Cuándo y cómo un cuerpo es espiritual.
El último encuentro de mi sueño fue con una “maestra del espíritu”, según ella aprendiz de la vida y buscadora incansable, que me instruyó personalmente sobre cómo ir cada día recorriendo un camino interminable de ir haciendo del cuerpo un lugar donde se transparente el Espíritu.
Me dijo fue aprendiendo a silenciar su mente para intentar conectar con el fondo de su ser, y dejarse alcanzar por esa Presencia, Energía Amorosa, lo Divino que lo constituye …y desde ahí ir mirando y sintiendo la vida de otra manera.
Se quedó unos instantes en silencio y siguió diciéndome: “La ampliación de la consciencia sobre la verdad de lo que Somos, la mirada lúcida sobre la realidad y el hecho de descubrir las consecuencias de nuestro modo de vivir , escuchar los gemidos y protestas de quienes sufren las terribles consecuencias del sistema imperante, de nuestro estilo de vida, sentir en las entrañas el dolor de los otros como propios, me llevó a experimentar que ya no puedo permanecer indiferente y por tanto no puedo dejar de implicarme en el cambio urgente de sociedad, de paradigma. Ya no me es posible vivir como antes de despertar… por supuesto que esto conlleva un trabajo serio sobre mi persona para que mi cuerpo vaya siendo, cada vez más, un cuerpo espiritual, un cuerpo donde la consciencia lúcida, el amor, la compasión, la justicia sea el lenguaje de mi vida. Y humildemente voy haciendo lo que puedo, sabiendo que no lo lograré del todo pero lo sigo intentando cada día y además procuro acompañar y servir de ayuda a quienes me lo soliciten y quieran hacer ese camino.
De pronto mirándome fijamente me dijo: ¿tú querrías emprender ese camino?
Sorprendida por esta pregunta y antes, de contestarle, le pregunte: ¿En qué consiste trabajar el propio cuerpo para hacerlo cuerpo espiritual? ¿Cuándo y cómo se sabe si el cuerpo es espiritual? [1].
Sin pensarlo mucho me dijo:
“Cuando nuestros ojos no se cierren a la realidad propia, ajena, estructural y vean con lucidez lo que pasa y descubran las causas y las consecuencias de nuestro vivir. Cuando lleguen a ser ojos que al mirar con atención no sean miradas que matan sino que confortan, levantan, dan vida. Cuando nuestra mirada no confunda nuestro yo superficial, individualista, egocéntrico con el Ser verdadero. Cuando, como decía el maestro de Nazaret, descubramos que somos hijas e hijos amados y hermanos de nuestros hermanos y hermanas y esa mirada nos movilice a vivir coherentemente con esa verdad.
Cuando nuestros oídos no se cierren al dolor y a las alegrías de nuestros contemporáneos, cuando aprendan a gozar de los bellos y gratuitos sonidos de la vida, cuando descubran las voces silenciadas por tantas injusticias y desprecios, y esos gemidos pasen de los oídos al corazón.
Cuando nuestra boca se cierre a la maledicencia y a la mal-dición para convertirse en boca que sabe hablar y callar como lenguaje de amor, pero que al tiempo no deja de denunciar las injusticias, aunque pueda jugarse la vida en el empeño. Cuando va aprendiendo a saborear la vida cotidiana como lugar para ser felices y hacer felices a los demás. Cuando sabe besar y hace del beso sacramento del amor, cuando aprende a reír, con sentido del humor, para no tomarse a sí misma demasiado en serio.
Cuando nuestras manos se conviertan en manos “parteras de vida” que ayuden a dar a luz a tantas personas, realidades, proyectos que esperan de nuestra colaboración. Cuando sean manos que han renunciado a la violencia, al acaparar, y señalar condenando. Cuando se van convirtiendo en manos que levantan, sanan, cuidan, comparten, construyen, junto a otras otras manos, el manto de la solidaridad y colaboran en el ayudar a luz una nueva sociedad, un nuevo mundo.
Cuando nuestros pies, no pasen de largo, sino que sepan hacerse próximos a quienes tirados en el camino apaleados y robados (personas, colectivos, continentes enteros) esperan que alguien tenga compasión de ellos y bajando de sus cabalgaduras, sepan ofrecerles el bálsamo de nuestra presencia curativa, sanadora de las heridas y además unamos nuestros pies a otros pies, para transformar y cambiar las estructuras, situaciones, conductas que son causa de tanto dolor.
Cuando nuestro corazón se convierta en un corazón amoroso, lleno de nombres, abierto y amplio donde quepan todas las personas, realidades vivas, sueños y proyectos donde se trabaja por la justicia y la paz. Cuando vaya aprendiendo a amar sanamente, sabiendo equilibrar el amor a uno mismo, a las otras personas, a las realidades, proyectos…Cuando sea capaz de amar profundamente sin dependencias ni utilizaciones. Cuando de verdad sea un corazón de carne no de piedra.
Cuando nuestras entrañas sean fecundas y sepan colaborar en darnos a luz a nosotras/os mismas/os desplegando todas nuestras posibilidades, cuando puedan servir de ayuda a cada persona para que ella misma pueda dar a luz lo mejor de sí misma y cuando, doloridas ante el sufrimiento de tanta gente, puedan ayudar a dar a luz un mundo nuevo, que entre dolores de parto, ya amanece. Es decir, cuando se estremezcan y no puedan pasar indiferentes ante el dolor de nuestro mundo y se hagan cada vez más misericordiosas con una misericordia operativa.
Cuando vivamos nuestra sexualidad como hombres y mujeres sin hacer de las diferencias sexuales marginación, discriminación, subordinación y cuando nuestros encuentros sexuales estén marcados por el respeto, la ternura, la pasión del amor, el placer compartido”.
Estas palabras fueron las últimas que oí antes de despertarme, imposible expresar las emociones con las que me levanté.
No tenía la sensación de haber soñado sino de haber vivido una hermosa realidad, una utopía que podríamos hacer “topía”. El sí se puede, se me había quedado grabado en las entrañas.
Recuperé el sueño y anoté con detalle todo lo vivido en él. Necesitaba recordarlo con el mayor detalle posible para aprender de todo lo que en él había de caminos a seguir a para poder caminar personal y socialmente hacia esa realidad social tan hermosa y tan beneficiosa no sólo para nuestra sociedad sino para el mundo entero.
También tenía necesidad de compartirlo con otras personas y eso es lo que acabo de hacer con estas letras, con el deseo que despierte en quien las lea el mismo buen sabor de boca que me dejó a mi y el deseo de caminar en esa dirección.
[1] He desarrollado este tema en: MARTINEZ OCAÑA, E., Cuando la Palabra se hacer cuerpo…en cuerpo de mujer, Madrid, Narcea, 2010, 3ª; Cuerpo Espiritual, Madrid, Narcea, 2009; Te llevo en mis entrañas dibujada, Madrid, 2012.