Llamadas a vivir la resurrección


¿Qué significa y cómo quiero vivir yo hoy esta fiesta? Hoy la comunidad cristiana celebra la resurrección de Jesús, la experiencia de la primera comunidad de que Dios había resucitado a Jesús, que la muerte no fue la última palabra sobre su vida. No sabemos en qué consistió esa experiencia, los relatos evangélicos guardan memoria de ella formulándolo de un modo metafórico y simbólico. Seguramente por la imposibilidad de poner palabra a una experiencia que a ellos mismos les sobrecogió. Pero lo que sí es incuestionable es que sus vidas cambiaron radicalmente y ese es el dato histórico innegable de qué “algo” muy fundamental les pasó. Y ellos lo formulan como pueden utilizando todo tipo de géneros literarios. 

No lo expresan como un milagro de la noche a la mañana, sino como un proceso; “al tercer día” es la metáfora que ellos utilizan. Un tiempo en el que fueron descubriendo la verdadera identidad de Jesús, la de saberse “hijo amado y hermano” de todos/as, identidad ultima que no muere con la muerte física, que sigue viva.

 “Hijo amado”: fue su metáfora existencial para formular la seguridad de SER en el Amor Incondicional, SER relación amorosa, Ser vida en la Vida. Todo ello regalado no conquistado. Una bella y expresiva metáfora de la seguridad de que nada ni nadie puede destruir esa identidad, nada podrá separarle del Amor que ES en él que, en definitiva, él mismo es. 

Ese fue el secreto de su vida, la fuente de la que manaba su amor desbordante, su libertad profunda, su fuerza para permanecer fiel a ese sueño que él consideraba sueño de Dios: ayudar a descubrir a todas las personas que eso SOMOS: hijas e hijos amados incondicionalmente. 

“Hermano”: otra metáfora que expresa cómo Jesús se hizo transparencia de ese Amor que descubrió como su verdadero Ser. Hermano y hermanado con toda la realidad como desvelación de ese Aliento de vida y de amor que lo sustenta y vincula todo. Hermano como llamada a hacer verdad en su vida cotidiana, en su modo de vivir y relacionarse ese ser relación amorosa, ese construir comunidad, sororidad, ese vivir una fraternidad que no tolera la injusticia y la desigualdad. Por eso Jesús pudo pasar “haciendo el bien”, anunciando y denunciando todo lo que impedía vivir esta sororidad esta hermandad universal. Permaneciendo fiel a esa misión, aunque eso le costase la vida. 

En ese tiempo “tercer día” fueron descubriendo que eso fue lo que Jesús quiso hacerles comprender y vivir que ellas y ellos eran también hijas/os y hermanas/os, que esa misma vida y experiencia que Jesús vivió empezaron a vivirla en su corazón. Fueron sintiendo que Jesús no vivía en la comunidad sólo como un recuerdo sino como una misma identidad con ellas y ellos. Que también cada una/o era y se iba sintiendo hija/o y hermana/o, que el amor que habían visto en Jesús empezaron a vivirlo en sus propias personas. Jesús estaba vivo también en ellos haciéndolos sentir esa filiación y fraternidad y por tanto como una llamada a vivir, a hacer verdad entre su gente esa realidad, tal como lo vieron en Jesús. Lo que oyeron, vieron, tocaron, sintieron fue el amor de Jesús y en ese amor descubrieron a un Dios Amor. A esa experiencia le llamaron resurrección, revelación. 

Vivir hoy la resurrección es descubrir que todas las personas somos hijas amadas incondicionalmente, es decir, que Somos en el Amor y hermanas, formamos una única familia, la familia humana y por tanto llamadas también a generar sororidad, fraternidad universal. Hoy esa “fraternidad” se nos desvela más amplia que la humanidad, al descubrir que somos comunidad biótica, tierra que es consciente, “polvo de estrellas”. 

“Eso” que Jesús vivió y que la primera comunidad descubrió ¿fue un privilegio de ellos? No, esa es la Buena Noticia que Jesús descubrió y que le apasionó: ayudarnos a descubrir a toda la humanidad que SOMOS relación amorosa, energía amorosa. En lenguaje de Jesús hijas e hijos amados, llamadas a ser también, como lo fue él, transparencia de ese amor, es decir hermanas y hermanos. 

Descubrir nuestra verdadera identidad es vivir hoy la resurrección. Es descubrir que todas las personas somos hijas/os amadas/os incondicionalmente, es decir, que Somos en el Amor y hermanas/os, formamos una única familia, la familia humana y por tanto llamadas también a generar sororidad, fraternidad universal. Hoy esa “fraternidad” se nos desvela más amplia que la humanidad, al descubrir que somos comunidad biótica, tierra que es consciente, “polvo de estrellas”. 

Es importante no sólo descubrir nuestra verdadera identidad, sino vivir ya como personas resucitadas, es decir, cultivar apasionadamente nuestro ser verdadero, el que no muere nunca y cooperar con tantas personas y grupos en el mundo que ayudan a dar vida, la protegen y la defienden, esto es sembrar resurrección y éste es hoy mi sueño y mi gran deseo y creo que el de muchas personas en el mundo, aunque no lo nombren así. 

Me pregunto y muchas veces escucho la misma pregunta ¿esa identidad profunda que somos cómo pervivirá después de la muerte física? No lo sé. ¿Tendrá identidad, será una energía fundida entre todas las energías? ¿Será una energía transformada y viva en otras realidades? ¿Será un amor disuelto en el Amor? No lo sé y la verdad no me preocupa mucho, ni gasto en ello mucho tiempo y energía, intento reservarla para tratar de vivir aquí como persona resucitada. 

Realmente existe muchas teorias sobre cómo y qué seremos en la otra dimensión estas son elucubraciones porque no sabemos nada de cómo y qué seremos en la otra dimensión pero yo apuesto a creer que seremos al fin lo que ya Somos, pero que muchas personas aún no somos capaces de descubrir y hacer verdad como lo hizo Jesús de Nazaret y tantas personas en el mundo y en la historia que hicieron y siguen haciendo de su vida una entrega, viviendo su verdadero ser y sembrando vida en abundancia. 

Esto es lo que en este momento de mi vida puedo expresar de lo que significa para mí vivir la resurrección, mejor aún tratar de vivir como persona resucitada al estilo del Nazareno, a su manera, dejándome seducir por su persona, como les pasó a quienes fueron sus discípulas y discípulos y aprendieron del maestro a ser resurrección cada día.