Espiritualidad y política (IV)


JESÚS VIVIÓ UNA ESPIRIUALIDAD POLÍTICA.

“Yo era galileo e hijo de un artesano. Mi pequeña patria era Galilea la rebelde, en el corazón de un país dominado por el Imperio Romano, sometido al control político y al expolio económico. Sabía muy bien de qué hablaba cuando describí a los romanos como “jefes de las naciones” que gobiernan los pueblos como “señores absolutos” y los “oprimen con su poder”[1].

La mayoría de mis vecinos malvivían trabajando la tierra (que en muchos casos no era suya) y por sus frutos también tenían que pagar impuestos. Otra parte de la población, la que vivía cerca del lago de Galilea, se dedicaba a la pesca. Su situación económica no era mejor que la de los campesinos, porque también estaban controlado por los recaudadores de Herodes Antipas, que imponían tributos, impuestos, diezmos y tasas sobre derechos de pesca y utilización de los embarcaderos. La carga total era abrumadora. A muchas familias se les iba en tributos e impuestos un tercio o la mitad de lo que producían o pescaban.

La construcción de las ciudades de Séforis y TIberíades hizo más grande la brecha económica: yo fui testigo del crecimiento de la desigualdad que favorecía a la minoría privilegiada de estas ciudades, lo que provocaba más inseguridad y pobreza y la desintegración de muchas familias campesinas. Creció el endeudamiento y la pérdida de tierras de los más débiles. Los tribunales de las ciudades pocas veces apoyaban a los campesinos. Aumentó el número de indigentes, jornaleros y prostitutas. Cada vez eran más los pobres y hambrientos que no podían disfrutar de la tierra regalada por Dios a su pueblo. 

Viendo y sufriendo esa realidad, especialmente después de la experiencia del Jordán y de saberme de un modo nuevo hijo y hermano, formando parte de la misma realidad de Dios[2] y de la humanidad[3] , ya no podía seguir igual: había llegado el momento de empeñar mi vida, enredarla para siempre entrando de lleno en lo que experimenté como proyecto de Dios: acoger su amor incondicional y compasivo, dejarme transformar por él, y empeñar la vida en hacer verdad la filiación y la fraternidad, es decir, acoger el Reino de Dios.

Mi gran pasión fue hacer comprender a mi gente esta radical novedad: no se trataba de hacer penitencia, guardar ayunos y prescripciones, ir al templo o cumplir la ley sino de entrar en la dinámica del Reino de Dios que ya está entre nosotros, acoger la alegría y la sorpresa de Su amor increíble a cada uno de sus hijos e hijas, a cada realidad[4]. Eso transformará el corazón.

Pero eso no lo podía hacer yo sólo, necesitaba generar un movimiento de hombres y mujeres del pueblo que conocieran bien su sufrimiento para ayudar a los demás a tomar conciencia de que había llegado la hora de acoger el Reinado de Dios. 

Desde el primer momento me rodeé de amigos y amigas y poco a poco los fui "enredando" queriendo contagiarles la misma pasión: el Reino de Dios ya está aquí, hay que acogerlo y hacerlo verdad. Yo intenté pasar por la vida haciendo el bien, curando, liberando, así lo recogió más tarde Lucas[5].

Fueron muchas las personas que acogieron mis palabras, se entusiasmaron y de muchas maneras apoyaron mi actividad. Unas ofrecieron acogida en sus casas: eran grupos de apoyo para mí y para quienes me seguían como itinerantes. Otros abandonaron sus familias para compartir mi vida y predicación. A unos los fui llamando uno a uno[6], otros vinieron por invitación[7], otras, como María de Betania[8] , me pidieron hacerse discípulas mías… poco a poco la red crecía y a mí se me llenaba el corazón de nombres y de alegría

Algunos y algunas de esas personas compartieron mi vida itinerante, y puse mucho empeño en ir acompañando, educando y enseñándoles a orar a Dios como Abba, iniciándolos en la predicación y sobre todo ayudándoles a comprender que acoger el Reino de Dios pasaba por dejarnos enredar en esa dinámica de transformación del corazón. Yo lo fui aprendiendo y viviendo y por eso lo proclamé con fuerza: "Nada de lo que entra en la persona puede mancharla. Lo que sale de dentro es lo que contamina”[9]. La urgencia primera por tanto no era la purificación externa sino la de consentir que nuestro corazón se vaya dejando configurar por ese amor incondicional de Dios y por tanto vaya siendo cada vez más bueno y compasivo, igual que el suyo[10]

Un corazón que renuncia a la violencia[11]. La dinámica "del ojo por ojo" estaba muy arraigada entre mi gente ¿cómo hacerles entender que esa conducta es destructiva y no es coherente con el proyecto de Dios de aprender a vivir lo que somos: familia, relación, vínculo indestructible? Lo primero era vivir dentro de mi corazón la renuncia a toda agresión, aprender a vencer al mal a base de hacer el bien y después hablarles claro y de un modo provocador: "si alguien te abofetea en una mejilla ofrécele también la otra, al que te quita la capa dale también el manto…Amad a vuestros enemigos…" porque así es Dios "que hace salir el sol sobre buenos y malos”[12]

Yo quería comprometer a mis seguidores y seguidoras en la misma pasión que a mí me quemaba dentro: transformar nuestra persona para poder transformar nuestra sociedad, nuestro mundo, nuestra tierra… en una gran familia que vive la seguridad del amor incondicional del Dios Madre-Padre y que va haciendo verdad en la historia la fraternidad y la sororidad con toda la vida. En definitiva, contagiar a esas mujeres y hombres mi pasión por Dios y por los que peor lo estaban pasando.

Sabía muy bien lo que eso suponía en la sociedad injusta y violenta de mi tiempo, cuando los fui llamando, invitando y aceptando para enredarlos en esta apasionante pero ardua tarea; era consciente del precio que tendríamos que pagar, de lo difícil que iba a ser ir empeñando nuestra vida y enseñando a los demás a caminar no en la dinámica del odio, la violencia, la prepotencia y el egoísmo … sino en la de la compasión, el cuidado y la bondad…sin dejar de denunciar las injusticias, de desenmascarar las mentiras, la inhumanidad de vivir indiferentes al sufrimiento de las grandes mayorías del pueblo.

Junto a mis seguidores y seguidoras fuimos recorriendo Galilea, en la situación que vivía mi pueblo mi actividad en medio de sus aldeas y mi mensaje del «reino de Dios» representaban una fuerte crítica a aquel estado de cosas.

Mis palabras y hechos denunciaban esa injusta situación: mi firme defensa de los pobres, excluidos y hambrientos, mi acogida preferente a los últimos de aquella sociedad, mi clara denuncia y condena de la vida suntuosa de los ricos de las ciudades fue un desafío público al programa socio-político que impulsaba Herodes Antipas, que claramente favorecía los intereses de los más poderosos y hundía cada vez más en la miseria a los más débiles. 

Muchas veces mis discípulos no me entendían e incluso se asustaban de mis palabras[13], eran muy conscientes, en ese contexto, de cómo podía resonar la parábola del mendigo Lázaro y el rico Epulón, que vive fastuosamente ignorando a quien muere de hambre a la puerta de su palacio[14]; el relato del terrateniente insensato que solo piensa en construir silos y almacenes para su grano[15]; la crítica severa que hice a quienes atesoran riquezas sin pensar en los necesitados[16], mis insensatas proclamas declarando felices a los indigentes, los hambrientos y los que lloran al perder sus tierras[17].

También dirigí muchas de mis exhortaciones a quienes me seguían para invitarles a compartir la vida de los más pobres de aquellas aldeas y caminar como ellos, sin oro, plata ni cobre, y sin túnica de repuesto ni sandalias[18]. Compartía con ellos mis llamadas a ser compasivos con los que sufren y a perdonar las deudas[19] , a no buscar el poder ni los primeros puestos[20] , y que de una vez por todas entendieran que el que sirve y es el maestro lava los pies y que salvar su vida era arriesgarla y entregarla[21]… y tantas otras palabras y hechos con las que pretendía expresar la denuncia de un modo de vivir que con la llegada del Reinado de Dios estaba llamado a desaparecer. 

Yo quería anunciar con pasión que el sufrimiento de mi pueblo y él de todos los pueblos tenía que dar paso a un mundo nuevo, más justo y fraterno, donde Dios pudiera reinar como Padre; y eso suponía que habíamos aprendido a vivir como hijas e hijos, hermanos y hermanas.

El hecho de enredarnos en la tarea de curar, sanar, aliviar, enderezar, perdonar, denunciar…en nombre del Dios del amor y la misericordia tenía que ser una buena noticia también para nuestra nueva familia. No se trataba de cumplir unas obligaciones sino de darnos cuenta de que habíamos encontrado el tesoro escondido y por ello la alegría de ese encuentro había que celebrarla como lo hacían las personas de mis parábolas, la mujer que encuentra la moneda[22], el pastor que encuentra la oveja[23]. No era tiempo de ayuno sino de celebrar la fiesta del amor, como lo hacen los novios[24].

Ha llegado el momento de despedirme después de compartir mi experiencia con cada una de las personas que habéis hecho este itinerario. Ahora ya sólo me resta animaros de todo corazón a enredar vuestras vidas en proyectos de sentido que hagan este mundo más justo y más fraterno. Apasionaros como yo por ayudar a dar a luz este mundo nuevo que aguarda vuestra colaboración.

Aún es de noche, hay tormentas, se levantan muros de exclusión pero también es verdad que ya apunta el amanecer de un mundo nuevo, que el arco iris de la paz va uniendo países y rompiendo fronteras y que cada vez hay más personas enredadas en hacer verdad lo que somos: una familia, una Red de Relaciones, Unidad. 

Yo, Jesús de Nazaret, un hombre que creí que merecía la pena “enredarse” e invitar a otras personas a “enredarse” para colaborar en el emerger de un mundo nuevo.

PARA EL SEMINARIO.

Objetivo: ir construyendo entre todas las personas que participen cómo hacer verdad a través de nuestros cuerpos personales y “sociales” una espiritualidad política. 

Cabeza: lucidez, consciencia, capacidad de discernir, pensar, crear, profundizar, intuir…

Corazón: inteligente y sabio, capaz de amar gratuitamente y con amplitud, un corazón de carne, no de piedra, compasivo.

Entrañas: fecundas y misericordiosas

Por fin, el siglo XXI puede ser el siglo de la gente, en el que todos los habitantes de la tierra sin excepción, educados y por ende “capaces de dirigir con sentido su propia vida”, dejen de ser espectadores resignados e impasibles para convertirse en actores de la construcción, sobre los sólidos cimientos de principios universales compartidos, de genuinas democracias a escala local y planetaria.

Ante esta situación nos preguntamos  ¿cuál será el próximo paso?, ¿más de lo mismo?.

El próximo paso, entonces, sería exactamente éste: descubrir este capital espiritual inagotable y empezar a organizar la vida, la producción, la sociedad y la cotidianidad a partir de él” (Boff)

Es el sentir profundo (pathos) que nos hace escuchar el grito de la Tierra y el clamor desgarrador de millones de hambrientos.

Debemos imponernos cómo misión inexcusable llevar a cabo la gran transición desde una cultura de imposición a una cultura de conciliación, desde una economía de guerra a una economía de desarrollo global, desde una postura de súbditos a la asunción de un papel de ciudadanos plenos y participativos; en suma, hemos de hacer valer la fuerza a la palabra

Pero hay que asumir que, sin la contribución individual de cada uno, no hay horizonte colectivo. Estoy hablando de recuperar la política. La que ha perdido sentido para muchas personas, pero, sin la cual, nos vemos abocados al abismo.

Tenemos hoy la fundada esperanza de que, por fin, el siglo XXI sea el siglo de la gente, de la emancipación de los ciudadanos, de la voz del pueblo, del tránsito de súbditos imperceptibles, anónimos, a interlocutores, a actores, de la nueva gobernanza. 

Por fin, el siglo XXI puede ser el siglo de la gente, en el que todos los habitantes de la tierra sin excepción, educados y por ende “capaces de dirigir con sentido su propia vida”, dejen de ser espectadores resignados e impasibles para convertirse en actores de la construcción, sobre los sólidos cimientos de principios universales compartidos, de genuinas democracias a escala local y planetaria.

Es apremiante una reapropiación del tiempo. Tiempo “para alzarse”, para pensar, para escuchar, para inventar un devenir que sea fruto de la semillas plantadas por todos los seres humanos convencidos, desde ahora, de que su capacidad creadora les permite hacer frente con éxito a cualquier reto. «Todo es posible y todo está por hacer…

5 UNA “ESPIRITUALIDAD POLÍTICA”:

Son varias las publicaciones, conferencias, encuentros dónde se va poniendo de relieve la necesidad de volver a vincular dos realidades que nunca debieron separarse. Cristóbal Cervantes ha publicado hace unos años un libro cuyo nombre es: Espiritualidad y política[25] con en excelente elenco de autores y alguna autora (no hay paridad en las personas seleccionadas para esta publicación). En su introducción define la espiritualidad “como la experiencia de sentir que formas parte de algo más grande y más profundo que tú mismo, algo que te conecta a todo y a todos, que te hace ver a todos los seres humanos como hermanos y al planeta como la casa común que tenemos que cuidar”. Curiosamente esta definición incluye “el arte de vivir” (espiritualidad) y “el arte de convivir” (política). Somos unidad, todas y todos somos hermanos, ése es el gran cambio, la conciencia planetaria.[26]

¿FIN DE UNA ERA, UNA NUEVA CIVILIZACIÓN O FIN DEL MUNDO? 2015-01-01
Desafío: 
La tercera guerra mundial puede estar a punto de empezar y con ello la destrucción. 

Necesidad de una nueva civilización:

“la superdemocracia”. Para no destruirse a sí misma y a gran parte de la biosfera, la humanidad elabora un contrato social mundial, con instancias plurales de gobernabilidad planetaria. Con los bienes y servicios naturales escasos debemos garantizar la supervivencia de la especie humana y de toda la comunidad de vida que también está creada y mantenida por la Tierra-Gaia.

y una humanidad que sepa unir cabeza-corazón: Para no destruirse a sí misma y a gran parte de la biosfera, la humanidad elabora un contrato social mundial, con instancias plurales de gobernabilidad planetaria. Con los bienes y servicios naturales escasos debemos garantizar la supervivencia de la especie humana y de toda la comunidad de vida que también está creada y mantenida por la Tierra-Gaia.

EL BIEN COMÚN FUE ENVIADO AL LIMBO. 2015-02-20
A las élites conservadoras les cuesta mucho aceptar el nuevo sujeto histórico –el pueblo organizado y su expresión partidaria– pues se sienten amenazadas en sus privilegios.

Estamos olvidando que la esencia de la política es la búsqueda común del bien común. Uno de los efectos más avasalladores del capitalismo globalizado y de su ideología, el neoliberalismo, es la demolición de la noción de bien común o de bienestar social. Sabemos que las sociedades civilizadas se construyen sobre tres pilares fundamentales: la participación (ciudadanía), la cooperación societaria y el respeto a los derechos humanos. Juntas crean el bien común. 

Pero el bien común ha sido enviado al limbo de la preocupación política. En su lugar, han entrado las nociones de rentabilidad, flexibilización, adaptación y competitividad. La libertad del ciudadano es sustituida por la libertad de las fuerzas del mercado, el bien común por el bien particular, y la cooperación por la competición.

Como consecuencia, cada uno se siente impelido a garantizar lo suyo: su empleo, su salario, su auto, su familia.

En este contexto, ¿quién va a implementar el bien común el del planeta Tierra amenazado gravemente?¿Qué organismo mundial se está enfrentando a esta situación que destruye el bien común planetario?

Resumiendo: ¿qué es el bien común? En el plano infra-estructural es el acceso justo de todos a la alimentación, la salud, la vivienda, la energía, la seguridad y la cultura. En el plano humanístico es el reconocimiento, el respeto y la convivencia pacífica. Por haber sido desmantelado por la globalización competitiva, el bien común deber ser ahora reconstruido. Para eso, es importante dar supremacía a la cooperación y no a la competición. Sin ese cambio, difícilmente se mantendrá la comunidad humana unida y con un buen futuro.

PREGUNTAS PARA LOS GRUPOS.

1- Algo nuevo está naciendo: ¿qué otras novedades esperanzadoras encontráis en vuestros entornos cercanos?

2- Cómo colaborar desde vuestra vida cotidiana, a hacer verdad:

· Una globalización de la solidaridad desde abajo (espacios y realidades para enredarnos)

· Hacer de la pluralidad un arco iris de paz y armonía en las diferencias

· Una espiritualidad ecológica del cuidado.

[1] Mc 10, 42. 
[2] Jn 10,30, 14,10-11. 
[3] Mt 25, 40,45. 
[4] Lc. 15. 
[5] Hch 10,38. 
[6] Mc 1,16-20. 
[7] Jn 1,35-51.
[8] Lc 10,38-42. 
[9] Mc 7,15. 
[10] Lc 6,36; Mt 5,48. 
[11] Mt 5, 21-24; 43-45. 
[12] Mt 5, 38-45; Lc 6,27,31. 
[13] Jn 6, 60-66. 
[14] Lc 16,19-31. 
[15] Lc 12,16. 
[16] Lc 16,13; Mt 6, 24-27. 
[17] Lc 6, 20-21. 
[18] Mt 10, 9-10. 
[19] Lc 6, 36-38. 
[20] Mc 10, 35-45. 
[21] Mc 8,35. 
[22] Lc 15, 8-10. 
[23] Lc 15, 1-7. 
[24] Mc 2, 18-19. 
[25] CERVANTES, C., (ed.) (2015) Espiritualidad y política, Kairós, 
[26] Ibidem.5,