Querido Papa Francisco


El autor de esta carta es Edgard R. Beltrán, un pastoralista muy conocido. Vive con su familia en Estados Unidos donde colabora en la formación pastoral de los Hispanos, el sector pobre de la población. Ha colaborado también en todos los países de América Latina, en Europa y Canadá. Nació en Bogotá, Colombia. Es autor de varios libros en diversos idiomas. Esta carta se ha difundido en 6 idiomas.

Querido Papa Francisco,

Con el cariño y la sencilla espontaneidad de Carlitos, me dirijo a ti, Papa Francisco, como un sencillo católico de a pie. Te trato como traté a mi papá, con amor y confianza. Carlitos es ese niño que se acercó a ti, se agarró a tu vestidura y se sentó en tu silla, la de Pedro. Aquel niño es colombiano como yo, pues nací en Bogotá. Vivo en Estados Unidos, pues vine invitado en los 70s para trabajar en familia, como galileos en la Roma de hoy, con los más pobres, los indocumentados, los enfermos sin seguro. Estamos preocupados porque trabajas sin descanso.

Te queremos mucho, somos solidarios contigo, eres un regalo de AMOR, el Dios revelado por Jesús. Casi toda la humanidad está feliz contigo, y la casi totalidad de los católicos no nos cambiamos ahora por nadie. Hermanos de otras iglesias ya te llaman su Papa. Los pobres se saben preferidos por ti. El planeta tierra, eso tan pequeño en el universo, que es nuestra casita y que ya casi lo exterminamos, está como una madre abandonada que ahora toma de nuevo su función y su belleza, gracias, en mucho, a tu compromiso decidido, público y eficaz.

Por este amor y por la histórica labor en la que estás empeñado, te pedimos que tomes unas vacaciones. Nos preocupa tu salud. Serían vacaciones de dos a tres semanas, por lo menos. Esto debe ser pronto, antes de la Cuaresma o al comienzo. Sabemos que no irías a Castelgaldolfo.

Quisiéramos atrevernos a proponerte que tus vacaciones sean entre los más pobres, en un país del África donde están muriendo miles de niños cada día por falta de un pan, donde sus padres y sus madres están muriendo por el Sida. Tu imagen y tu voz desde allí serían el respaldo con acción a tu inspirada oración para pedir el fin del hambre y para convertirnos a amar al pobre. 

Quisiéramos que la humanidad cambie al ver tu blanca vestidura manchada de sangre de la madre que por llevar cuatro días sin comer, sólo tiene sangre en vez de leche en su maternal pecho para alimentar a su bebé. Que vean tu limpia vestidura, ensuciada por el barro de la tierra que se abre para recibir los cuerpecitos de esos niños muertos, a quienes la sociedad les robó el mínimo alimento y ahora la madre tierra los abraza en su seno. Cambiarían también los que le exigen a la madre parir o ir a la cárcel, y luego indiferentes dan la espalda al futuro de ese niño. Muchos construirían “una vida digna de toda la familia global”, como pedimos con tu oración. 

Tu diario mensaje visual en esa dolorosa realidad sería una “rugido” irresistible hacia Jefes de Estado, Legisladores y políticos, cuyas manos tienen mucho para la solución del hambre.

Con esta imagen tuya, dolorida y activa en construir soluciones y erradicar el hambre y la pobreza, los católicos nos sentiríamos más comprometidos en acciones reales. Los queridos hermanos de otras Iglesias te seguirían con cercanía y aprobación solidaria. La presidenta de la Iglesia Luteranaen América, la obispa Elizabeth Eaton, ha pedido orar para el fin del hambre, rezando tu misma oración. Unos amigos de otra denominación me han dicho que este es su Papa. Miembros de todas las religiones que también buscan servir al prójimo, y también mucha gente de buena voluntad sin religión, unirían sus esfuerzos en obras comunes con todos los demás, logrando soluciones eficacesque terminarían con el hambre. Porque lo cierto es que tenemos hoy los medios para terminar con el hambre. 

Tu presencia y tu homilía de cada mañana en la Eucaristía seguirían difundiéndose. Las recibiríamos al estilo de la que celebraste en Lampedusa, Italia, con inmigrantes indocumentados. Te acompañaríamos por TV en tu celebración en un barrio pobre, con la participación de pobres. Ojala sin mitra, símbolo de poder, que ante los pobres sobra, recuerdo del dios Mitreo que los generales persas inventaron mucho antes de Cristo. Sin monseñores con uniformes de colores. Con personas pobres, cercanas al altar. Personas de color negro, las más cercanas al origen de la humanidad. Noecharías de menos las celebraciones en San Pedro en Roma. En Roma, seguro, echarías de menos la celebración con el africano pobre, que hace más presente a Jesús que nosotros los demás. Si estando allí te sientes más obispo universal, y siempre obispo de Roma desde allá, ten una larga permanencia ahí. Así te sería más fácil el invitarnos al reino del amor y el mostrar en ti la Iglesia samaritanaque ve a la víctima, se conmueve y actúa. Entonces, pídenos a toda la humanidad, con total autoridad, hacer otro tanto. Como Jesús y como el Concilio cuando pide el ver, juzgar y actuar.

El mensaje y la bendición dominical nos los seguirías ofreciendo desde tu nuevo balcón a ras de tierra, rodeado del pobre que ya no te abandona. Tu bendición, que tanto nos conforta y la necesitamos, nos llegaría desde allí. Lo mismo te llegaría nuestra oración y bendición que sin cesar nos pides y que nosotros como sacerdotes por bautismo te ofrecemos.

Tendrías, obviamente, que dar vacaciones a todo el personal de la “curia vaticana”(nombre militar constantiniano). Vayan donde quieran, a otros aires afuera y lejos de la “curia vaticana”. Tal vez algunos buscarían algún lugar para estar con el pobre que transmite energía de Evangelio. Todo el personal del vaticano saldría a vacaciones, mientras el obispo de Roma esté en el África. Lo contrario ha dejado serias consecuencias. Son vacaciones, no cambiar el escritorio de sitio. Claro que la guardia suiza y la gendarmería quedarían en su servicio. Tu obispo ayudante en atender a los pobres de Roma sí se quedaría. Lo único abierto sería la Basílica de San Pedro. Lo otro único que quedaría abierto serían los Museos Vaticanos, tesoro de la humanidad en manos del obispo de Roma. Vale la pena un viaje desde el fin del mundo para contemplar “La Creación” de Miguel Ángel, en la Capilla Sixtina.

No irías sólo. Tampoco con una corte de coloridos monseñores, cuyo oficio tal vez hoy te incomoda. Atender en su recámara al “Sumo Pontífice Romano” ya no se usa. Como están por todo el mundo, no llegan de lejos a tu recámara, y como son miles, no caben en ella. Sólo introducen otra casta en el clericalismo que aborreces, contradiciendo la enfática enseñanza de la comunidad igualitaria de Jesús y fortaleciendo la antievangélica y dañina pirámide constantiniana de 16 siglos de retraso, unos arriba y otros debajo. Su nombre original viene de la corte de Francia en Versalles. Uno que de esto conocía, rechazó tal “honor”.

Irías con tu médico personal y buenas medicinas. Tendrías buen cuidado con tu alimentación.

¿Por qué no invitas a un amigo? ¿Tal vez a un franciscano capuchino pobre? ¿Qué tal a tu amigo Seán O’Malley? También amigo mío personal desde hace muchos años. Buen Pastor como obispo en Boston. Cardenal del grupo de tus ocho asesores. Él iría con su hábito pobre de franciscano capuchino, como siempre anda, sin uniforme cardenalicio. Habla inglés para el África y para muchos, habla español tan bien como nosotros, y habla portugués mejor que nosotros. Bondadoso, te haría buena compañía entre los pobres y no desafinaría mucho junto a ti. Su vida de pobre se ve aún en la sencillez de sus sandalias, tan pobres y usadas como tus zapatos. Te colaboraría en tu ininterrumpida conexión con el resto de la Iglesia y del mundo. Tú, en tus vacaciones, jamás te distanciarías del mundo ni de la hermandad universal. Te necesitamos y nos necesitas. Tu ministerio petrino, como obispo de Roma, continuaría, pero con un marco más convincente y más cercano aJESÚS en la frescura de sus campos galileos. Juan XXIII te envidiaría. El Concilio Vaticano II te seguiría acompañando para vivir su eclesiología. Te asemejarías más a aquellos obispos de América Latina, de los 60s y los 70s, constructores de la corta, pero histórica “epifanía posconciliar”, verdaderos Padres de la Iglesia Universal. 

Con ellos conviví ocho años, durante mi colaboración en el Departamento de Pastoral de Conjunto del CELAM, por invitación del obispo Larraín de Chile, Presidente del mismo organismo episcopal. Participé desde la preparación para Medellín. En Medellín participó ese cristiano ejemplar y jesuita gigante ante la historia y como Iglesia en compañía de Jesús, Pedro Arrupe. Una foto de los dos me ha acompañado siempre y la conservo dentro de mi libro de documentos del Vaticano II. Concilio de fugaz implementación por exigir “conversión eclesial”, pero siempre presente en las bases. Ahora es recobrado con fuerza, con ayuda de tu compromiso. En Buenos Aires laboré varias veces, como en la totalidad de los países de América Latina, con los equipos del CELAM paraprofundizar y difundir las orientaciones del Vaticano II y contribuir en sus implementaciones locales y continentales.

Después de la reunión del CELAM en Santa Cruz, Bolivia, fui invitado oficialmente porla Conferencia Nacional de Obispos de Estados Unidos, en los años 70s, por medio de su Presidente el inolvidable Cardenal Bernardin, y el obispo Rausch, Secretario General. Me pidieron colaborar en todo el país, en el desarrollo de los Hispanos, como fermento hacia el resto de la Iglesia y de la sociedad estadounidense, en nuestra sencilla calidad de galileos dentro de esta Roma de hoy. Después de 16 años de proceso y tres Encuentros Nacionales, con miles de participantes, ofrecimos el Objetivo del Plan Pastoral: construir un “Modelo de Iglesia”, para hoy, calcado en el Evangelio de Jesús y en el Vaticano II. Lo vivimos y ofrecimos desde el pobre, nosotros, muchas veces despreciados por racismo. Pero ricos con la herencia de nuestras abuelitas, como tu abuelita que tanto te influyó y cuyo recuerdo escrito conservas en tu breviario. Abuelitas que desde 1848, -cuando fue la absorción de todo el norte de México por el águila estadounidense-, defendieron y nos heredaron para siempre los tres grandes tesoros que nos dan la vida y no son negociables: la cultura, el idioma español, y la fe católica romana.

Todos estos años, en Estados Unidos desde los 70s, AMOR MISERICORDIA, el Dios de Jesús, me ayuda con mi familia a contribuir en la construcción de la Iglesia, como fermento del reino de Dios en la sociedad. Este es el Modelo de Iglesia del Plan Pastoral Hispano en Estados Unidos. Iglesia siempre en el Pueblo de Dios y desde el pobre, presencia del Padre misericordioso. Por todo esto nos sentimos muy identificados contigo. Todos ya te necesitábamos con urgencia. Gracias por ser como eres. Que AMOR cuide tu salud y tú también te cuides. 

Así que a ir de vacaciones a lo más pobre de esa África querida. Pronto. 

edgard r. Beltrán- Illinois, Estados Unidos de América. 1-1-14 eibelt@aol.com