Una nueva mirada sobre el cuerpo es posible (I)



INTRODUCCION.

I. DIFICULTADES PARA VIVIR NUESTRO CUERPO COMO CUEPO ESPIRITUAL.

1.1 Culturales.

1.2 Visión dualista y patriarcal

1.2.1 Un dualismo negador de la bondad del cuerpo

1.2.2 Un dualismo que contamina el concepto de espiritualidad

1.2.3 Un patriarcalismo que niega la igualdad fundamental humana, deforma la conceptualización y visibilización del cuerpo de la mujer.

II. OTRA MIRADA SOBRE EL CUERPO ES POSIBLE.

2.1 De-codificar para Re-codificar.

2.1.1 Somos un cuerpo.

2.1.2 Qué es lo espiritual, la espiritualidad.

2.1.3 Cómo entender la “Encarnación”

2.2 Cuerpo Espiritual

2.2.1 Nuestro cuerpo lugar de sabiduría.

2.2.2 Nuestro cuerpo lugar de relación y revelación.

2.2.3 Nuestro lugar para verificar la fe.

A- “Sanador@s”.

B- “Degustador@s”

C- “Testigos”

UNA NUEVA MIRADA SOBRE EL CUERPO ES POSIBLE: CUERPO ESPIRITUAL. 

INTRODUCCIÓN.

El simple enunciado de esta ponencia, Cuerpo espiritual, puede parecer una paradoja o un imposible pues cuerpo y espíritu son para muchas personas, especialmente para las que tenemos ya una cierta edad y hemos sido educadas en la religión católica, dos realidades contrapuestas, incluso incompatibles.

Desde hace ya algunos años he sentido la urgencia de desenmascarar las creencias e ideologías que hay debajo de esta aparente incompatibilidad y denunciar las graves consecuencias que éstas han provocado y siguen provocando todavía, aunque parezca mentira.[1]

Hablar de Cuerpo espiritual no es fácil, ni obvio. Son muchos los obstáculos y dificultades de muy diversa índole, pero yo creo que es posible y además necesario, ese es mi deseo y mi modesto intento que hoy comparto con vosotr@s.

I. DIFICULTADES PARA VIVIR NUESTRO CUERPO COMO CUERPO ESPIRITUAL.

1.1 DIFICULTADES CULTURALES.
Dice un sociólogo contemporáneo que una cultura puede ser evaluada, en parte por qué hace y cómo se vivencia en ella el cuerpo, los cuerpos. Esta afirmación sociológica me da pié para hacer una aproximación crítica a nuestra cultura primero para detenerme después en la herencia religiosa que hemos recibido en relación al cuerpo.

La primera afirmación crítica que quiero hacer es que en nuestra cultura occidental, cuando hablamos del cuerpo, olvidamos o no tenemos en cuenta que la mayoría de los cuerpos de nuestro mundo no son cuerpos de piel blanca, bien alimentados, con cuidados sanitarios, vivienda digna...es decir los cuerpos de la cultura del primer mundo..

La inmensa mayoría de los habitantes de nuestro mundo sufre en su cuerpo: el hambre, la desnutrición, la desasistencia sanitaria, (solo en África el Sida tiene al borde de la muerte a 28 millones de habitantes, el 70% del total mundial) la violencia, la tortura, los desplazamientos forzados por todo tipo de violencia, la explotación, el tráfico de sus cuerpos y un largo etc. Cuerpos pobres, sufrientes, abandonados y enfermos que nos gritan haciéndonos llegar una fuerte denuncia a nuestra cultura de la satisfacción de las necesidades corporales. [2] Como dice la teóloga Boog Sharon "cuerpos pobres, abandonados, enfermos que gritan pidiendo justicia a un mundo ensordecido por el poder, el militarismo, la riqueza acumulada" [3]

No son éstas las únicas críticas que podemos hacer a nuestra cultura ( y a nosotros en ella) desde la perspectiva del cuerpo, aunque sean las más obvias 

También los avances tecnológicos que queremos saludar con esperanza y darles la bienvenida nos amenazan con procesos de deshumanización si no estamos atent@s a sus riesgos y falacias.
La utopía de la biomedicina: un cuerpo “perfecto” y siempre sano.

Sin duda que debemos aplaudir los caminos que posibilitan curar, sanar, investigar en esta dirección con el compromiso de que los resultados beneficien a tod@s y no a los de siempre, pero algunos expertos se preguntan si estamos ante utopías o ante obsesiones. Hille Haker nos alerta sobre algunas amenazas en este campo[4], nos pone de relieve que la investigación en torno al cuerpo en biomedicina giran en torno a esta tríada: enfermedad, decrepitud, fealdad. Es decir se va a la búsqueda de un "cuerpo sano, bello, joven".... un cuerpo a la búsqueda de la inmortalidad, y la permanente belleza. Las palabras claves en esta investigación son control (sobre el cuerpo y sus funciones) configuración (activa de los procesos somáticos en el plano genético o orgánico.) remodelación. 

Tenemos que ser conscientes de que esta manera de ofrecernos una "vida buena" nos tienta a todos ¿Quiénes de nosotros no queremos estar sanos, jóvenes y bell@s? Una cosa es aprender a vivir sanamente y aprender a cuidarnos y otra muy distinta es hacer de este deseo una obsesión, un ídolo al que sacrificamos nuestro tiempo, dinero, energía, nos sometemos a riesgos quirúrgicos y un largo etc… Del mito de la belleza hablaré más tarde pero quiero dejar aquí constancia de esta obsesión cultural. No se contempla el cuerpo como totalidad, ¿y si la vida buena tuviera que ver con, por supuesto procurar la salud, pero sobre todo con saber afrontar y asumir la decrepitud, las goteras, las arrugas, en definitiva la finitud? ¿y si liberados de la tiranía del cuerpo joven, bello, musculoso (para los varones) o delgado para las mujeres pudiésemos ocuparnos mas de socorrer los cuerpos enfermos, abandonados, torturados, hambrientos, solos, deprimidos… de tantos millones de personas? 

Otro riesgo de nuestra cultura es hacer al cuerpo superfluo por medio de las nuevas tecnologías de la información y de la comunicación"[5].Los expertos en medios de información, comunicación más lúcidos nos alertan ante el dato de que en nuestra cultura, dominada por el predominio de las codificaciones escritas, hay un alejamiento del mundo visible corporal. Nos llaman atención sobre la cibernética y el mundo de los filmes en los que ya no se necesitan "actores" de carne y hueso sino seres de ficción que el director crea a su antojo. Cuerpos virtuales, cibernéticos que nos transporta a un mundo de agentes inmortales e invulnerables. En el ciberespacio no hay limitaciones morales, no hay culpa, ni pecado, todo carece de consecuencias porque pertenece al mundo de la ficción. Es el nuevo "reino de la libertad. Los ciberexistente no necesitan de la ética, ni por tanto del cuerpo vulnerable que hay que cuidar. 

También intentan hacernos conscientes sobre el enorme fuerza que está teniendo Internet como tecnología de la comunicación, sin negar lo que tiene de progreso y de posibilidades, pero con relación al cuerpo puede también llevarnos a hacerlo "superfluo". Las características de lo virtual son: des-localización, des-temporalización; des-corporalización. ¿Qué consecuencias puede llegar a tener esto en nuestra convivencia? Cada vez más la gente "chatea" pero rehuye el encuentro cuerpo a cuerpo, los participantes anónimos no están afectados por la presencia corporal del otro, sus palabras escritas lejos del lenguaje corporal no comprometen a nada. ¿No podrá terminar siendo una evasión hacia lo que no tiene rostro, ni compromete, ni exige el esfuerzo del encuentro?.

No son éstos los temas centrales de nuestra ponencia pero no podemos hablar de que un nuevo paradigma sobre el cuerpo es posible sin mirar con honradez tanto a los distintos cuerpos del mundo y al mundo como cuerpo vivo, como a las posibles amenazas al cuerpo que se esconden debajo de los avances tecnológicos.

1.2 VISIÓN DUALISTA Y PATRIARCAL.

Comenzaba recordando la afirmación de que una cultura puede ser evaluada, en parte, por qué hace y cómo se vivencia en ella el cuerpo, los cuerpos. Esta afirmación puede aplicarse también a la Iglesia, a la teología, a la antropología teológica y de un modo especial a la teología espiritual que es el campo en el que me voy a centrar.
Puede resultar ocioso volver a recordar que procedemos, y en muchos casos aún estamos, en una antropología dualista y patriarcal que nos ha configurado y ha contaminado la teología.

Un dualismo antropológico que pervive de formas muy sutiles y que en el fondo no era más que la concreción de un planteamiento global: una cosmovisión dualista que supone una visión dicotómica y jerarquizada de la realidad, del mundo y del ser humano.

Esta percepción dualista opone y contrapone ambas esferas dicotómicas de la realidad sobrecargando, a veces de modo inconsciente, cada una de ellas de distinto sentido bivalente (bueno-malo).Lo bueno está arriba, es superior y por supuesto ese lugar le corresponde al alma no al cuerpo, al espíritu no a la materia, y por supuesto varón no a la mujer. Cada uno puede buscar otras manifestaciones de este dualismo.

1.2.1 Un dualismo que niega la bondad del cuerpo.

Recuerdo muy bien, y me produce dolor, el discurso dualista “religioso” que yo he escuchado y que desgraciadamente aún perdura en algunos casos. En él: 
Se instrumentalizaba el cuerpo respecto del alma. 

Algunas frases se me han quedado grabadas: “el alma es al cuerpo lo que le jinete al caballo”; alimentando incluso el “santo” odio al cuerpo para salvar el alma. Desde ahí entiendo que ese planteamiento llegase a la aberración de justificar el suplicio de la Inquisición o la muerte de los indios para salvar “sus almas”. 

Nuestra existencia corporal estaba degradada. Al cuerpo sobre todo teníamos que dominarlo, vencerlo, mortificarlo, ponerlo a raya. “Cuanto más engorda el cuerpo, más enflaquece el alma”

· Se nos proponía una infravaloración de los bienes sensibles como obstáculos para la perfección. 

Todo placer sensorial era peligroso o por lo menos poco espiritual: Había que cuidar la vista, el oído, el olfato y, sobre todo, el tacto pues había partes de nuestro cuerpo que no se podían tocar y a ser posible, no mirar. El gusto quedaba menos castigado. Sospecho que, como la moral la hacían varones célibes, aquí se producía una concesión para sustituir otros placeres prohibidos. 

· Se sostenía un planteamiento negador de la sexualidad y el placer como lugar del Espíritu. 

Todo lo referente a la sexualidad, equiparada a genitalidad, era algo "impuro", detestable, pecaminoso, sucio o al menos impedimento para la virtud. Lo sexual equiparado a "lo carnal" era algo que había que someter, controlar, negar. De alguna manera nos sentíamos avergonzadas de nuestras necesidades sexuales. El sexo se nos presentaba como anti-espiritual: para vivir “espiritualmente” había que evitar vivir y disfrutar del placer sexual, del encuentro corporal. 

Estas afirmaciones llevaron, lógicamente, a situar la virginidad por encima del sacramento del matrimonio que, no en vano, se le denominaba "remedio para la concupiscencia" porque "mas vale casarse que abrasarse" (Cf. 1Co 7,9). 

Aún no están lejos reflexiones como ésta: "¿Cómo es posible –escribía un lector a Monseñor Riobe– que un hombre que ha tenido entre sus manos el cuerpo de una mujer pueda decir misa al día siguiente?"[6]

Con cierto sentido del humor recojo aquí unas palabras de San Agustín hablando del matrimonio: “No quieren tener hijos, cuando únicamente en vistas a ellos se ha instituido el matrimonio. ¿Por qué no prohibís el matrimonio... dado que elimináis de él lo que verdaderamente le constituye?. Si se descartan los hijos, los esposos no son más que vergonzosos amantes, las esposas son prostitutas, los lechos conyugales son burdeles y los suegros son los chulos”[7]

Con un discurso así ¿cómo poder afirmar el cuerpo como espiritual? ¿Cómo compaginar la fe en un Dios creador del cuerpo humano y gozoso de la bondad de sus criaturas con tanta maldad atribuida a nuestro cuerpo? ¿Con qué credibilidad después los cristianos defendemos una fe encarnada, un Dios que se hace “sarx”, cuerpo, carne?

¿Puede sorprendernos que, ante la negación de la bondad del cuerpo, del sexo, del placer, por la ley del péndulo, en muchos casos, hoy estas realidades se hayan convertido en ídolos, o en pura trivialidad? 

Necesitamos denunciarlo porque esta no es la visión que, por lo que dicen los textos evangélicos, Jesús vivió y proclamó. No podemos remitirnos a los Evangelios para fundamentar este dualismo negador del cuerpo y del placer. Si algo escandalizó de Jesús fue su manera festiva, gozosa y placentera de vivir, (llegando a acusarle de comilón y borracho) de anunciar el Reino y de disfrutar de la mesa compartida, de las fiestas y las bodas, de los perfumes y besos que recibió en su cuerpo ungido por mujeres que lo amaban. Es más, llegó a expresar, para irritación de muchos, que la vida junto a él era una fiesta, una gran fiesta, como lo es una boda: << ¿pueden acaso ayunar los invitados a la boda mientras el novio está con ellos>> (Mc 2,19).

1.2.2 Un dualismo que sigue, aún hoy, contaminando el concepto de espiritualidad. 

El dualismo ha contaminado también el término espiritual. 

Para muchas personas –e incluso podríamos decir que en el uso habitual del mismo– lo “espiritual” es lo contrapuesto a lo material, al cuerpo, al sexo, al placer, a la felicidad e incluso a lo temporal. 

Porque, querámoslo o no, en el universo simbólico de gran parte de las personas la palabra espíritu sigue siendo algo contrapuesto a la materia, al cuerpo y, de un modo especial, al sexo y al placer. La identificación de espiritualidad con inmaterialidad e intemporalidad sigue vigente en muchas mentes.

Para comprobar lo que digo os invito a cada uno de vosotros a caer en la cuenta de cómo contestarías a esta pregunta: ¿Cómo va tu “vida espiritual”?. O esta otra: ¿que es para ti cultivar la “vida espiritual”?. 

Mi experiencia, en los cursos que doy sobre espiritualidad, es que cuando hago estas preguntas contestan identificando “vida espiritual” con vida de oración, práctica de la meditación, práctica religiosa, relación con Dios...”Ser espiritual”, para mucha gente, sigue siendo dedicarse a las cosas “divinas” como la oración y el culto pero no a la política y a la economía, ni a la cultura, ni a las cosas cotidianas como hacer la comida, limpiar la casa, atender a los hijos y ancianos, ni a la lucha por la supervivencia, ni al esfuerzo por transformar este mundo, ni a la búsqueda de felicidad y el descanso necesario. Y por supuesto “ser espiritual” tiene que ver con la “renuncia” al goce y disfrute de la vida, del cuerpo, del sexo. Todo esto son cosas “muy humanas, poco espirituales”[8].

El dualismo al confundir y vincular espiritual con inmaterial ha imposibilitado una visión positiva y espiritual de nuestro cuerpo, ha situado la “vida espiritual” al margen del cuerpo o manteniéndolo a raya.

Si “lo espiritual” durante siglos fue ajeno a lo corporal no es de extrañar que durante siglos también la “vida espiritual” haya estado alejada, y aún hoy en muchos casos lo está, del escándalo de que la inmensa mayoría de los habitantes de nuestro mundo sufren en sus cuerpos

Paradójicamente y al mismo tiempo hoy constatamos como signo de los tiempos, puesto de relieve por muchos sociólogos, psicólogos, teólogos[9], una nueva concepción y un hambre profunda de espiritualidad en mucha gente[10].

Son muchas las lecturas que podemos hacer de este hecho. Por un lado, es una buena noticia que se haga visible cómo al ser humano no le basta con tener cubiertas sus necesidades básicas para ser feliz, sino que necesita “algo más” que no siempre acierta a nombrar. Es importante constatar y alegrarnos de esta sed espiritual. Es cierto que no es un movimiento mayoritario y que aún son minorías las voces que nos alertan de que además de la crisis económica estamos insertos en una crisis, no menos fuerte y peligrosa, de valores, de sentido, en una crisis cultural y espiritual.

Pero por desgracia también nuestro sistema capitalista está convirtiendo esta sed en un negocio muy rentable, en un lugar para sacar beneficios, una comercialización de la misma, en un lugar para cultivar nuestro narcisismo y para adormecernos ante los graves retos que tenemos que afrontar en este momento histórico. No es una novedad este mecanismo perverso mercantilista. Por eso es bueno alertarnos, preguntarnos: qué entendemos por espiritualidad y de qué espiritualidad hablamos.

1.2.3 Un patriarcalismo que niega la igualdad fundamental del ser humano, deforma la conceptualización y visibilización del cuerpo de la mujer.

Un patriarcalismo que ha sido y es una tragedia no sólo para el ser humano, para la mujer, sino para la tierra, el cosmos, la imagen de Dios… Hemos vivido y en parte vivimos una visión dominadora y jerarquizada de la realidad que ha roto con el sueño de Dios de la igualdad fundamental de los seres humanos y de la valoración y el cuidado de toda la realidad, de toda la vida, por insignificante que parezca, en sí misma y no sólo en relación a los seres humanos. (Un antropocentrismo destructor de la vida).

En esta ponencia me centro sólo en las consecuencias del patriarcalismo en relación a la concepción humana, pero seria muy interesante ver las consecuencias en relación a la naturaleza a la tierra, a la imagen de Dios

Un patriarcalismo que niega la igualdad fundamental del ser humana

La visión patriarcal del cuerpo ha priorizado y visualizado los cuerpos de los varones blancos situando debajo, detrás e invisibles a los cuerpos de las mujeres y más abajo aún si son negras o indígenas.

Veo cómo el dualismo patriarcal, al identificar lo masculino con lo que está arriba, es superior, es cabeza, cultura… y lo femenino con lo que está abajo, es inferior y –como he denunciado antes– se le identifica con el sexo y la naturaleza, ha provocado una gran injusticia y ha sido una "tragedia" para las mujeres… y también para la naturaleza, la tierra.

Somos muchas las personas que estamos seguras de que detrás de tanta violencia machista, de tanta misoginia, de tanto maltrato y asesinatos de mujeres, muchas veces a manos de sus parejas, está este patriarcalismo ancestral incrustado en nuestras sociedades incluidas las más desarrolladas.

El patriarcalismo dominante ha tenido “ilustres” pensadores que lo han argumentado. Son muchos los testimonios que aquí podría traer pero voy a recoger sólo algunos de los más prestigiosos varones que han sostenido la desigualdad humana y la supremacía de los varones sobre las mujeres[11].

Entre los pensadores que han defendido esta desigualdad está Platón (427-347 a.C.). Es verdad que su concepción estuvo necesariamente coloreada por una sociedad donde las diferencias impuestas socialmente entre las mujeres y los hombres eran tan evidentes que podía cuestionarse (y se cuestionaba) seriamente si los dos sexos participaban de la misma naturaleza. En el relato del Timeo Platón dice que sólo los varones devienen creados directamente por los dioses y reciben un alma. Los que viven rectamente vuelven a las estrellas, pero “cuando fueron cobardes y pasaron la vida en injusticia, cambiaron en la segunda generación, según verosímil razonamiento, su naturaleza por la de mujeres”[12].

Es decir sólo los varones son seres humanos completos y pueden esperar una realización última. Lo mejor que nosotras las mujeres podemos esperar es… ¡llegar a ser varón!. Cuando leemos estos textos –y otros muchos que podría traer aquí– hace falta un cierto sentido del humor para que, como expresa el dicho popular, podamos “ser mujer y no morir en el intento”.

Siguiendo a su maestro recordamos a Aristóteles (384-322 a.C.) que pretendió presentar y describir las cosas como son y explicar por qué deben ser necesariamente así. 

Además como su filosofía es funcionalista, es decir, las cosas se definen por su función y por tanto una cosa es buena o mala según su capacidad para hacer lo que se supone que debe hacer, defiende una concepción jerárquica de las cosas, en la que el fin o propósito de las más bajas es servir a la más alta. Así no produce sorpresa que los seres humanos estén en la parte alta de la escala de los mortales y que el resto del universo exista para ellos. Pero seres humanos en su sentido pleno son sólo los hombres acomodados. Aristóteles no está seguro de que los esclavos sean seres humanos y a nosotras las mujeres, por ser imperfectas en nuestra “facultad deliberativa” –que es la que hace a los humanos plenamente humanos– nos coloca en los lugares inferiores de la escala y por tanto al servicio de los más altos. 

De esta forma se plantea una importante distinción: los varones, al menos mientras son miembros de la clase acomodada, tienen la plenitud de la humanidad y deben ser servidos por los otros; las mujeres, sean libres o esclavas, son por definición menos que seres humanos plenos y están destinadas a “servir”. 

Pero no termina aquí la cosa pues en el campo de la reproducción sexual su planteamiento filosófico por el cual en todo la “forma” es superior a la “materia”, le hace decir lo siguiente: la mujer, como es imperfecta en su claro natural, es incapaz de “cocer” su fluido menstrual hasta el punto de su refinamiento en el que se convertiría en “semen” (semilla). En consecuencia su única colaboración al embrión es su materia y el “campo” en el que el varón deposita la semilla. Su incapacidad para producir semen es su imperfección. “Una mujer es como si fuera un varón infértil”[13].

Como para Aristóteles las cosas son según su función, y la situación reproductora rige toda la vida, las mujeres existen para reproducir seres humanos: cuando las cosas van bien producen varones y cuando las condiciones son malas producen varones imperfectos, es decir, mujeres. Un accidente lamentable pero, por la naturaleza de las cosas, beneficioso para la continuación de la raza.

En resumen: Aristóteles nos coloca a las mujeres entre los “seres humanos” pero imperfectos. Definió sus diferencias funcionalmente: las mujeres y los esclavos, cada uno de manera distinta, existen para el bien de los hombres libres.

Y, por si no ha quedado claro, resumo: las mujeres nos distinguimos de los hombres por nuestra imperfección:

*carecemos de plena capacidad reproductora,

*carecemos de pleno poder deliberativo,

*somos claramente imperfectas en fuerza física.

… pero estamos bien dotadas para ser vehículos reproductores y para mantener la vida de la familia.

Lo más doloroso no es sólo que estos ilustres pensadores, entre otros muchos, hayan dicho estas palabras en su tiempo, sino que esta mentalidad sobre la inferioridad de las mujeres y nuestro papel como servidoras de los varones ha sido recogido por el cristianismo y en gran parte sigue perdurando hasta hoy.

Un texto paradigmático de esta postura lo refleja el Decreto de Graciano, un escrito de 1140: ““Las mujeres deberán quedar sujetas a sus varones. El orden natural para la humanidad es que las mujeres sirvan a los varones y los niños a sus padres pues es justo que lo inferior sirva a lo superior”. Este documento del siglo XII no es muy distinto a las palabras de un Papa del siglo XX, Pio XI, que en Casti Connubii, una encíclica que trataba del matrimonio defiende en 1930 que: “El grado de sumisión de la mujer al marido puede ser diverso… pero tocar o destruir la misma estructura familiar y su ley fundamental, establecida y confirmada por Dios, no es lícito en tiempo alguno ni en ninguna parte”

Las joyas misóginas abundan en la literatura cristiana, en una clara traición al Evangelio. (Dejo la explicitación de estas joyas para la mesa redonda de mañana) 

¿Cómo quedarnos impasibles ante estas afirmaciones? 

Si estos pensadores insignes ven así nuestro cuerpo de mujeres ¿puede sorprendernos la situación de desigualdad sexual que, aun hoy, vemos en tantos lugares del mundo? ¿Podemos escandalizarnos por la violencia machista si durante siglos se nos ha visibilizado de esta manera denigrante ? 

¿Cómo sorprendernos de que la pobreza tenga rostro de mujer tal como nos advierten todos los informes de la ONU ?

¡Cómo nos duele a las mujeres católicas no sentir con fuerza y coraje la denuncia profética de nuestra Iglesia jerárquica ante la marginalidad de la mujer, la feminización de la pobreza, la lacra de la violencia machista!. ¡Los vemos manifestarse por otras cosas pero nunca para denunciar este pecado social, estructural!.

La vinculación ancestral cuerpo femenino-abajo-inferior-naturaleza-sexo…; cuerpo masculino-arriba-superior-cultura-cabeza…, ha sido una "tragedia" para las mujeres.

[1] MARTINEZ OCAÑA, E., Cuando la Palabra se hace cuerpo…en cuerpo de mujer, Narcea. Madrid, 2007. Cuerpo espiritual, Narcea, Madrid, 2009 también en :"Visibilidad-Invisibilidad del cuerpo de la mujer" en Crítica nº 893, (Marzo 2002) 40-42. "Las mujeres, excluidas de la representación del Dios cristiano" en La voz de las víctimas y los excluidos. Cátedra Chaminade. Fundación Santa María,2002, 238-259. “Hacia una espiritualidad corporal” en Iglesia Viva, nº 216 (Octubre-diciembre 2003) 47-62. “El cuerpo y el encuentro con Dios” en SOTO VARELA, C. (ed) He visto al que me ve, evd, 2006, 45-92. 


[2] BYAMUNGU, G. "Condición corpórea y conexión. Un ámbito africano" en Concilium nº 295, (Abril 2002),287 


[3] BOOG, SHARON, A. "Sufrir, resistir, sanar: Una visión asiática del cuerpo" en Concilium nº 295, (Abril 2002),299-308. 


[4] HAKES, H. Es ayudante científica de cátedra en la asignatura de Ética y Ética Social en la Facultad de Teología Católica en la Universidad de Tubinga. Es miembro del centro inter-facultades para la ética en las ciencias, donde desempeño el cargo de coordinadora científica de 1998-99, de la European Network for Biomedical Ethics. Por tanto es una autoridad en el tema "El cuerpo perfecto: utopías de la biomedicina" en Concilium nº 295, (Abril 2002),157-168. 


[5] Este es el título del artículo de WIEGERLING, publicado en Concilium nº295, abril, 2002, 169-181 Es experto y profesor de Filosofía, Informática y Filmología en las universidades de Stuttgart y Linz. 


[6] M.T. Van Lunen-Chenu, "La liberación de la mujer, oportunidad y exigencia de la liberación para la Iglesia" en: A. Ortiz (ed.), Ideologías de liberación y mensaje de salvación, Sígueme, Salamanca 1975, 120-121. 


[7] San Agustín, Contra Fausto 15,7 citado por U. Ranke-Heinnemar, Eunucos por el Reino de los Cielos, Trotta, Madrid 1994, 79. Esta teóloga ha investigado profundamente la concepción de la Iglesia Católica y la sexualidad a lo largo de los siglos (73-92). Dice de San Agustín: “el más grande padre de la Iglesia fue quien consiguió fundir en una unidad sistemática el cristianismo con la repulsa al placer y a la sexualidad” (U. Ranke-Heinnemar, 79). 


[8] Hace ya años mi buen amigo José María Castillo escribía: "Eso significa que cuando hablamos así de espiritualidad en realidad nos referimos a algo que no existe tal como la imaginamos, porque en nuestra vida real no existe ninguna realidad que no esté vinculada a lo material y temporal. La espiritualidad se convierte así en una abstracción y eso conlleva una serie de comportamientos que, de hecho, degradan la espiritualidad", La alternativa cristiana, Sígueme, Salamanca 1978, 197-198). “Las personas quieren ser felices y tienen derecho a serlo. Una espiritualidad que entra en conflicto con una aspiración tan profundamente humana está llamada al fracaso", “Los <<peligros>> de la espiritualidad" en: Proyección 43 (1996), 220-221. Vuelve a repetir esa denuncia en un reciente y espléndido libro: Espiritualidad para insatisfechos, Trotta, Madrid 2007). 


[9] Son muchos también los autores espirituales que ponen de relieve este signo de nuestro tiempo. Recomiendo la aportación que en esta línea hace A. Nolan, Jesús hoy. Una espiritualidad de libertad radical, Sal Terrae, Santander 2007, 27-40 


[10]La “espiritualidad” se ha puesto de moda. Basta buscar en Google este concepto y echar una mirada a la literatura religiosa, psicológica, esotérica, etc. para darnos cuenta del aluvión de literatura que hay sobre ella y, por tanto, de la diversidad de significados que esconde.. 


[11] Sigo en esta selección a Linda Maloney, Doctora en Filosofía y Teología, que fue profesora de Estudios del Nuevo Testamento en la Universidad de Berkeley en su artículo: “El argumento de la diferencia de las mujeres en la filosofía clásica y el cristianismo primitivo” en: Concilium 238 (1991) 409-419. 

[12] Platón, Timeo, 90e., en: Ibidem 411. 


[13] Aristóteles, La generación de los animales, I, 728a, en: L. Maloney, a.c., 415.