Espiritualidad y política (I)


1- Clarificación conceptual: espiritualidad, política.

2- Vivimos un mundo en “emergencia”: 
2.1 Emergencia como peligro y amenaza: un tiempo de “noche”, “tormenta”, “levantar muros”.
2.2 Emergencia como esperanza. “Algo nuevo está naciendo ¿no lo veis?”(Is 43,18-19).
Amanece: una nueva cosmología alternativa; una nueva espiritualidad holística; un nuevo humanismo; una nueva ciudadanía, un nuevo protagonismo de las mujeres.

3- La importancia y las exigencias de una espiritualidad política.

4- Una espiritualidad política como camino para colaborar en “dar a luz” un mundo nuevo. 
4.1 Una civilización de personas “enrededadas” en construir una globalización de la solidaridad.
4.2 Una sociedad más justa, inclusiva y democrática. Hacer de la pluralidad un “arco iris”.
4.3 Un planeta respetado y sostenible.

5- Jesús de Nazaret: un hombre que vivió una auténtica espiritualidad política.


ESPIRITUALIDAD Y POLÍTICA.

1. CLARIFICACIÓN CONCEPTUAL.

Antes de nada creo conveniente clarificar los dos términos de los que partimos: espiritualidad y política.

Quizás por diversas razones nos encontramos con dos términos denostados, desgastados y manipulados por el mal uso que se ha hecho de ellos.

Durante mucho tiempo se ha querido separar la espiritualidad y la política, como dos realidades diametralmente opuestas y/o irreconciliables, y en este encuentro pretendemos, por el contrario, mostrar la profunda vinculación de ambas.

La espiritualidad y la política son dos aspectos fundamentales de la vida. Lo ha expresado recientemente Ken Wilber: «En el ámbito de lo interpersonal, en el reino de como tú y yo nos relacionamos con el otro como seres sociales no hay áreas más importantes.»[1]

Qué entiendo por espiritualidad. [2]

La palabra espiritualidad es un término polisémico. Pero sobre todo es un término que, como he dicho antes, ha llegado a nuestro momento histórico contaminado, desgastado y empobrecido.

Contaminado por el dualismo y patriarcalismo imperante en nuestra cultura occidental, desgastado y empobrecido al reducirlo a la religión y dentro de ella a la oración, sacramentos y celebraciones…Por todo ello es una palabra que provoca rechazo, alejamiento y desconfianza o remite a algo superfluo, pasado y caduco. [3]

Resulta imprescindible entonces re-codifícarla antes de vincularla al término política.

Espiritualidad en su acepción semántica procede de “espíritu”,palabra que ha llegado a nosotros después de un largo recorrido. Desde la tradición judeocristiana nos encontramos con el hebreo femenino, “la ruaj”, el aliento de vida, pasando por su traducción griega “lo pneuma” (convertida en una palabra neutra) hasta su traducción latina “spiritus” (masculina y patrirarcal), que es cómo ha llegado a nosotros.[4]

No obstante, algo importante hay en común en estas traducciones, y es la referencia al principio vital, al hálito de vida, a lo que está en el origen de todo lo que existe. El “espíritu” es lo que alienta la realidad. .

Pedro Casaldáliga escribe que "el espíritu de una persona es lo más hondo de su propio ser, sus motivaciones últimas, su ideal, su utopía, su pasión, la mística por la que vive y lucha y con la cual contagia a los demás”[5]. Su espiritualidad será la talla de su propia humanidad”. O en palabras de Jon Sobrino “Espiritualidad es el espíritu, el talante con el que se afronta lo real, la historia que vivimos en toda su complejidad”[6]. Según esto alguien podría decirnos “dime cómo te sitúas ante la realidad y te diré cuál es tu espiritualidad”.

Complementando esta definición Leonardo Boff en su libro La voz del arco iris nos dice: “En su acepción originaria espíritu (de donde deriva espiritualidad), aliento, es una cualidad de todo ser vivo que respira (ser humano, animal, planta). En este sentido “espiritualidad es la actitud que pone la vida en el centro, que defiende y promueva la vida contra todos los mecanismos de estancamiento y muerte”. [7]

Es decir el término espiritualidad alude:

· al espíritu, a la fuerza que alienta la realidad, 

· al modo de situarnos ante ella sosteniendo, defendiendo la vida contra todo lo que atenta contra ella

· al descubrimiento de la verdad más profunda de la humanidad y de la Realidad: la experiencia de ser Relación, Comunión

Una sociedad o persona espiritual sería, por tanto, la que va descubriendo la verdad de su Ser, su verdadera identidad, vislumbrando el Fondo Ultimo de la realidad (la Unidad que somos) y trata de vivir coherentemente con esa verdad experimentada, poniendo la vida, toda vida, de un modo especial las vidas más amenazadas, en el centro para cuidarla, defenderla y protegerla. 

Desde esta aproximación conceptual podremos hablar de qué espiritualidad es adecuada en cada momento de la historia, pero siempre remitida a lo Real para confrontarse con ello[8]. Es, pues, un concepto dinámico, no estático y de profunda actualidad. 

Cómo definir la política: también hemos empobrecido y degradado la política, reduciéndola o bien a la militancia de partido o a la acción directa de gobernar. Se nos ha olvidado que como dice Aristóteles el ser humano es un “animal político”, y que por el mero hecho de ser persona ya estamos implicados en el compromiso con la “polis” con la ciudad. La política como gobierno y administración de las cuestiones públicas, como la gestión de lo “común” nos afecta a todos.

2. VIVIMOS UN MUNDO EN “EMERGENCIA”:

Una emergencia es siempre una situación especial por la que pasa un sistema, sea éste político, ecológico, comunitario…

Al hablar de un mundo en “emergencia” quiero destacar su sentido como peligro y como esperanza de lo nuevo que está emergiendo. [9]

La palabra “emergencia” (en la doble acepción en la que la uso) alude a cambio y transformación y a la vez a un tiempo en el que no se encuentran respuestas o recursos suficientes para abordar ese cambio. Los momentos de emergencia pueden ser una gran oportunidad para desterrar estructuras caducas y cribar lo que sigue siendo valioso y lo que no lo es, y también un gran momento de esperanza de lo nuevo que emerge. 

Estamos ante una transformación de grandes dimensiones: Joan Subirats, un prestigioso catedrático de Ciencia Política lo expresa así: “vivimos una situación de transición o de interregno entre dos épocas, en la que se constatan discontinuidades significativas entre lo que hacíamos y vivíamos y lo que estamos haciendo y viviendo, si bien no se vislumbra todavía con claridad los escenarios de futuro.” [10] Algunas personas la comparan con lo que supuso el paso del Paleolítico al Neolítico para la historia de la humanidad. Los nombres para identificar este radical cambio se suceden: tiempo axial, cambio de eje, nueva conciencia holística, trans-histórica, tras-personal, trans-religiosa, post-moderna, post industrial... Muchos analistas nos dicen que el cambio es de tal categoría que no nos es posible comprenderlo porque estamos demasiado encima, nos falta perspectiva para vislumbrar lo que puede suponer para la evolución del planeta tierra y de nuestra especie. Un cambio de paradigma que nos obliga a revisar nuestra manera de vivir y de situarnos en la realidad. Estar viviendo un momento de crisis conlleva también una gran carga de incertidumbre y la búsqueda a veces compulsiva de seguridad.

Es ya una evidencia para la mayoría de los analistas que nuestra civilización moderna, capitalista, burguesa, occidental, mundializada, ha entrado en crisis. 

Federico Mayor Zaragoza, (que ha sido director general de la Unesco), lo expresa con toda claridad:” «Estamos en un momento crítico de la historia de la Tierra, en el cual la humanidad debe elegir su futuro», proclama la Carta de la Tierra en el inicio del preámbulo. Es tiempo de cambios apremiantes. Es tiempo de acción. La mayoría de los diagnósticos y análisis han sido ya realizados y están disponibles: ha llegado el momento de aplicarlos resueltamente, audazmente. «Como nunca antes en la historia, el destino común reclama a la humanidad buscar un nuevo comienzo», establece la Carta de la Tierra en su epílogo, y nos advierte de que esta nueva etapa de la historia «requerirá un cambio de mentalidad […], un nuevo sentido de interdependencia global y responsabilidad universal». [11]

El ex candidato al Premio Nobel de la Paz Ervin Laszlo. Lo expresa como un momento de “emergencia global: «Con ello queremos decir que el sistema, como es, ha dejado de ser sostenible y ha entrado en un estado tal de inestabilidad que, para no colapsarse, se ve obligado a cambiar.[…] La inestabilidad e insostenibilidad en que nuestra actividad ha colocado al ser humano y al mundo natural reflejan una emergencia global que debemos afrotnar, si queremos evitar una catástrofe global, con una cooperación también global» [12] El problema grave es que las instituciones o organizaciones políticas no han sido creadas para resolver los problemas globales sino los territoriales de las naciones-estado y a eso se dedican

En el intento de aproximarme modestamente a una lectura de nuestro mundo “en emergencia” como peligro y/o negatividad voy a utilizar tres símbolos: noche, tormenta, muralla.

2.1 La emergencia como peligro:

Nos envuelve la noche de un tiempo que se acaba y no se ve aún lo nuevo que alumbra. La sensación que vivimos la expresó bien el pensador italiano Antonio Gramsci <<lo viejo se resiste a morir y lo nuevo no consigue nacer>>

La noche en medio de una crisis económica financiera donde el sistema neoliberal domina imponiéndose a los gobiernos, a la política, a la ciudadanía, a la ética. Una situación que algunos analistas nombran como “terrorismo financiero”, los mercados tienen a los gobiernos arrodillados a sus pies. Una crisis que provoca una mayor injusticia, marginación, pobreza, paro masivo, hambre de millones de seres humanos que a su vez desencadena migraciones masivas, tal como estamos viendo con horror en estos momentos.

La noche de los valores y la ética, la noche de la corrupción y la impunidad.

Noche de los intereses colectivos de la humanidad, de la exacerbación de la competitividad en detrimento de la cooperación. Se están viendo afectados los cimientos que sustentan la sociabilidad humana, la confianza, la verdad, la cooperación destruidos por la voracidad del capital. 

La noche del planeta tierra donde en este imperio de la economía neoliberal dominante se sacrifica la rentabilidad presente a la preservación de los recursos naturales y la protección de la biodiversidad. Algunos científicos nos avisan de que podemos estar en un punto de no retorno. [13]

La noche de la inoperancia de los organismos de representación mundial como la ONU. 

La noche de la liquidación del estado de bienestar que algunos países habíamos alcanzado, de la liquidación de los derechos humanos: laborales, educativos, sanitarios, de justicia…que creímos alcanzado de un modo irreversible

La noche en el reconocimiento de las libertades de los ciudadanos a la disidencia, la protesta, la manifestación…la represión, a veces brutal, de estas manifestaciones ciudadanas va tomando cada día más fuerza y carta de ciudadanía, en medio de un orquestado linchamiento de quienes se atreven a disentir y manifestarse. 

La noche de las instituciones políticas, jurídicas, sindicales, religiosas. 

Vivimos también una noche de sentido, de decepción de todas las instancias de poder, de depresión personal y social. Noche también de ausencia de Dios, de esperanza.

A esta noche global tendríamos que unir nuestras noches más cercanas: las que nos afectan familiarmente, laboralmente, en nuestro entorno cercano…las noches personales, las noches de nuestro no saber, no entender, no poder… ¡Tantas noches!

En esta mirada a un mundo en crisis entendida como peligro, nos situamos en la segunda imagen: la tormenta.

En este mundo nuestro “atormentado” hay mucho ruido en nuestro entorno: el ruido ensordecedor de los aviones de guerra, de las ametralladoras y los tanques; el ruido de tanta violencia, gritos, maltrato, tanto machismo prepotente que no tolera que las mujeres se vayan poniendo en pie, el ruido de tantas mentiras, verdades a medias, corrupción; el ruido de la intransigencia, intolerancia, fanatismo, condenas, excomuniones, maldiciones, amenazas, silenciamientos forzosos, el ruido de la amenaza de un terrorismo internacional (sin duda preocupante, pero sin tomar consciencia de las causas de ese terrorismo y de quienes lo alimentaron, alimentan y sostienen) que provoca una estrategia del miedo con la obsesión por la defensa y protección y termina convirtiéndose en un estado policiaco que termina buscando y persiguiendo a disidentes internos. Mientras se calla la gran tormenta del terrorismo financiero, que de hecho provoca muchos mas muertos.

En medio de la tempestad se levantan olas de dolor y sin sentido, de paro masivo, de desahucios sangrantes e injustos, de muertes prematuras que hacen naufragar pateras, barcos, cayucos… llenos de sueños. 

El planeta tierra grita de un modo ensordecedor, aunque nos neguemos a oírlo.

El ruido de tanta información controlada y manipulada que trata de aturdirnos, desinformarnos, engañarnos… y no nos permite digerirla, cribarla, sopesarla. Incluso termina insensibilizándonos como mecanismo defensivo.

Además soplan otros vientos huracanados que nos amenazan llevándose por delante tantas seguridades que nos han sostenido, tantos transatlánticos en los que nos hemos subido, tantos salvavidas a los que nos hemos agarrado.

Las tempestades y tormentas nos asustan, tienen el peligro de convertir nuestras personas y comunidades en asustados buscadores de seguridades propias, de suspender toda búsqueda de náufragos del sistema, de huidizos caminantes hacia lugares de calma. 

En medio de este ruido ¿Cómo escuchar la voz de los sin voz, de tantas personas náufragas del sistema?

Vivimos un tiempo de levantar murallas, cerrar fronteras.

Las situaciones de emergencia, de peligro provocan inseguridad que no siempre sabemos manejar bien y en este momento que estamos viviendo estamos intentando defendernos levantando murallas, reforzando fronteras, blindándonos. Es nuestra pobre y terrible manera de situarnos ante la inseguridad, es nuestro egoísmo que nos dificulta saber compartir y/o devolver lo robado a otros continentes que previamente hemos expliado.[14]

Levantamos muros de exclusión de todo lo distinto: sexo, razas, culturas, religiones, ideologías, modos diversos de vivir la sexualidad…Nuestra falta de seguridad no soporta lo distinto que vivimos como amenaza, nuestro egoísmo hace que vivamos con desconfianza todo lo que suene a compartir, repartir, decrecer…

Levantamos muros, vayas con los que pretendemos evitar que millones de personas hambrientas, asediadas por guerras (provocadas y/o alimentadas con armas que nosotros producimos) entren en nuestros países, las asediamos, encerramos y expulsamos sin reconocer que la Tierra es de todos y a todos pertenece, sin reconocer de hecho derechos humanos que proclamamos con nuestras palabras. 

Los muros que levantamos tienen muchos nombres: intransigencia, fanatismo, dogmatismos, fundamentalismos, xenofobia, patriarcalismo, sexismo, racismo, pensamiento único, cerrazón mental, auge de movimientos ultras, exclusiones, condenas, excomuniones, y silenciamientos forzosos, leyes excluyentes y un largo etc.

Permanece la separación y las fronteras entre varones y mujeres, no hay equidad en sueldos, roles, funciones, tareas domésticas, atención y cuidados…

Se exagera la amenaza del terrorismo internacional, (mientras se silencia el terrorismo financiero que mata a millones de seres humanos de hambre), que provoca una estrategia del miedo con la consiguiente obsesión por la “defensa” y “protección” ¿de los ciudadanos o de los poderes fácticos? 

Un gran muro de separación se ha provocado en los últimos años entre la economía y la política, despojando a ésta última de todo poder de decidir los destinos de sus países

Este muro de separación, desigualdad y desconfianza entre la población y las élites que detectan el poder se agudiza cada vez más y se nos presenta como infranqueable[15]

También este muro de separación alcanza a la regulación de la fiscalidad en la mayoría de los países, mientras se exigen el pago de impuestos a los trabajadores y trabajadoras se facilita la evasión fiscal en grandes paraísos bien conocidos, pero no perseguidos.

También los humanos hemos ido fraguando un muro de separación entre nosotros y la tierra. Reduciendo el planeta tierra, a un recurso más de consumo y explotación en vez de sentirnos y vivirnos formando parte de una misma unidad de origen y destino.

Otro muro escandaloso es el que levantamos los creyentes de una y otra religión. Separaciones que cada día tienen menos sentido y provocan recelos, condenas, privilegios de unas religiones con agravios comparativos con relación a otras. Todo ello fuente de alejamiento y aumento del ateísmo y/o indiferencia religiosa.

Una emergencia crítica que se manifiesta a través de las distintas crisis actuales que se nombra de muchas formas: 
una crisis de humanidad, Porque subyace en ella un concepto empobrecido de ser humano que sólo considera una parte de él, su parte de ego, 
una crisis de civilización que nos llevará a tener que repensar todos nuestros esquemas mentales (tenemos que salir de la burbuja economicista) cambiar nuestros modos de vivir y relacionarnos con toda la humanidad y el resto de la biosfera 
crisis por la ruptura de la cosmología clásica, en la que se partía de una visión mecanicista, antropocéntrica, dualista y patriarcal del universo. Las cosas están ahí las unas al lado de las otras, sin conexión entre sí, regidas por leyes mecánicas. No poseen valor intrínseco, sólo valen en la medida en que se ordenan al uso humano. 

Crisis que se pueden leer como expresión de una única crisis: la de los fundamentos.

[1] WILBER, K., “Espiritualidad y política para el siglo XXI”, (54-60), 54, En CERVANTES , C., (editor), (2011), Espiritualidad y política Kairós 


[2] MARTINEZ OCAÑA, E., (2014) Espiritualidad para un mundo en emergencia, Madrid, Narcea, 17-22 


[3] He desarrollado este tema con cierta amplitud en MARTINEZ OCAÑA, E., (2009), Cuerpo espiritual, Madrid, Ed. Narcea, pp. 19-65 


[4] Cfr MARTINEZ LOZANO, E., (2012) Vida en Plenitud. Apuntes para una espiritualidad transreligiosa, Madrid, Ed. PPC, pp. 7-12; 25-35 


[5] Casaldáliga, P. – Vigil, J.M. (1993), Espiritualidad de la liberación, San Salvador, UCA, p. 23; Igual acepción se encuentra en Galilea, S. (1985), El camino de la espiritualidad, Bogotá, Ed. Paulinas, p. 26 


[6] Sobrino, J., (1990) "Espiritualidad y seguimiento de Jesús" en Mysterium Liberationis T II, Madrid, Trotta, p. 450 


[7] BOFF, L. (2003) La voz del arco iris, Madrid, Ed. Trotta, p.123 


[8] Sobrino, J., (1990) o.c. pp. 449-458 


[9] He desarrollado ampliamente esta perspectiva en MARTINEZ OCAÑA, E.M., (2014) Espiritualidad para un mundo en emergencia, Madrid, Narcea. 


[10] SUBIRATS, J., (2012), ¿Nuevos movimientos sociales para una Europa en crisis? Enlace: http//eurobask.org//ficheros FTP/LIBROS/UNIVERSITAS, pdf. Sobre lo impredecible de este tiempo en que vivimos recomiendo el excelente libro de FONTANA, J., (2013), El futuro es un país extraño. Barcelona, Ed. Pasado y Presente 


[11] MAYOR ZARAGOZA, F, “ El otro mundo posible que anhelamos” en. CERVANTES , C., (editor), (2011), Espiritualidad y política Kairós, 23 


[12] LASZLO, E., “Emergencia global”, ibidem. 48, 51 


[13] PIGEM, J., “ Un mundo nuevo quiere nacer”, en o.c. Espiritualidad y política, 32-36.33. Hoy el mundo está mucho más globalizado, y por tanto esta crisis alcanza como nunca antes a todas las sociedades del planeta. Y al mismo tiempo están en crisis todos los ecosistemas de la Tierra. Según el informe Planetary boundaries (Límites planetarios), elaborado por veintinueve científicos de tres continentes, las consecuencias de la acción humana han hecho que el equilibrio ecológico del planeta esté ya fuera de sus “límites de seguridad” en al menos tres ámbitos: extinción de especies (a un ritmo mil veces más rápido que antes de la Revolución Industrial), cambio climático y alteración del ciclo del nitrógeno. 

[14] Este tema lo desarrolla con mucha lucidez y claridad MARTINEZ LOZANO, E., en la o.c. La botella en el océano.