No me resulta fácil escuchar en estos días feliz navidad mientras las imágenes de la inhumanidad a la que estamos llegando como sociedad en nuestro mundo nos golpean los ojos, los oídos, las entrañas y el corazón.
¿Feliz navidad para los 800 millones de hambrientos en el mundo?
¿Feliz navidad para los emigrantes, refugiados que llegan desesperados a nuestras fronteras después de pasar mil penurias, creyendo que iban a encontrar alivio a su sufrimiento y lo que se encuentran es muros, concertinas, disparos, golpes, hambre, hacinamiento?
¿Feliz navidad para las mujeres violadas, traficadas, utilizadas como mercancía barata ellas y o sus órganos ante el silencio cómplice de tanta parte de la sociedad?
¿Feliz navidad para los sin techo, desahuciados, parados de larga duración que ya no tienen subsidio de paro, ni esperanza de encontrar un trabajo?
¿Feliz navidad para las familias rotas por el dolor de la muerte de sus seres queridos en los mil atentados contra la humanidad por la violencia estructural, el terrorismo financiero, el terrorismo de las guerras, de la violencia machista, el terrorismo de la pederastia y los "otros terrorismos" de los que tanto se habla y nos pueden hacer creer que es el único terrorismo existentes?
¿Feliz navidad para quienes han tenido que emigrar fuera de sus hogares, de su familia y su tierra porque no han encontrado otro modo de intentar buscar trabajo, y poder sobrevivir, digan lo que digan algunos de nuestro ministros para enmascarar esta tragedia para tantas personas y familias?
No pararía de hacerme preguntas sobre para quiénes puede ser verdad que estas fiestas traigan felicidad.
Y al mismo tiempo quiero saber escuchar y proclamar este mensaje encontrándole un sentido profundo y ofrecerlo con esperanza, sin olvidar a tantos millones de personas que no van a poder tener una feliz navidad.
Los cristianos celebramos un acontecimiento fundamental: en Jesús de Nazaret hemos descubierto, se nos ha desvelado, una profunda verdad el Misterio trascendente es también inmanente, no hay separación entre el ser humano y el Misterio en el que "vivimos, respiramos, existimos". Ese Misterio puede nombrarse de muchas maneras, cada religión lo hace a la suya, los no creyentes pueden nombrarlo como el Fondo que todo lo unifica y sostiene, la "energía purísima" presente en todo lo que existe, el vacío pleno, silencio, Presencia...
Los cristianos le hemos puesto muchos nombres pero el que más repetimos es el que le puso Jesús: Abba!: Relación de Amor fundante, Amor incondicional que da identidad y nos recuerda que somos hijas e hijos amadas y al mismo tiempo hermanas y hermanos de todos y de todo.
La Navidad, es para los cristianos, un tiempo pedagógico que nos recuerda esta verdad fundante y nos llama a hacerla cada vez más verdad en la historia.
Si la Navidad nos invita a profundizar en la Buena noticia del Amor incondicional de Dios hacia toda la humanidad hacia toda la creación y comprendemos que esa Buena Noticia es para ir haciéndola verdad en nuestra vida cotidiana, en nuestra sociedad, en nuestro mundo… sí podría ser verdad que la Navidad sea fuente de felicidad para todas las personas creyentes y no creyentes.
Si cada Navidad nos pone una y otra vez en camino de generar relaciones más fraternas, solidarias, humanizadoras, si nos hace sentir que todo lo que les pase a nuestros hermanos y hermanos nos pasa también a nosotros y nos concierne y por tanto no podemos pasar indiferentes, ni alienados ante su dolor sino por el contrario nos preguntamos cómo podemos poner nuestro granito de arena en mejorar nuestro mundo, en cuidar a quienes peor lo están pasando, a cuidar la vida de nuestro planeta, a denunciar las injusticias, a trabajar y luchar para cambiar este sistema económico mundial que es asesino, depredador, ecocida...entonces quizás podríamos hacer más verdad que la Navidad genere felicidad.
Si en cada Feliz Navidad que nos deseamos ofreciésemos algo de lo mejor de nuestras personas para mejorar este mundo, para hacer más felices a las personas que nos rodean, para generar en nuestro entorno unas relaciones más fraternas…hacer algo por muy pequeño que sea, ese deseo podría ser eficaz.
Si en cada Navidad nos comprometemos a hacer algo por los millones de seres hambrientos, desplazados, emigrados, solicitantes de asilo; si en en esta Navidad nos decidiésemos a movilizarnos masivamente, para decir a nuestros gobiernos europeos ante la política migratoria y de refugiados: “NO EN NUESTRO NOMBRE” y llenásemos las plazas y las calles con esa consigna...quizás tenga cada vez más sentido desearnos una feliz Navidad. Y ese sería el mejor anuncio de la Navidad.
Si la Navidad nos recordase que hay un "indisoluble matrimonio" entre lo Divino y lo humano, lo trascendente e inmanente, que todo lo que Es forma parte de este Misterio Amoroso fundante y reunificador, que todo lo sostiene, todo lo vincula, nada escapa a su Ser...quizás entonces la Navidad llegase a ser una buena noticia movilizadora de un mundo más fraterno, mas sororal, mas cuidador de la vida, mas biocéntrico.
Si los nacimientos y portales de Belén nos recordasen la necesidad de de-crecer para poder compartir y quedarnos con lo imprescindible, del poder liberador de una vida más austera, porque tenemos dentro una profunda fuente de Felicidad que los cristianos nombramos como "Dios en nosotros, para nosotros, como nosotros" entonces sí haríamos creíble que la Navidad es un tiempo para ofrecer felicidad, generar felicidad, compartir felicidad.
Con este profundo deseo, primero de hacerlo verdad en mi vida, en mi celebración de la Navidad y soñando que otras muchas personas también lo intentan y la quieren celebrar así os deseo y me deseo una FELIZ NAVIDAD.