Aportación a la mesa redonda en el II Encuentro Podemos de Espiritualidad: Humanizar la Sociedad y la Política. 1 octubre, 2016.
Agradezco que por segunda vez las personas que llevan adelante el Círculo de Espiritualidad me hayan invitado a intervenir en una mesa Redonda en este II Encuentro. Es para mí un placer y una oportunidad de compartir.
Mi aportación parte de mi percepción personal de cómo entiendo yo que la espiritualidad cristiana puede ser hoy una gran aportación para humanizar la sociedad y la política. Una percepción que se hace en mí opción de vida, deseo profundo de hacer verdad esa espiritualidad y al tiempo consciencia de lo lejos que aún estoy de vivirla con coherencia.
Entiendo por “espiritualidad cristiana” el modo de afrontar la realidad desde la “Ruah”, el aliento de Vida, que alentó la persona y la vida de Jesús de Nazaret. Yo no tengo duda de que la vida de Jesús y su proyecto vital, social y político es una propuesta humanizadora de una enorme actualidad.
Otra cosa es el reconocimiento de lo que a lo largo de los siglos, en la religión católica, se ha ido “añadiendo” y también tergiversando de diversas maneras, la nitidez de las propuestas humanizadoras, de la defensa de los excluidos y de la denuncia valiente de Jesús de Nazaret.
Voy a intentar desgranar algunos de los retos transformadores y humanizadores a los que nos invita este profeta y místico que fue Jesús de Nazaret. Retos que son, no sólo para quienes queremos vivir “al aire de Jesús”, sino para quienes sueñan con una sociedad más humana, más justa y buscan otro modo de entender y vivir la “política”.
Entiendo la política en su sentido originario, recuperando la famosa frase de Aristóteles: el ser humano es un “animal político”, por tanto por el mero hecho de ser personas ya estamos implicadas en el compromiso con la “polis”, con la ciudad. Hoy la polis no es sólo nuestra pequeña ciudad, sino el mundo entero, nuestro planeta tierra, el cuidado del ecosistema.
Por eso me refiero a la política como gobierno y administración de las cuestiones públicas, como la implicación personal y social en la gestión de lo “común”. Y en esta gestión, por responsabilidad humana y ética, no podemos dejar de estar implicadas todas las personas.
¿Qué subrayo yo, aquí y ahora, de esa propuesta humanizadora de la espiritualidad cristiana, es decir vivir al “aire de Jesús”? [1]
1º- Una llamada a entrar y vivir desde la profundidad del ser, llegar ahí a la experiencia de sabernos UNIDAD, RELACIÓN en todas las direcciones. Descubrir que somos mucho más que los límites de nuestra pequeña piel para abrirnos al cuerpo social, al cuerpo biótico, al cuerpo cósmico, al Misterio que todo lo vincula.
Una experiencia mística que nos permite sabernos interconectados formando parte del Todo, de cada una de las realidades de la vida y del Misterioso Entramado que todo lo sustenta, todo lo sostiene y posibilita que todo sea. Un misterio que Jesús llamó ¡Abba¡, Amor relacional fundante.
Esa experiencia de unidad e interdependencia conlleva, si es verdadera, la imposibilidad de pasar indiferente ante el dolor, la injusticia, la exclusión, el sufrimiento… La compasión activa brota como consecuencia inmediata.
A Jesús “se le conmovían las entrañas”, incapaz de dar rodeos ante cualquier ser humano tirado en el camino. Y esa conmoción le llevó siempre a actuar para aliviar, sanar, levantar, denunciar…
En este momento histórico, así heridos, saqueados y tirados en el camino están continentes, países, colectivos. ..Una escandalosa e insoportable pobreza y desigualdad que no podemos seguir tolerando y un expolio de nuestra Madre tierra que puede acabar con la vida en el planeta.
Acoger esta llamada a hacer experiencia de la Unidad que somos, ¿qué supondría para nuestra sociedad y a qué política nos llevaría?
Si entiendo que la espiritualidad de las personas y sociedades se muestra en la manera de afrontar la realidad, sin duda que esta experiencia profunda de descubrir nuestra verdadera identidad relacional cambiaría fundamentalmente, no sólo nuestras relaciones interpersonales, sino toda nuestra relación con las cosas, el dinero, el tiempo… Además este cambio tiene que tener consecuencias visibles sociales y políticas. Yo suelo formularlo asi: “para que sea verdad necesita hacerse cuerpo [2] personal, social, político” tiene que ir cambiando nuestra manera de mirar, escuchar, pensar, hablar y callar, nuestro hacer, la dirección y orientación de nuestros pasos; hará nuestro corazón más grande y amoroso y nuestras entrañas más compasivas.
Un cambio que nos ayudaría a ir pasando, sin voluntarismos, pero tampoco mágicamente, del individualismo a la fraternidad, del antropocentrismo patriarcal al ecocentrismo, del egoísmo al amor, del consumismo compulsivo al compartir, de la indiferencia a la indignación, a la compasión activa y a la responsabilidad por el bien común.
2º- Como consecuencia de esa experiencia ya no nos sería posible ni pasar de largo, ni callar ante las injusticias, la desigualdad, las exclusiones que convierten a las personas en residuos sobrantes.
Eso le pasó a él, Jesús de Nazaret fue un profeta que denunció con pasión todos los mecanismos de muerte, de injusticia, de discriminación, exclusión, violencia destructiva. Se jugó la vida desvelando las causas de esa situación y criticando con valentía los poderes opresores de su tiempo: (y de todos los tiempos) poder político, económico, cultural, religioso y por eso mismo lo asesinaron, como lo han hecho y siguen haciendo con tantas personas en el mundo entero que luchan por la misma causa de la justicia.
¿Sería igual nuestra sociedad si nos comprometiésemos a no dejarnos amedrentar, ni comprar, ni alienar, ni pasar indiferentes y denunciásemos todo lo que en nuestra sociedad deshumaniza y atenta contra los derechos de todo lo que es, y contra la biodiversidad del planeta?
Situarnos en la realidad desde una actitud profética es también anunciar una urgencia para nuestra sociedad y para regenerar la política: la afirmación de la primacía del derecho de las personas a su dignidad, a su bienestar y felicidad y del derecho a la biodiversidad del planeta, por encima de todo lo demás.
Jesús se lo dijo con claridad a sus contemporáneos, la persona humana estaba por encima de la Ley, del Templo, del Culto, por muy sagrados que estas realidades fueran. Su manera de mirar la realidad como realidad valiosa por sí misma y además, para él, presencia visible del Amor Invisible, le llevó al cuidado de todo.
¿Cómo repercutiría en nuestra sociedad y en nuestra responsabilidad política si hiciésemos verdad que la persona humana está por encima del dinero, del poder, del placer, del partido, de la nación, de las religiones…?
¿Cómo cambiaria nuestra sociedad si pasáramos de la cultura del despilfarro e indiferencia a la cultura del cuidado de unas personas para con otras, especialmente de quienes están en situación de más vulnerabilidad, de todo ser vivo, de nuestra madre tierra?
La pasión de Jesús, el sueño de su vida, fue trabajar por formar una familia de hij@s que viven en la seguridad de un Amor incondicional fundante y de herman@s que construyen una fraternidad, sororidad. Una familia “sin padres” patriarcales, y donde las mujeres tienen la misma dignidad que los varones. La defensa de las mujeres, profundamente marginadas en su cultura ha sido una de sus grandes aportaciones y al tiempo un lugar de escándalo. Jesús soñó con hacer verdad una familia formada por toda la humanidad, sin exclusión alguna por razón de raza, sexo, religión, bondad o maldad… A ese sueño le llamó Reinado de Dios.
Pero esa pasión de Jesús no la vivió en solitario poco a poco fue rodeándose de amigas y amigos, que conociesen bien el sufrimiento del pueblo, queriendo “enredarlos” y contagiarlos de la misma pasión: la tarea arriesgada de vivir como una gran familia.
Jesús no era un ingenuo sabía muy bien lo que eso suponía en la sociedad injusta y violenta de su tiempo. Era consciente del precio que él y su gente tendría que pagar, de lo difícil que iba a ser empeñar sus vidas y enseñar a los demás a caminar, no en la dinámica del odio, la violencia, la prepotencia, el egoísmo, la indiferencia … sino en la dinámica de la compasión activa, el cuidado, el descentramiento, (dejar a un lado nuestros egos personales y grupales) la bondad…Y todo ello sin dejar de denunciar las injusticias, de desenmascarar las causas de la pobreza y exclusión, las mentiras, la inhumanidad de vivir indiferentes al sufrimiento de las grandes mayorías del pueblo.
Sus palabras y hechos denunciando esa injusta situación, su firme defensa de las mujeres, los pobres, excluidos y hambrientos… su acogida preferente a los últimos de aquella sociedad, su clara denuncia y condena de la vida suntuosa de los ricos de las ciudades fue un desafío público al programa socio-político-religioso que impulsaban Herodes Antipas y las élites religiosas , que claramente favorecían los intereses de los más poderosos y hundía cada vez más en la miseria los más débiles.
¿Necesito poner de relieve qué supondría hacer verdad hoy esta manera arriesgada y lúcida de situarnos en la realidad?
¿Cómo cambiaría nuestra sociedad y nuestro modo de entender y vivir la política si aprendiésemos a caminar en la dinámica del compromiso por el cambio de este sistema perverso, la compasión activa, el cuidado, la bondad, el descentramiento…? Y además todo ello sin renunciar a la denuncia valiente de toda injusticia, al desenmascaramiento de las consecuencias de un sistema económico que produce muerte y a la acción contundente por cambiar estas estructuras injustas que nos aprisionan?.
Si este sabernos unidad, relación, familia…no es aún nuestra experiencia, escuchar el anuncio de la irrenunciable vinculación de todos con todo puede constituir una llamada seria y urgente a la radical responsabilidad de unas personas con otras, con toda la realidad y del imprescindible cuidado de la vida por exigencia ética.
3º Por último hay en Jesús de Nazaret una importante propuesta para transitar caminos nuevos hacia una felicidad solidaria y política. Caminos que él transitó por eso pudo ofrecerlos a los demás. La propuesta de una felicidad que no puede ser construida al margen de la ética, ni de las grandes mayorías marginadas, ni de la grave situación de nuestra tierra.
¿Qué pasaría si personal y socialmente nos animásemos a buscar caminos nuevos y alternativos de felicidad, escuchando esta propuesta del Nazareno?
· Una felicidad que pasa por saber vivir más austeramente, necesitar menos cosas porque se es más persona y además se puede compartir más.
· Una felicidad en la que se renuncia a utilizar la violencia destructiva y trata de construir la sociedad desde la denuncia vinculada a la misericordia.
· Que es capaz de hacer del dolor y el llanto un lugar de crecimiento, resiliencia y solidaridad
· Que se alimenta de un hambre y sed de justicia que se hace acción, compromiso, riesgo.
· Que se cultiva desde un corazón limpio de dobleces, mentiras, egoísmos, machismos, prepontencias, indiferencia…
· Que hace de la construcción de una paz, que se besa con la justicia, su camino cotidiano.
· Que es capaz incluso de encontrar motivos profundos de felicidad cuando se comprueba que por ser fiel a los sueños de justicia e igualdad se sufre persecuciones, calumnias, amenazas… porque entonces se sabe uno en buen camino, en el camino del bien común y de la defensa de los últimos.
¿Nos quedan dudas de que estos tres grandes retos a los que nos invita la persona y el proyecto vital de Jesús de Nazaret serían hoy una gran aportación a nuestra sociedad y a nuestro modo de entender y vivir la política?
Resumiendo esos retos:
· de entrar en la profundidad y descubrir la verdad que Es, que Somos, para vivir en coherencia con esa profunda UNIDAD, interrelación que nos llama a ser familia
· de denunciar todo lo que destruye esa Unidad marginando, excluyendo, negando derechos y al tiempo anunciar con hechos que es posible vivir como una gran familia humana y biótica
· explorar caminos nuevos de una felicidad solidaria y política.
Ojalá creyentes y no creyentes del mundo entero nos embarquemos en esta tarea y estos encuentros sean un estímulo para ello.