internos, que nos separan, dividen, enfrentan, nos dificultan dialogar, comprender, acoger…como los externos. Muros que nos deshumanizaban, nos alejan de la verdad de formar parte de la humanidad, nos aíslan y empobrecen. También nos sentimos convocados a abrir fronteras mentales, ideológicas, religiosas, abandonar posturas excluyentes y establecer puentes de diálogo.
Ayudados por las ciencias de la naturaleza, la física cuántica, la neurociencia, la psicología transpersonal, las escuelas de silencio y contemplación fuimos convenciéndonos de que somos relación, unidad esencial. Ese descubrimiento nos sorprendió en medio de una sociedad competitiva, excluyente, individualista y formábamos parte de esa sociedad. Dedicamos tiempos, espacios a cultivar una espiritualidad holística, de la conexión, interrelación, cooperación, compromiso. Empezamos a vivir en red, enredándonos y enredando a otras personas con la consciencia cada vez mayor de que “o nos salvamos juntos o perecemos juntos”.
Yo estaba asombrada del camino que habían realizado y de pronto una mujer del grupo con el que estaba hablando me miró y me dijo lo realmente importante es que cada persona haga de su cuerpo un cuerpo espiritual. Sorprendida por esta intervención le pregunte: ¿En qué consiste trabajar el propio cuerpo para hacerlo cuerpo espiritual? ¿Cuándo y cómo se sabe si el cuerpo es espiritual? [3].
Sin pensarlo mucho me dijo:
“Cuando nuestros ojos no se cierren a la realidad propia, ajena, estructural y vean con lucidez lo que pasa y descubran lo que de vida está oculta amaneciendo en medio de la noche. Cuando lleguen a ser ojos que al mirar confortan, levantan, dan vida. Cuando nuestra mirada no confunda nuestro yo superficial, individualista, egocéntrico con el Ser verdadero.
Cuando nuestros oídos no se cierren al dolor y a las alegrías de nuestros contemporáneos, cuando aprendan a gozar de los bellos y gratuitos sonidos de la vida, cuando descubran las voces silenciadas por tantas injusticias y desprecios, y esos gemidos pasen de los oídos al corazón.
Cuando nuestra boca se cierre a la maledicencia y a la mal-dición para convertirse en boca que sabe hablar y callar como lenguaje de amor, pero que al tiempo no deja de denunciar las injusticias, aunque pueda jugarse la vida en el empeño. Cuando va aprendiendo a saborear la vida cotidiana como lugar para ser felices y hacer felices a los demás. Cuando sabe besar y hace del beso sacramento del amor, cuando aprende a reír, con sentido del humor, para no tomarse a sí misma demasiado en serio.
Cuando nuestras manos se conviertan en manos “parteras de vida” que ayuden a dar a luz a tantas personas, realidades, proyectos que esperan de nuestra colaboración. Cuando sean manos que han renunciado a la violencia, al acaparar, y señalar condenando. Cuando se van convirtiendo en manos que levantan, sanan, cuidan, comparten, construyen, junto a otras manos, el manto de la solidaridad y colaboran en el ayudar a luz una nueva sociedad, un nuevo mundo.
Cuando nuestros pies, no pasen de largo, sino que sepan hacerse próximos a quienes tirados en el camino apaleados y robados (personas, colectivos, continentes enteros) esperan que alguien tenga compasión de ellos y bajando de sus cabalgaduras, sepan ofrecerles el bálsamo de nuestra presencia curativa, sanadora de las heridas y además unamos nuestros pies a otros pies, para transformar y cambiar las estructuras, situaciones, conductas que son causa de tanto dolor.
Cuando nuestro corazón se convierta en un corazón amoroso, lleno de nombres, abierto y amplio donde quepan todas las personas, realidades vivas, sueños y proyectos donde se trabaja por la justicia y la paz. Cuando sea capaz de amar profundamente sin dependencias ni utilizaciones. Cuando de verdad sea un corazón de carne no de piedra.
Cuando nuestras entrañas sean fecundas y sepan colaborar en darnos a luz a nosotras/os mismas/os; cuando puedan servir de ayuda a cada persona para que pueda ser ella misma y cuando, doloridas ante el sufrimiento de tanta gente, puedan ayudar a dar a luz un mundo nuevo, que entre dolores de parto, ya amanece. Es decir, cuando se estremezcan y no puedan pasar indiferentes ante el dolor de nuestro mundo y se hagan cada vez más misericordiosas con una misericordia operativa.
Cuando vivamos nuestra sexualidad como hombres y mujeres sin hacer de las diferencias sexuales marginación, discriminación, subordinación y cuando nuestros encuentros sexuales estén marcados por el respeto, la ternura, la pasión del amor, el placer compartido”.
Estas palabras fueron las últimas que oí antes de despertarme, imposible expresar las emociones con las que me levanté.
No tenía la sensación de haber soñado sino de haber vivido una hermosa realidad, una utopía que podríamos hacer “topía”. El sí se puede, se me había quedado grabado en las entrañas.
Recuperé el sueño y anoté con detalle todo lo vivido en él. Entonces descubrí con claridad todo lo que la espiritualidad podía aportar en la construcción de una sociedad plenamente laica, justa y democrática.
[1] Para el desarrollo completo del tema, MARTINEZ OCAÑA, E., (2014) Espiritualidad para un mundo en emergencia, Madrid, Narcea con abundante bibliografía.
[2] Un tema muy trabajado entre otros por MELONI, J. El Uno en la múltiple. Aproximación a la diversidad en la unidad de las religiones, Santander, Sal Terrae, 2003; Hacia un tiempo de síntesis, Barcelona, Fragmenta Editorial, 2011,
[3] He desarrollado este tema en: MARTINEZ OCAÑA, E., Cuando la Palabra se hacer cuerpo…en cuerpo de mujer, Madrid, Narcea, 2010, 3ª; Cuerpo Espiritual, Madrid, Narcea, 2009; Te llevo en mis entrañas dibujada, Madrid, 2012.