La urgencia de una espiritualidad politica (I)




(Ponencia Emma Martinez Ocaña. Madrid, 37 congreso de teología)

0- Introducción. Una mirada a nuestro mundo en “emergencia”

1- Concepto, urgencia y exigencias de una espiritualidad política.

1.1 Clarificación conceptual: espiritualidad, política.

1.2 Qué entiendo por espiritualidad política.

a) Recuperar el sentido originario de la política como la gestión de “Bien Común”

b) Volver a descubrir la espiritualidad como “aliento” de toda vida.

1.3 El por qué de su urgencia 

1.4 Exigencias para vivirla

a) Consciencia lúcida de las causas de la situación actual y el compromiso ético por erradicarlas.

b) Descubrimiento de que lo personal es político. La ineludible transformación personal para hacer verdad una sociedad nueva y un mundo alternativo.

c) Vivir la espiritualidad como experiencia de ser Relación, vinculación, conexión, el despertar del “cerebro del corazón” y la responsabilidad ética de vivir en coherencia

2- Una espiritualidad política como camino para “dar a luz” un mundo nuevo construido sobre el “Bien Común de la Humanidad”.

2.1 En el plano estructural 

2.2 En el plano económico

2.3 En el plano social

2.4 En el plano político 

2.5 En el plano ecológico

2.6 En el plano cultural

2.7 En el plano espiritual

Síntesis final.

LA URGENCIA DE UNA ESPIRITUALIDAD POLÍTICA.


INTRODUCCIÓN

Quiero agradecer a las personas que hacen posible estos encuentros de Teología año tras año, a pesar de todos los pesares y de un modo especial agradezco que me hayan invitado a compartir con vosotros sobre un tema que me apasiona y que llevo tiempo pensando, conversando, escribiendo: la urgencia de una espiritualidad politica, sin ningún adjetivo.

No quisiera que esta aportación mía quedase fuera del marco general de este congreso aunque sí quiero hacer algún subrayado:

No voy a hablar de religión sino de espiritualidad.

Doy por hecho el diagnóstico de cruda e injusta realidad de la discriminación de las mujeres. Ayer escuché a Marilú Rojas y comparto gran parte de su denuncia a este sistema en el que estamos inmersos capitalista neoliberal, materialista, dualista, androcéntrico y patriarcal y la urgencia de ir haciendo huecos para salir de él, y yo añado, desde abajo.

Hablar desde la perspectiva de género buscando la igualdad de derechos y la paridad en la vida socio económica y política, no es solo hablar de mujeres y hombres sino de mirar la realidad desde otra perspectiva buscando caminos para salir de este sistema

En la propuesta que hago intento ofrecer una mirada alternativa que ayude a deconstruir, pero sobre todo a construir, a soñar un futuro distinto donde ya no sea necesario insistir tanto en el feminismo como en la urgencia de caminar conjuntamente hombres y mujeres, negros, blancos, amarillos...de distintas religiones, espiritualidades, perspectivas políticas

Una características de la reflexión teológica elaborada por nosotras las mujeres es la de vincular, unir lo aparentemente separado incluso lo que se muestra como irreconciliable, en este caso política y espiritualidad; espíritu, cuerpo, historia, mundo; razón, corazón, emoción, pasión...Separaciones que hemos mamando, desde la mirada dualista y patriarcal, y que nos urge abandonar. El nuevo paradigma es de vincular, mejor dicho de reconocer la vinculación de todo con todo.

El poder político ha estado y en gran parte sigue estando, ejercido por varones y también por algunas mujeres desde la concepción patriarcal. Poder como dominio, posesión, jerarquización. Este modelo es viejo caduco (aunque sea mayoritario y potente) pertenece al viejo paradigma que está muriendo (aunque dará muchos coletazos) para ir dando paso al poder como enpoderamiento de la ciudadanía, de quienes se creen que no tienen poder porque se lo hemos arrebatado, para hacer del poder político la búsqueda del bien común de todo el género humano, animales, biodiversidad del planeta, del ecosistema.

¿No ha llegado ya el momento de soñar una humanidad nueva capaza de hacer verdad el sueño de Jesús de Nazaret donde no haya discriminación alguna, ni hombre, ni mujer, ni judio, ni cristiano, ni musulman, ni hinduiesta, ni budista...sino una ciudadanía centrada en el la busqueda universal del bien común, en la conscución de la Nación Humana Universal?

Desde este horizonte utópico quiero hoy compartir con vosotras y vosotros esta propuesta de caminar hombres y mujeres, ricos y pobres, creyentes y no creyentes, políticos profesionales y ciudadanía hacia una Espiritualidad política.

Pero antes de desarrollar el tema propuesto quiero expresar desde dónde lo hago, y este desde dónde es la consciencia preocupada y esperanzada de que vivimos un mundo “en emergencia”.

Una emergencia es siempre una situación especial por la que pasa un sistema, sea éste político, ecológico, comunitario…y en la que no siempre se encuentran a mano los recursos necesarios para poder afrontar una situación determinada.

Al hablar de un mundo en “emergencia” quiero destacar la doble acepción de esta palabra, entendida como peligro y como esperanza de lo nuevo que está emergiendo. No me voy a detener en el desarrollo de esta doble acepción pues ya lo he hecho con detenimiento en otro lugar[1], pero sí quiero expresar la situación crítica de nuestro momento histórico, para enmarcar mi aportación.

Los momentos de emergencia pueden ser también una gran oportunidad para desterrar estructuras caducas y cribar lo que sigue siendo valioso y lo que no lo es. Y pueden ser un gran momento de esperanza, si descubrimos lo nuevo que emerge. La sensación que vivimos la expresó bien el pensador italiano Antonio Gramsci: “lo viejo se resiste a morir y lo nuevo no consigue nacer”.

Estamos ante una transformación de grandes dimensiones, algunas personas la comparan este momento actual de cambio con lo que supuso el paso del Paleolítico al Neolítico para la historia de la humanidad. Los nombres para identificar este radical cambio se suceden: tiempo axial, cambio de eje, nueva conciencia holística, trans-histórica, tras-personal, trans-religiosa, post-moderna, post industrial... Muchos analistas nos dicen que el cambio es de tal categoría que no nos es posible comprenderlo porque estamos demasiado encima, nos falta perspectiva para vislumbrar lo que puede suponer para la evolución del planeta tierra y de nuestra especie.

Un cambio de paradigma que nos obliga a revisar nuestra manera de vivir y de situarnos en la realidad. Estar viviendo un momento de crisis conlleva también una gran carga de incertidumbre y la búsqueda a veces compulsiva de seguridad. Azuzada por el clima de miedo ante lo nuevo como mecanismo de manipulación y de defensa del “estatu quo”, aunque este sea injusto.

Me han resultado especialmente iluminadoras para comprender el porqué de tanta oscuridad, las palabras de Boaventura de Sousa Santos:”La muerte de un determinado paradigma trae dentro de sí el paradigma que ha de sucederle […] Pero se tarde mucho en saber con seguridad cuando un paradigma ha muerto. El pasaje entre paradigmas- la transición paradigmática- es así, semi-ciego e invisible. Solo puede ser recorrido por un pensamiento construido con economía de pilares y habituado a transformar silencios, susurros y resaltos significativos en preciosas señales de orientación”[2]

Es ya una evidencia para la mayoría de los analistas que nuestra civilización moderna, capitalista, burguesa, occidental, mundializada, ha entrado en crisis. 

Ya en el año 2000 se expresó con toda claridad en el preámbulo de la Carta de la Tierra:” «Estamos en un momento crítico de la historia de la Tierra, en el cual la humanidad debe elegir su futuro.>> Es tiempo de cambios apremiantes. Son muchas las voces que nos alertan que “Estamos viviendo en tiempos que pueden ser los últimos”[3]

Es tiempo de acción. La mayoría de los diagnósticos y análisis han sido ya realizados y están disponibles: ha llegado el momento de aplicarlos resueltamente, audazmente. «Como nunca antes en la historia, el destino común reclama a la humanidad buscar un nuevo comienzo», establece la Carta de la Tierra en su epílogo, y nos advierte de que esta nueva etapa de la historia «requerirá un cambio de mentalidad […], un nuevo sentido de interdependencia global y responsabilidad universal». 

Sin embargo lo que vamos sintiendo es que cada vez se producen más fracturas y divisiones entre países, grupos sociales, clases, razas, entre los gobiernos y la ciudadanía, entre los seres humanos y la tierra. Fracturas dentro de nosotros mismos entre nuestra mente y nuestro corazón, entre nuestros valores y el realismo de tener que elegir lo “menos malo”, entre nuestros sueños y utopías y la sensación de impotencia y frustración por las dificultades y rémoras ante los cambios urgentes que demandan los tiempos en los que vivimos.

El ex candidato al Premio Nobel de la Paz Ervin Laszlo. Lo expresa como un momento de “emergencia global: «Con ello queremos decir que el sistema, como es, ha dejado de ser sostenible y ha entrado en un estado tal de inestabilidad que, para no colapsarse, se ve obligado a cambiar.[…] La inestabilidad e insostenibilidad en que nuestra actividad ha colocado al ser humano y al mundo natural reflejan una emergencia global que debemos afrontar, si queremos evitar una catástrofe global, con una cooperación también global» [4] El problema grave es que las instituciones o organizaciones políticas no han sido creadas para resolver los problemas globales sino los territoriales de las naciones-estado y a eso se dedican.

Una emergencia crítica que se manifiesta a través de las distintas crisis actuales que se nombra de muchas formas: 

· una crisis de humanidad, que se hace visible en el escándalo de la injusta distribución de los bienes, en el cierre de nuestras fronteras a quienes vienen huyendo del hambre y la guerra que muchos de nuestros países alimentan y sostienen. Debajo de esta crisis de humanidad un concepto empobrecido de ser humano que sólo considera una parte de él, su parte de ego, sin descubrir la trampa, que puede ser mortal, de esa perspectiva individualista que nos impide descubrir que “somos un haz de relaciones en todas las dimensiones” y que por tanto no “soy” sino que Somos.

· una crisis de civilización que nos llevará a tener que repensar todos nuestros esquemas mentales (tenemos que salir de la burbuja economicista) cambiar nuestros modos de vivir y relacionarnos con toda la humanidad y el resto de la biosfera

· crisis por la ruptura de la cosmología clásica, en la que se partía de una visión mecanicista, antropocéntrica, dualista y patriarcal del universo. Las cosas están ahí las unas al lado de las otras, sin conexión entre sí, regidas por leyes mecánicas. No poseen valor intrínseco, sólo valen en la medida en que se ordenan al uso humano. 

Crisis que se pueden leer como expresión de una única crisis: la de los fundamentos. Para algunas personas “la mayor crisis de la historia de la humanidad. Se trata de una crisis muy importante, ya que puede ser terminal”[5]

Precisamente porque la emergencia es global podemos concluir, que es el momento de un nuevo comienzo. Un comienzo que requiere de nuestra colaboración para poder transformar nuestras personas, nuestros pequeños entornos familiares, laborales, sociales, eclesiales, institucionales mientras al tiempo trabajamos “políticamente” para un cambio estructural que haga posible un mundo nuevo no dominado por el neoliberalismo.

Como Isaías en un momento de profunda oscuridad para su pueblo tiene la osadía profética de decirles: “Algo nuevo está naciendo, ¿no lo veis?” (Is 43,18-21) También desde aquí quiero abrir los ojos del corazón para poder contemplar lo que está emergiendo, lo que ya es en esperanza, quizá en germen, como una pequeña semilla amenazada, como un grano de mostaza…pero como el soñador Jesús de Nazaret esperamos activamente que pueda convertirse en un árbol de vida. 

Dentro de esto nuevo que está naciendo (que es mucho) sólo voy a desarrollar la consciencia de la urgencia de una espiritualidad política

1- CONCEPTO, URGENCIA Y EXIGENCIAS DE UNA ESPIRITUALIDAD POLÍTICA.

Quiero comenzar con una afirmación que puede resultar provocadora: La espiritualidad o es “política” o tiene el peligro de convertirse en espiritualismo, y la política o es espiritual, ética y defiende el bien común o es una prostitución de la misma.

Durante mucho tiempo (fruto del patriarcalismo y el dualismo imperante) se han querido separar la espiritualidad y la política, como dos realidades diametralmente opuestas y/o irreconciliables. 

Me siento muy identificada con la experiencia que constata José Elizaguirre “ Desde hace años soy testigo de una desconcertante constatación. Por una parte, muchas personas implicadas en las iniciativas y movimientos por otro mundo mejor posible no parecen mostrarse interesadas en cultivar la espiritualidad ni la religión…Por otra parte, muchos creyentes, cuya fe se desarrolla dentro de la Iglesia, miran con escepticismo y desconfianza a los nuevos movimientos sociales, al ecologismo y feminismo, a los partidos políticos alternativos, a las experiencias de economía alternativa y en general, a las nuevas iniciativas que pregonan que “otro mundo es posible”[6].

Es cierto que en estos últimos años se va percibiendo un acercamiento y descubriendo la necesidad de vincular ambas realidades, de un modo especial en la Iglesia católica con el impulso que a esta vinculación está dando el Papa Francisco.

Yo en esta reflexión-comunicación quiero colaborar en este movimiento de ir mostrando no sólo la profunda vinculación teórica que existe entre espiritualidad y política sino los datos de este acercamiento en muchos grupos, colectivos, movimiento…aún minoritarios sin duda pero crecientes, en los que se percibe un modo de situarse en la realidad “con espíritu” invitando a prácticas alternativas de vida más conscientes, sanas, solidarias y respetuosas con la pluralidad y la vida. Para mí un gran signo de esperanza. 

Espiritualidad y política necesitan vincularse porque son dos realidades fundamentales de la vida. Lo ha expresado recientemente Ken Wilber: «En el ámbito de lo interpersonal, en el reino de como tú y yo nos relacionamos con el otro como seres sociales, no hay áreas más importantes que las de la espiritualidad y la política.»[7]

1.1 Clarificación conceptual. 

La palabra espiritualidad es un término polisémico. Pero sobre todo es un término que ha llegado a nuestro momento histórico contaminado, desgastado y empobrecido.

Contaminado por el dualismo y patriarcalismo imperante en nuestra cultura occidental, desgastado y empobrecido al reducirlo a la religión y dentro de ella a la oración, sacramentos, celebraciones…Por todo ello es una palabra que en muchos casos provoca rechazo, alejamiento y desconfianza o remite a algo superfluo, pasado, caduco, alejado de la realidad. Resulta imprescindible entonces re-codifícarla antes de vincularla al término política. [8]

Espiritualidad en su acepción semántica procede de “espíritu” palabra que ha llegado a nosotros vinculada a la religión, después de un largo recorrido. Desde la tradición judeocristiana nos encontramos que desde el término hebreo femenino, “la ruaj”, el aliento de vida de todo lo que existe, pasando por su traducción griega “lo pneuma” (con vertida en una palabra neutra) hasta su traducción latina “spiritus” (masculina) que es cómo ha llegado a nosotros.

No obstante, algo importante hay en común en estas traducciones, y es la referencia al principio vital, al hálito de vida que impregna todo el universo. Se expresa como viento, respiración, movimiento y vida. El “espíritu” es lo que alienta y sustenta la realidad. [9] El libro de la sabiduría expresa esta vinculación del espíritu con toda la realidad: “todo lleva tu aliento incorruptible” (Sab 12,1)

Ya por los años 70 en la teología de la liberación se hablaba de una espiritualidad macro-ecuménica, antropológica: "el espíritu de una persona es lo más hondo de su propio ser, sus motivaciones últimas, su ideal, su utopía, su pasión, la mística por la que vive y lucha y con la cual contagia a los demás”[10]. “Espiritualidad es el espíritu, el talante con el que se afronta lo real,[11]. Según esto alguien podría decirnos “dime cómo te sitúas ante la realidad y te diré cuál es tu espiritualidad”.

Complementando esta definición, y en esta misma línea Leonardo Boff: “espiritualidad es la actitud que pone la vida en el centro, que defiende y promueva la vida contra todos los mecanismos de estancamiento y muerte”. [12] Por eso mismo es incoherente hablar de espiritualidad sin defender la causa de los millones de personas privadas de su derecho a la vida y al tiempo luchando contra las causas de esas múltiples exclusiones de una vida digna[13]

La espiritualidad es hoy una palabra redimensionada, desvinculada de las religiones y cada vez más reconocida como patrimonio de todo ser humano, como desarrollo de la inteligencia espiritual: esto es de la dimensión ética, estética, utópica, del sentido de la vida. La inteligencia espiritual nos capacita para entrar en la propia profundidad, en la auto-consciencia, en la interioridad de nuestro ser y quizás poder descubrir la última verdad de lo que somos: relación, conexión, comunión…[14]Es decir poder experimentar la vinculación con toda la realidad, con toda la humanidad y con el Misterio sustentante y vinculante de todo lo que es. Un Misterio que Jesús de Nazaret llamó ¡Abba! y que otras personas nombran de muy diversas maneras o sencillamente no lo nombran y se quedan en el “Silencio”, en el “Vacío” de todo, en la “Presencia”, En el Ser… sin nombre, en la “energía purísima”…

Esa experiencia de unidad sin duda despertará la sabiduría de nuestro corazón, conmoverá nuestras entrañas y nos impulsará a vivir en coherencia ética con la verdad descubierta y por tanto a sentir la responsabilidad ante la realidad.

Una sociedad o persona espiritual sería, por tanto, la que va descubriendo la verdad de su Ser, su verdadera identidad, vislumbrando el Fondo Ultimo de la realidad (la Unidad que somos) y trata de vivir coherentemente con esa verdad experimentada, poniendo la vida, toda vida (de las personas y del planeta), de un modo especial las vidas más amenazadas, en el centro para cuidarla, defenderla y protegerla contra todos los múltiples mecanismos de muerte.

Desde esta aproximación conceptual podremos hablar de qué espiritualidad es adecuada en cada momento de la historia, pero siempre remitida a lo Real para confrontarse con ello[15]

Es, pues, un concepto dinámico, no estático y de profunda actualidad. Hoy, no solo en España sino en el mundo entero, se percibe hambre de espiritualidad y se busca la experiencia de este dimensión humana en diversas realidades y áreas del saber.Se convocan Foros de Espiritualidad por toda la geografía española, llenando los lugares y desbordándolos, se crean en varias universidades Masters de Espiritualidad, abundan la bibliografía sobre el tema, se reunen un grupo de empresarios para pensar el futuro dentro de unos 15 años y seleccionan el tema de la espiritualidad como un tema importante [16], entre los diversos círculos formados dentro del partido de Podemos hay uno temático llamado "Circulo de Espiritualidad Progresista Podemos"...

Según esta acepción de la espiritualidad ¿qué tiene que ver con la política? 

[1] He desarrollado ampliamente esta perspectiva en MARTÍNEZ OCAÑA, E., (2015), Espiritualidad para un mundo en emergencia, Narcea. 

[2] De SOUSA SANTOS, B., (2003), Crítica de la razón indolente, Bilbao, Ed. DDB, p.13. Los subrayados son míos. 

[3] BOFF, L., (2017),La irrupción del Espíritu en la evolución y en la historia, Trotta, 39 

[4] LASZLO, E., “Emergencia global”, en CERVANTES,(2015) o.c. 48, 51 

[5] BOFF, L. , o.c. (2017) ,16 

[6] EIZAGUIRRE, J., (2015) Todo confluye. Espíritu y espiritualidad en los movimientos altermundistas.DDB, 17. 

[7] WILBER, K., (2011) “Espiritualidad y política para el siglo XXI”,, En CERVANTES , C., (editor), Espiritualidad y política Kairós, (54-60), 54 

[8] He desarrollado este tema con cierta amplitud en MARTINEZ OCAÑA, E., (2009), Cuerpo espiritual, Madrid, Ed. Narcea, pp. 19-65 

[9] Para el desarrollo del concepto de “espíritu” y “espiritualidad” recomiendo el excelente libro de BOFF, L.,(2017) La irrupción del Espíritu en la evolución y en la historia, Trotta. 

[10] Casaldáliga, P. – Vigil, J.M. (1993), Espiritualidad de la liberación, San Salvador, UCA, p. 23; Igual acepción se encuentra en Galilea, S. (1985), El camino de la espiritualidad, Bogotá, Ed. Paulinas, p. 26 

[11] Sobrino, J., (1990) "Espiritualidad y seguimiento de Jesús" en Mysterium Liberationis T II, Madrid, Trotta, p. 450 

[12] BOFF, L. (2003) La voz del arco iris, Madrid, Ed. Trotta, p.123. 

[13] Boff, L., o.c. (2017) 158-173 

[14] Hay mucha bibliografía sobre inteligencia espiritual, uno de los primeros libros en lengua castellana ha sido el de TORRALBA, F., (2013) Inteligencia espiritual, Planeta Editorial, (1ªed.2010) 

[15] Sobrino, J., (1990) "Espiritualidad y seguimiento de Jesús" en Mysterium Liberationis T II, Madrid, Ed. Trotta, pp. 449-458 

[16] MARTINEZ OCAÑA, E., ¿Una sociedad espiritual? en ABAD, F., (2014) Dentro de 15 años. ¿Escenarios improbables?, Ed. Fundación empresa y sociedad, pp.253-264.