I- RECORDANDO DE DÓNDE VENIMOS
Un sociólogo contemporáneo afirma que una cultura puede ser evaluada, en parte, por qué hace y cómo se vivencia en ella el cuerpo, los cuerpos. Esta afirmación puede aplicarse a la teología y de un modo especial a la teología espiritual que es el campo en el que me voy centrar en este artículo.
Puede resultar ocioso volver a recordar que procedemos, y en muchos casos aún estamos, en una antropología dualista y patriarcal que nos ha configurado y ha contaminado la teología espiritual.
El dualismo, al confundir y vincular espiritual con inmaterial, ha imposibilitado una visión positiva y espiritual de nuestro cuerpo y ha situado la “vida espiritual” al margen del cuerpo o manteniéndolo a raya.
Si “lo espiritual” durante siglos fue ajeno a lo corporal no es de extrañar que durante siglos también la “vida espiritual” haya estado alejada ,y aún hoy en muchos casos lo está, del escándalo de que la inmensa mayoría de los habitantes de nuestro mundo sufren en sus cuerpos: el hambre, la desnutrición,( la FAO nos acaba de decir que son 87 millones) la desasistencia sanitaria, (solo en África el Sida tiene al borde de la muerte a 28 millones de habitantes, el 70% del total mundial) la violencia, la tortura, los desplazamientos forzados por todo tipo de violencia, la explotación, el tráfico de los cuerpos y un largo etc. Cuerpos pobres, abandonados y enfermos que nos gritan haciéndonos llegar una fuerte denuncia a nuestra cultura de la satisfacción de las necesidades corporales y a un cristianismo “espiritualizado” durante siglos, preocupado por salvar “el alma”. Como dice la teóloga Boog Sharon "cuerpos pobres, abandonados, enfermos que gritan pidiendo justicia a un mundo ensordecido por el poder, el militarismo, la riqueza acumulada" [1]
La visión patriarcal del cuerpo ha priorizado y visualizado los cuerpos de los varones blancos situando debajo, detrás e invisibles a los cuerpos de las mujeres y más abajo aún si son negras o indígenas.
El patriarcalismo ha llevado a la realidad escandalosa de que ser humano en cuerpo de mujer haya sido y siga aún siendo un riesgo
La vinculación ancestral cuerpo femenino-naturaleza-abajo; cuerpo masculino-cultura- arriba ha sido una "tragedia" para las mujeres.[2]
Lo que la cultura patriarcal ha hecho con la naturaleza, que está “abajo” y sirve para ser dominada y puesta al servicio de los que están “arriba”, así ha hecho el hombre con el cuerpo de la mujer que ha sido:
· Modelado por el varón según sus gustos y criterios de belleza, capacidad de seducir, erotismo...para hacer del cuerpo de la mujer un "florero", o un lugar para el placer. El mito de la belleza ha llevado y sigue hoy llevando a las mujeres a padecer: operaciones quirúrgicas varias que suponen un maltrato al cuerpo para aparecer como "sexualmente deseables y bellas" según los gustos patriarcales impuestos a través de los medios de comunicación y la moda a toda la sociedad, incluidas las propias mujeres. La enfermedad de la anorexia y la bulimia que alcanzan a niñas menores de 9 años está expresando con claridad este problema. La anorexia es un arma política para controlar la fuerza de las mujeres. Controlar el apetito hasta pasar hambre para "ser bella" supone someterse a una dieta hipocalórica que deja a las mujeres sin energía vital y es la mejor manera de provocar en las mujeres pasividad, ansiedad y afectividad exagerada.
· Dominado y maltratado por la fuerza usando la violencia para someterlo al varón e impedir así el descontrol propio de la mujer igual que pasa en la naturaleza. La violencia de género da buena cuenta de ello.
· Mutilado para robar a la mujer el derecho al placer y someter al dominio y control patriarcal la sexualidad femenina. 25 millones de mujeres en África soportan a veces a riesgo de sus vidas la clitorectomía y/o la ablación de los labios, también en otros países se ha denunciado las esterilizaciones forzosas e irreversibles sin consentimiento de las mujeres.
· Torturado de muy diversas maneras: la violación en todas sus facetas y formas desde el incesto, más frecuente de lo que pensamos, como la violación dentro y fuera del matrimonio. La violación como arma de guerra, como "distracción y consuelo" para la tropa, para conseguir una procreación forzada de la que luego se arrebatan los hijos a las madres
· Traficado y explotado, vendido y comprado como mercancía: tanto a través de las mafias dedicadas al tráfico sexual, como traficadas por razones económicas para la explotación de su fuerza laboral.
· Expoliado de su fuerza de trabajo, cuerpos agotados y extenuados por unas dobles o triples jornadas laborales. La mujer además de su trabajo profesional "le toca" más del 90% del trabajo de la casa y de la educación de los hijos.
· Cargado con:
· los hijos en su vientre durante el embarazo, en brazos durante la lactancia y primeros meses, en la espalda, en las caderas..
· los padres enfermos y ancianos. La atención cuando los padres la requieren recae "naturalmente" sobre las hijas, los hijos parece que no tienen esa obligación.
· los enfermos de la familia
· las parejas, en muchísimos casos
· los pesos cotidianos de las "tareas domésticas" (bolsas mil) y sobre todo en los terceros mundos, donde a la mujer le corresponde por añadidura: ir a buscar el agua, la leña, los alimentos...
· Visibilizado[3] por los varones detrás y debajo del hombre, lejos de los lugares públicos significativos y de decisión social y eclesial, su sitio dentro del hogar, visto su cuerpo como “objeto del deseo”, tentador y pecador, re-productor, ornamental, económicamente no activo, ni productivo, Belladurmiente o Cenicienta a la espera del príncipe que la despierte y la haga princesa o como Blanca Nieves cuidadora de 7 hombrecitos.[4]
Y al tiempo Invisibilizado:
- Como cuerpo violentado y maltratado. La violencia de género multisecular y multiforme ha sido invisibilizada en la sociedad y en la Iglesia hasta hace muy poco tiempo.
- Como símbolo para expresar a Dios. El cuerpo y la imagen de la mujer no puede ser “Imago Dei” en la tradición oficial de las Iglesias cristianas.
- Como sujeto de la historia social, artística, literaria, religiosa.
- Como poder de vida.
- Como cabeza pensante.
- Como productora de riqueza cultural, social, económica.
- Como sostenedora de la economía del mundo.
Esta realidad, y mucho más que no es posible narrar aquí, requiere un vuelco radical en la manera de afrontar el cuerpo, y de un modo especial el cuerpo de las mujeres. Ya es hora que no hablan “ellos” de nuestro cuerpo, sino que seamos nosotras mismas las que digamos en y desde nuestro ser corporal quienes somos y cuál es nuestro lugar en la historia humana y religiosa.
Caminar hacia una espiritualidad corporal es una larga y dura tarea que supone por un lado renunciar al dualismo patriarcal y por otro recuperar la centralidad del cuerpo en la espiritualidad cristiana si es que de verdad creemos que nuestra espiritualidad es de encarnación.
II. HACIA UNA ESPIRITUALIDAD CORPORAL
Son muchos los senderos que tenemos que explorar y muchas las brechas que aún hay que salvar para lograr vivir una espiritualidad corporal, en estas páginas sólo intento apuntar algunos caminos.
1 EXPERIMENTAR QUE SOMOS UN CUERPO
Somos un cuerpo sexuado, no tenemos un cuerpo. El camino de recuperación de esta visión unificada nos orienta hacia una identidad corporal afirmada, amada y gozada
Nuestro cuerpo es la presencialización de nuestra persona. El cuerpo nos posiciona y nos orienta. A través de él podemos aproximarnos y alejarnos de las personas y las cosas. Somos un cuerpo con capacidad creadora, espiritual. Todo lo que acontece en nuestra vida pasa necesariamente por nuestro cuerpo. Nuestro cuerpo está condicionado genética y culturalmente.
Nuestro cuerpo es:
· una realidad biológica que tiene sus leyes específicas de funcionamiento, una potencialidad y unos límites: resistencia, longevidad, energía belleza, salud. Realidad que nos urge escuchar y respetar.
· una realidad sexuada que identifica a las personas e influye en sus opciones, comportamientos, relaciones. Realidad sexuada que ha sido configurada y condicionada culturalmente.
· un depósito y un productor de energía, y de vitalidad que podemos mantener, alimentar y o dilapidar provocando un deterioro prematuro del organismo físico
· una realidad con capacidad creativa, volitiva, conativa, espiritual.
· es la presencialización de lo que somos, el "lugar" desde donde nos configuramos condicionados por nuestro entorno socioeconómico- cultural, desde donde nos relacionamos, y desde donde nos trascendemos,
· es el lugar de nuestra comunicación con Dios, con los otros, y lo otro. Nos permite ser seres en relación.
Somos un cuerpo necesitado: las necesidades son tanto física ( necesidades básicas de respiración, alimentación, cobijo, limpieza, salud, protección, descanso, confort, necesidades sexuales); como necesidades psíquicas y o relacionales, espirituales, ( necesidad de ser vist@s y reconocid@s en nuestro cuerpo, respetado, valorado en nuestra identidad sexual, necesidad de tacto y contacto, de "estar bien en nuestra piel", de ser felices, necesidad de libertad, de realizarnos como personas, de trascendernos) Todas ellas necesidades humanas, no hay necesidades buenas, malas o regulares. Hemos vivido, ¿vivimos aún?, una espiritualidad que moraliza nuestras necesidades.
Somos un cuerpo unificado en unidad indisoluble psique-soma, soma-mente, soma-espíritu. Todo lo que acontece en nuestra vida, en cualquier nivel de nuestra persona acontece en nuestro cuerpo y éste guarda memoria de ello.
Para unas personas el cuerpo es un amigo, un buen compañero, cuyos límites acepta y se establece una buena relación. Para otras es una máquina, que marcha o un objeto útil; para otras personas es un enemigo, una bestia que hay que dominar, o un desconocido, o un dios. Del modo cómo lo consideremos así nos relacionamos con él. Si lo consideramos un amigo lo cuidaremos y respetaremos, si lo consideramos un objeto utilitario le concederemos el mínimo vital nos ocuparemos de él sólo si la "maquina se estropea", si lo consideramos un enemigo lo maltrataremos o lo anestesiaremos, si es un desconocido, lo ignoraremos y descuidaremos, si lo deificamos habrá una excesiva sobrevaloración y le prodigaremos unos cuidados exagerados, lo haremos un ídolo al que sacrificaremos nuestra vida y otras vidas.
Por eso nuestro cuerpo es un lugar privilegiado de acceso a nuestra verdad, y de unificación de nuestra persona. Lo real es que sólo podemos vivir unificados si estamos enter@s allí donde está nuestro cuerpo. Nuestra mente puede estar en varios sitios a la vez, ir y venir, desplazarse sin límites pero la verdad de dónde estamos la dice nuestro cuerpo.
El cuerpo es nuestra presencia, epifanía de nuestra persona. Es lenguaje no verbal, palabra que pronuncio con mi actitud, mirada, conducta y lenguaje verbal como expresión simbólica que prolonga mi cuerpo y exterioriza su experiencia.
Nuestros valores, deseos, proyectos llegan a ser verdad cuando pasan por el cuerpo, cuando se hacen cuerpo y se verifican. Es entonces cuando el cuerpo se convierte en revelación no sólo de nuestros valores sino del Dios que nos sustenta e identifica, se convierte así nuestro cuerpo en lugar de presencialización del Invisible.
2. REALIZAR EN NUESTRO CUERPO NUESTRA VOCACIÓN ESPIRITUAL
Urge recuperar la consciencia de que el cuerpo humano no solo es materia, sino lugar donde se verifica la verdad del espíritu. El espíritu de una persona es el talante con el que afronta la realidad. Es decir lo espiritual se verifica en el cuerpo y éste tiene una vocación espiritual que le lleva a traspasar las fronteras de su propia piel para abrirse a los demás como miembro de un cuerpo social, incluso como un cuerpo planetario donde se reconoce deudor de todo lo que el cosmos en su proceso evolutivo le ha proporcionado. Ser un cuerpo social, un cuerpo espiritual no es una metáfora sino una vocación. llega a sentir el gozo y el dolor de otros cuerpos como si fuera el propio., romper las propias fronteras y trascender..
Recuperar el cuerpo como tarea espiritual no es prestarle un culto, sino devolverle toda su verdad sino reconocer que el cuerpo es "la presencia de mi persona" [5] y como tal debe ser respetado en sus derechos y necesidades
"¿Cuándo un cuerpo se hace espiritual?
No cuando deja de ser cuerpo o deja de ser materia, sino cuando es fiel, unificadamente fiel a toda su verdad que le alude y le trasciende.
“Cuando corporalmente madura en armonía con sus necesidades o integrando sus frustraciones, es capaz de amar fecundamente...y vive con una consciencia despierta.
Cuando crea actitudes y produce conductas justas, serviciales, misericordiosas, comprensivas, libres, fraternas."[6]. El cuerpo mercancía niega todos los derechos a las personas que quedan convertidas en objetos.
Cuando no nos dejamos convertir en objeto y no convertimos a l@s otr@s en objetos
Cuando descubrimos que no tenemos otra manera de vivir la espiritualidad si no es en, con y desde el cuerpo que somos.
Cuando no sólo no hacemos del cuerpo un obstáculo para la oración sino el lugar donde acontece la oración.
Sobre todo cuando nos hacemos conscientes de mientras no hagamos visible y operativo nuestro amor a través de nuestro cuerpo, no haremos posible al ser humano cabal y a la creación entera y por tanto no haremos creíble al Dios de la encarnación que profesamos con nuestras palabras.
3- PERMITIR QUE LA PALABRA SE HAGA CUERPO EN NOSOTR@S Y NOS CONVIERTE EN TESTIGOS Y SANADORES
Cuando el Espíritu de Dios se hizo cuerpo en el seno de una mujer, tuvo lugar la Encarnación. Esta afirmación, nuclear en la fe cristiana, no es algo que ocurrió en el pasado, sino que de distinta manera, pero también con verdad, sigue pasando siempre que consentimos al Espíritu de Dios que se haga cuerpo, es decir, verdad histórica, en nosotros y en nuestras estructuras [7].
Cuando el Espíritu alcanza el cuerpo, la materia, la historia, abre los sepulcros y pone en pie los huesos calcinados, hace trizas los dualismos milenarios para hacer posible una espiritualidad corporal o una corporalidad espiritual.
El camino de la experiencia espiritual, en nosotr@s seres corporales, se verifica cuando la Palabra acogida, sentida y gustada se hace cuerpo, [8] carne de nuestra carne. Si la Palabra no se hace cuerpo, se ha quedado en un buen deseo, o un buen pensamiento.
Para poder explicarme mejor doy la palabra a la poesía, es éste el lenguaje que mejor expresa las experiencias profundas, aquellas para las que la palabra queda corta y parece traicionar la verdad vivida.
León Felipe nos dice:
«Había un hombre que tenia una doctrina., Una doctrina que llevaba en el pecho (junto al pecho, no dentro del pecho), una doctrina escrita que guardaba en el bolsillo interno del chaleco.
La doctrina creció, y tuvo que meterla en un arca de cedro, en un arca como la del Viejo Testamento.
Y el arca creció. Y tuvo que llevarla a una casa muy grande.
Entonces nació el templo
Y el templo creció. Y se comió al arca de cedro, al hombre y a la doctrina escrita que guardaba en el bolsillo interno del chaleco.
Luego vino otro hombre que dijo: el que tenga una doctrina que se la coma, antes de que se la coma el templo, que la vierta, que la disuelva en su sangre, que la haga carne de su cuerpo
y que su cuerpo sea
bolsillo
arca y templo».
Esta parábola nació apoyándome en el versículo XXI del Capitulo II del Evangelio de San Juan, donde dice:” Mas Él hablaba del templo de su cuerpo”[9].
Mientras no hagamos visible y operativo nuestro amor a través de nuestro cuerpo, no haremos posible al ser humano cabal y a la creación entera y por tanto no haremos creíble al Dios de la encarnación que profesamos con nuestras palabras.
Necesitamos, cada vez con más fuerza, romper dicotomías y dejar que el Amor en el que creemos y del que tenemos experiencia, pase por nuestro cuerpo y se exprese a través de él.
Nuestro tiempo busca mujeres y hombres "TESTIGOS" que a través de su cuerpo griten cotidianamente que Dios es Amor.
Esto supone al menos:
Ojos que "han visto a Dios" y no sólo han quedado prendados de su hermosura, sino que también han aprendido de Él a "ver" el dolor del pueblo a "fijarse" en cómo lo tiranizan, convirtiéndolo en esclavo (Ex 3,7-9); ojos que ven la creación como obra de sus manos y la ven "muy buena" (Gn 1,31); ojos que como los de Jesús lloran por el dolor de su gente (Jn 11,35;Lc19,41), que miran y devuelven la dignidad(Mc 12,41-44) y la esperanza (Lc 19,4-5), perdonan (Jn2,9-11) y aman (Mc 10,21).
Oídos que han escuchado su propio nombre como bendición, que han escuchado Una Voz que les dice: "Tu eres mi hij@ amad@ en quien Dios se complace" (Mc 1,11) porque eres hij@, no porque seas buen@ y esa experiencia l@s devuelve a la vida transformad@s; oídos que se hacen discípulos de la vida y saben aprender de l@s herman@s del camino, oídos que no se cierran a los gritos de dolor del mundo y del cosmos y al mismo tiempo saben escuchar la brisa suave que les anuncia la presencia del misterio de Dios en la vida cotidiana.
Boca que sabe hablar y callar a su tiempo, que sabe ben-decir y cierra sus labios a la mal-dición; que denuncia y anuncia la Buena Noticia de Jesús; que canta el canto de la vida sencilla y une su canto al del pueblo; que grita de dolor y de placer; que besa y hace del beso el sacramento del amor; que ríe y relativiza sanamente con sentido del humor, para no tomarnos excesivamente en serio a nosotr@s mism@s y no dramatizar la vida.
Manos parteras de la vida que ayudan a dar a luz a todo aliento de vida, allí donde emerge y que saben esperar el lento dilatarse del útero- entre dolores de parto- de tanta vida nueva como quiere brotar, si sabemos alentarla y no abortarla; manos que amasan en la cotidianeidad el pan de la sororidad; que se unen a otras manos para tejer el manto de la solidaridad; que dan, comparten, no acaparan para sí; que saben pedir conscientes de su propia pobreza; manos que saben acariciar con ternura y pasión; que aguantan, sostienen, levantan al caído, curan heridas, las ungen con el ungüento de la entrañable ternura; manos al fin que pasan por la vida, sencillamente, "echando una mano" a quien lo necesite.
Pies peregrinos y buscadores con otr@s, sin grandes seguridades, pero con las certezas que guardan en el corazón; pies "próximos" ante quienes hoy están tirados en el camino (continentes enteros) apaleados, saqueados, mal heridos; pies que saben descalzarse ante el misterio del otro; pies que danzan la fiesta de la vida y las conquistas en el camino de la liberación sobre todo de los pobres de este mundo; pies que, como los de María, la madre de Jesús, y las otras mujeres: María Magdalena, María la de Cleofás, Marta y su hermana...se hacen seguidores de Jesús hasta el final y que cuando los tiempos son difíciles, en vez de huir, permanecen de pie junto a l@s crucificad@s de este mundo.
Entrañas que se dejan fecundar por el amor; que se creen capaces de dar a luz vida nueva, aunque ya sean viejas y les hayan hecho creer que son estériles; entrañas capaces de aguantar los propios dolores de parto con esperanza, ensanchando las fronteras del propio útero para que el/la otr@, l@s otr@s puedan nacer y ser ell@s mism@s, libres y autónomos; entrañas de misericordia, de ternura siempre renovada; entrañas que se estremecen de dolor y de gozo porque son incapaces de permanecer insensibles.
Sexo que se vive sin dejarse atrapar por los estereotipos de género que empequeñecen al hombre y a la mujer y les impide ser personas enteras; que no hace de las diferencias sexuales lugar para la exclusión y marginación sino lugar de encuentro enriquecedor en la diferencia; sexo que se hace relación corporal amorosa y placentera, lugar del amor que se entrega y se recibe, ex-tasis de sí para trascenderse en el abrazo y descubrir en el encuentro la Fuente de su amor, lugar de placer humanizador y compartido.
Piel que se hace lugar de contacto de encuentros vinculantes, constructores de identidad y reconocimiento sin fusiones indiferenciadoras, ni dependencias destructivas; piel que ha renunciado al "despelleje" continuo de los otros; que ha renunciado al "ojo por ojo"; piel que sabe poner límites al despilfarro, al consumismo, a la violencia como modo de solucionar los conflictos, piel que aprende a respirar el "aire de Jesús" hasta que su Espíritu se revele en nosotr@s a "flor de piel"; piel que rompe los estrechos moldes de su identidad corporal para abrirse a toda la humanidad como a su propio cuerpo, porque ha experimentado que cuando se cierra a su hermano se cierra a su propia carne. Piel, al fin, que descubre sus verdaderas dimensiones que no se agota en los límites de nuestro pequeño cuerpo sino que se extiende a toda la humanidad y a toda la creación como "Cuerpo de Dios".[10]
Cuando todo esto acontezca, entonces nuestro cuerpo será testigo, es decir transparencia de un Amor que nos ha alcanzado y nos va poco a poco transformando a su imagen y semejanza.
El camino del cuerpo como lugar de la experiencia de Dios nos invita a vivir nuestra fe con un talante determinado, a hacer de ella una experiencia de curación.
Curación de nuestros cuerpos maltratados tantas veces y de tantas maneras, violados, violentados, vendidos, comprados, traficados, hechos mercancía barata, fruto del engaño y la extorsión, explotados en trabajos inhumanos; cuerpos mutilados por la bombas; cuerpos aterrorizados por la represión y la tortura; cuerpos secuestrados de tantas maneras, hambrientos, desnutridos, enfermos por no tener la atención sanitaria a la que tienen derecho; cuerpos expuestos impúdicamente por la pornografía creciente; cuerpos encarcelados muchas veces porque son pobres y no pueden pagar un buen abogado o a un fiscal o a un juez; cuerpos hambrientos de caricias y contactos sanadores, verdaderos porque lo que dice el cuerpo con sus gestos lo siente el corazón...
¡Tantas heridas en nuestros cuerpos, en nuestras personas!. Realmente necesitamos hoy con urgencia SANADOR@S , mujeres y hombres que hagan del grito de Dios (expresado por Isaias) "Consalad, consolad a mi pueblo" el lugar de su experiencia espiritual.[11]
Curar el cuerpo de los otros y también el propio. Esto significa no tratarlo como una máquina que se lleva a reparar cuando se ha averiado, que se le explota en sus recursos energéticos hasta que está extenuado en nombre de "causas sublimes", pero que esconden muchas veces carencias y necesidades no resueltas, ni nombradas.
Curar nuestros cuerpos -al menos en nuestro contexto occidental cuando están cubiertas las necesidades básicas y no tenemos que defendernos de las múltiples agresiones- , supone, no gastar mucho dinero en objetos puramente estéticos y de consumo, sino saber equilibrar trabajo y descanso. Este equilibrio requiere un yo que se regala espacios de sosiego, de calma; que sabe respirar en paz y relajarse; gustar de las relaciones y el encuentro, escuchar a tiempo los avisos que el propio cuerpo nos da de que algo no funciona bien, para intentar atenderlo... Es decir reconciliarnos con nuestro cuerpo y sus necesidades, no queriendo vivir como ángeles incorpóreos que no somos y relacionándonos con nuestro cuerpo como lo que es, la presencialización de nuestro yo, la única manera de ser que tenemos mientras estemos en el útero del mundo, ¡después!... no sabemos muy bien como será lo que seremos en la "Otra Dimensión", no sabemos cómo será nuestro ser en Dios. Ahora somos un cuerpo que tiene derecho a ser tratado como amigo y no como a enemigo o "instrumento" de trabajo pero que tampoco se convierte en un ídolo.
Pero no es sólo eso, el sanad@r es el que mira la realidad desde la perspectiva de la salud física, psíquica y espiritual. Porque su mirada está atenta y lúcida a ese dato de la realidad, descubre enseguida dónde se atenta contra ella de alguna manera y su primera tarea es denunciarlo, buscar los caminos a los que tenga acceso para desenmascarar el daño de propuestas, realidades y justificaciones engañosas que intentan vendernos mentiras.
Como el samaritano de la parábola de Jesús, el/la sanad@r no solo no pasa de largo y se hace próximo, crea proximidad con su manera de mirar la realidad, sino que se acerca a las personas doloridas, saqueadas por los bandidos de turno, (tod@s nosotr@s somos, de alguna manera, por acción u omisión, ladrones que robamos a los pobres lo que es suyo) y bajando de su cabalgadura, toca, unge, limpia, carga con ellas y ,si es necesario, las conduce a dónde puedan hacerlo mejor que él.
¡Que necesidad tiene nuestra sociedad de hombres y mujeres sanador@s!. Nos han educado más para ser jueces que sanadores, para criticar más que para comprender, para juzgar más que para acoger incondicionalmente los cuerpos heridos en cualquiera de sus dimensiones.
Quizá hemos dejado de mirar a Jesús que si algo pone de relieve la crítica histórica es que es innegable que fue un taumaturgo sanador. Volver a mirarlo con mirada asombrada y descubrir qué significa en estos momentos de nuestro mundo: expulsar demonios...¡tantos! (violencias, hambres, guerras, clasismos, sexismos, racismos, terrorismos...) , qué significa hoy poner en pié a las mujeres encorvadas, qué significa liberar de parálisis, de sorderas, de cegueras...(propias y ajenas).
¿Por qué hemos olvidado tan pronto que una de las características del discipulado, recogido por todas las tradiciones, es el de "expulsar demonios"? (Mc3,13-16; par) que como dicen en mi tierra en relación a las "meigas", <<creer no creo pero haber las hay las>>
El texto de Lucas hace una afirmación sobre Jesús que yo siento que necesitamos recuperar, releer hoy y aplicarlo a nuestras vidas: "toda la gente trataba de tocarlo, porque salía de él una fuerza que curaba" (Lc 6,19). [12] Si nuestra experiencia espiritual fuera cada vez más en esta dirección, qué distinto sería nuestro mundo, establecer contactos sanadores, "tocar" los cuerpos, los psiquismo, tocar "el alma" y sanar en vez de "apalear", ¡lo hacemos de tantas maneras.!
Sanador@s, del cuerpo y del espíritu, que como pequeños "espacios ecológicos" provocan a quien está a su lado la sensación de poder respirar mejor.
Se nos olvida que cuando en los Evangelios se nos habla solemnemente del Juicio Final (Mt 25), fundamentalmente se nos va a preguntar por nuestro amor operativo que pasa por el cuerpo y lo sana que toca "el alma" y la cura en sus soledades y aflicciones es decir: el amor que se hace pan y agua que sacia el hambre y la sed; vestido que cubre las desnudeces varias, compañía en el dolor de la soledad, de la enfermedad..., liberación de las prisiones diversas en las que caemos, acogida en las exclusiones de raza, sexo, clase...Es decir se nos va a preguntar si hemos pasado por la vida como Sanador@s o no, ahí descubriremos si hemos ganado o perdido nuestra vida. ¡Nada más, ni nada menos!
Emma Martínez Ocaña.
[1] BOOG, SHARON, A. "Sufrir, resistir, sanar: Una visión asiática del cuerpo" en Concilium nº 295,299-308. e
[2] Para una primera aproximación a la teología feminista en relación al cuerpo cfr NAVARRO, M.(Dir) Para comprender el cuerpo de la mujer, evd, 1996 con abundante bibliografía comentada; RUETHER, R.R.Mujer nueva tierra nueva Ed Aurora,,Buenos Aires,1993; Gaia y Dios. Una teología ecofeminista para la recuperación de la tierra., DEMAC, 1995, GEBARA, I.”Cuerpo de mujer un desafío para la teología moral” en Teología a ritmo de mujer, San Pablo, 1995,PORCILE, Mº T. La mujer espacio de salvación, Debora, 1995.
[3] He ampliado este punto en “Visibilidad-invisibilidad del cuerpo de la mujer” en Crítica ,nº893 (Marzo, 2002)40-42.
[4] Para comprender mejor la fuerza de los estereotipos femeninos en la autoimagen de las mujeres KOLBENSCHLAG,M. Adiós Bella Durmiente. Crítica de los mitos femeninos. Kairós, 1993,
[5] GARCÍA-MONGE, J. A. Palabras para la madurez, evd,1999,199.
[6] GARCÍA-MONGE, J.A. "Los ejercicios corporalmente espirituales" en Psicología y Ejercicios corporalmente espirituales. Ed. Mensajero. Sal Terrae., 1991,304-305
[7] Para el desarrollo de esta tercera parte Cfr MARTINEZ OCAÑA E. "Cuando la Palabra se hace cuerpo" en Religión y Escuela nº 107-109 (1996); nº 110-116 (1997).
[11] Sugiero el número monográfico " <<Consolad, consolad a mi pueblo>> Sal Terrae, nº 1.010 (1998:3). Para ampliar el tema Cfr la bibliografía "integrar sanamente el dolor y la muerte".